—¿Dónde estás? — hablo mi madre del otro lado de la línea. Aún seguía en casa de Ran.
—¿Te acuerdas del chico de las trenzas? — pregunté con inocencia. Dentro mío estaba riendo, puesto que mi madre le gustó.
—¡Era mío! — hizo puchero detrás de la llamada mi mamá.
—¡Mamá! ¿Dónde está el dentista ese? ¿O el mesero? — pregunté con enojo.
—Por ahí.
—Exacto, los dejaste botados. — suspiré con cansancio.
—Ya voy para la casa. — salió del tema—. Más vale que dejes algo para cenar, no quiero salir a comprar.
Colgué la llamada, sin responderle. Sonreí, tengo una mamá loca que piensa que aún es adolescente.
Ran, termino disculpándose conmigo, fue lindo las palabras que me dijo. Eso me hizo sentir especial.
—Supongo que luego nos vemos. — hablé caminando hasta la puerta de la casa de Ran.
—No supongas, una vez que te vi, ya no te salvarás de mí. — Ran llegó a mi lado. Abrió la puerta, dejándome pasar a mí, detrás mío salió él.
—¿A qué te refieres Ran? — hablé confundida.
—A que quiero conocerte.
Saco de su chaqueta sus llaves. Sorprendida lo miré.
—¿Tienes auto? — hablé emocionada.
—No. — negó serio—. Pero si una moto.
—¡Genial! — divertida avance detrás de él—. Nos vemos luego Ran. Gracias por la compra, por la sudadera, y por dejarme dormir aquí, lo necesitaba.
Me despedí y caminé unos pasos. Sentí como arrancó la moto que estaba situada en la acera.
—No te vas a ir caminando. Sube—. Ordenó indicando con la cabeza la parte de atrás.
—Y-yo... Gracias. — subí a la parte de atrás aferrándome a su fuerte espalda, abrazando su torso.
No me respondió. Solo me pidió mi dirección. Me sorprendió, vivíamos solo a media hora.
—Vives relativamente cerca. — comentó una vez que llegamos a mi destino.
—Mi madre quería algo cerca, las cafeterías que quería abrir estaban muy lejos. — comenté bajando de la moto, justo enfrente mi casa color azul bebé.
—¡Sydney! — llegó mi madre corriendo.
Rápidamente tomó mi oreja jalándola, obligándome a caminar hacia la entrada de mi hogar.
—Niño con trenzas, gracias por traerla. Ahora a tu casa. — demandante ordenó.
Siguió arrastrándome de mi oreja.
—¡Ya! ¡Ya! Duele. — me solté bruscamente de ella.
∘◦❁ ʀᴀɴ ❁◦∘
—Pero. ¿Se encuentra bien? — miré serio a la mujer.
—Yo, ¡Uff! Estoy excelente.
—Usted no, Sydney. Por algo no vino, ¿No?
—Ah ella, sí. Estaba malita mi hija. Los cólicos la mataban, así que le di el día. — respondió la mamá de Sydney.
—¿Tomó pastillas o algo? — pregunté sorbiendo del café de vainilla.
—Ni idea, amaneció con unos humos, que ni yo misma la reconocí.
Ya no dije nada más, solo miré por la ventana a las personas que iban y venían.
Una vez que acabe mi café y galletas. Saqué las llaves de mi moto, la arranqué y me dispuse a ir a ver a Sydney. Una vez que llegué a su casa toqué la puerta.
—Madre, las llaves sabes que debes de llevártelas, a veces pienso que yo soy tu madre.
Se escuchaba enojada. Cuando abrió la puerta, mi mirada se abrió a más no poder. Era obvio que esperaba a su madre y no a mí.
Puesto que ella estaba en sostén negro de encaje. ¡Negro! ¡Encaje! Me encanta esa perfección.
Sonreí alzando una ceja.
—¡Ran! ¡Carajo! Debiste de avisarme o algo.
Intento cubrirse con sus manos. Sin que diga nada más, la tomé fuerte de los brazos metiéndola a la casa antes de que alguien más la vea. Cerré la puerta con un pie. Quité mi sudadera y se la coloqué.
—Antes que nada, hola. Tres cosas, que bonitos pechos, ese lunar es muy coqueto. Y, ¿Por qué estabas así? — pregunté con burla, mostrando mi típica sonrisa.
—Es mi segundo día, y la verdad, dolía mucho mi vientre bajo. Nada mejor que ponerse algo caliente.
—Está bien. Ya entendí. — tomé nota mentalmente—. ¿Tomaste la pastilla?
—¿Te digo algo y no te enojas? — preguntó bajando su mirada jugando con sus dedos.
—Las perdiste. — afirmé. Ella no respondió por lo cual le atiné—. Vamos a comprar unas. — tome su mano. Salimos de su casa y nos sentamos en mi moto.
Sin decir nada, nos dirigimos al lugar de ayer. Ambos entramos al establecimiento, dirigiéndonos a los pañales de ella.
Mientras ella iba a buscar sus pastillas. Yo me dedique a mirar los pañales.
—¡Sydney! ¿¡Tus pañales eran grandes o extragrandes!? — preguntaba viendo los productos.
—Ay, baboso. No grites, solo estaba a tres metros de ti. No era para tanto.
—Que tiene. — alce los hombros viendo los productos.
—Ese muchacho no debería de saber lo que ocurre en su cuerpo señorita. — una señora fue directo a Sydney hablándole.
—Qué equivocada está señora. — recalqué mirándola de reojo—. Me preocupo por ella, y si ella me tiene la suficiente confianza de decírmelo, me lo dirá, como esto.
—¡Es un pecado! — exclamó la señora, ella enojada agarro bruscamente un paquete y se fue.
—Lo que diga. —susurre ignorando a la señora. Miré a Sydney con una sonrisa—. Linda, ¿Te compró dos paquetes de cada uno? — pregunté—. Olvídalo los llevaré.
—Son una pareja linda. Nadie hace eso por su chica. — hablo una joven tomando pañales.
—Él y yo...
—Somos una pareja excelente. ¿Verdad que si bonita? — la tomé de sus hombros y la acerqué más a mí.
La mujer nos sonrió y siguió buscando no sé qué.
—Linda, ya vimos esto, ¿Te parece ir a otro pasillo? Yo tengo uno mejor.
Sin que respondiera, la tomé de la mano dirigiéndonos al pasillo sagrado.
—¿¡Condones!? — ella exclamó.
—Condones, también hay que prevenirnos nosotros.
∘◦❁◦∘
Jdksjjs. Ran te amo.
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Mᴀʀᴇᴀ Rᴏᴊᴀ. ❛𝘙𝘢𝘯 𝘏𝘢𝘪𝘵𝘢𝘯𝘪.❜
FanfictionNuestra querida, rojiza y hermosa menstruación. ☞︎︎︎ obra completamente mía. ☞︎︎︎¡! los personajes no me pertenecen. ☞︎︎︎ no tiene relación con el manga o anime. ☞︎︎︎ fecha de inicio: 12/10/2021. ☞︎︎︎ fecha de finalización: 11/02/2023.