16 ; 𝑠𝑜𝑛̃𝑒́ 𝑐𝑜𝑛 𝑡𝑢 𝑐𝑢𝑙𝑜. // 𝑒𝑝𝑖́𝑐𝑜𝑙𝑜𝑔𝑜.

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—Diablos, no ya no quiero jugar a cartas contigo. 

—¿Ya te enojaste? Bebé, está es la sexta ronda que pierdes. — respondió gracioso bajando su juego.

—¿Qué? ¡Ya solo me faltaba una! — frustada deje caer las cartas.

—Doce de oro ya había pasado. — rió tapando su boca —. Ponte pilas pinchecha. 

—Basta. — suspiré rendida —. ¿Qué me quito ahora? — me pregunté viéndome.

Solo tenía una ropa interior a juego negra con detalles de margaritas.

—Joder, estás preciosa así. — pasó su lengua por sus labios dándome un mirada seductora —. Pues, ya te quitaste calcetines, vaqueros, playera, sudadera, mujer, tenías muchas prendas. — enumeró con sus dedos.

—Lo siento, tenía frío. — reí —. Bien, supongo que el sostén. — alcé mis hombros.

—Eso lo hago yo.

Sin previo aviso, tomo mis muslos jalandome a él besándome, sus manos frías subían lentamente por mi abdomen, gemi leve ante el tacto.

No fue hasta que sentí un bajón, separándome frenéticamente, me aleje asustada de él.

—¡No puede ser!, ¡No puede ser! — repetía nerviosa.

—¿Qué? ¿Sucede algo? — desconcertado preguntó.

—Si, si. Ya me bajo, ya me bajo. — mordí mi dedo pulgar.

—¿En serio? ¿No pudo esperar a mañana? Yo quería hacerlo ahora. — suspiró negando.

—Ran, tú quieres hacerlo en todos lados, a todas horas y todos los días. — reproche haciendo puchero.

—Igual si se puede en un cerro que mejor. — alzó una ceja seductor.

—¡No! — reí —. ¿Puedes ir por toallas amorcito? — pregunte haciéndole ojitos.

—Ya que. Al toque mi reina. — me beso, entre ellos me mordía mi labio —. Tengo que parar si no quieres que te dé ahora como cajón que no cierra. — me dió un beso rápido.

Ran se levantó de la cama, coloco una camisa blanca y se ajusto sus pants negros y acomodó sus convers.

—Vuelvo. — sonrió tomando su cartera.

∘◦❁ ʀᴀɴ ❁◦∘

Está bien, menstruar está bien, lo que no se me hace justo es que llega en los momentos más calientes.

Bueno, ya tenía que suceder. Rápido entre a la farmacia.

—¿Si? ¿Qué ocupa joven?

—Toallas nocturnas para flujo abundante, por favor. — respondí pidiendo.

—Cincuenta pesos.

—¿Qué demonios? ¡Estaban a cuarenta y cinco! ¿Va a volar mi novia o acaso se limpian solas? — preguntaba desconforme.

—Joven, los precios suben.

—Si, si, ya démelas. — gire los ojos respondiendo de mala gana.

Me regreso mi cambio. Mientras regresaba directo a la casa de Syd, iba maldiciendo los precios.

—Ser mujer es costoso. — negué entrando.

Escuché el llanto de mi pequeña, subí corriendo viendo a Syd.

Mᴀʀᴇᴀ Rᴏᴊᴀ.  ❛𝘙𝘢𝘯 𝘏𝘢𝘪𝘵𝘢𝘯𝘪.❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora