2.- De la Señorita Nilsen y los cánones de la estupidez humana.

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La clase transcurrió con cierta normalidad, más allá de las miradas huidizas que los demás alumnos me echaban, como si quisieran comprobar que el bicho raro seguía ahí. Pues sí, seguía ahí. Sentía la mirada clavada de la profesora más que ninguna otra encima de mí, de manera casi instintiva. Sabía que era la novedad del lugar y cada vez que la profesora posaba su mirada sobre mí como quien no quería la cosa, sentía algo parecido a una punzada detrás del cuello que me invadía de culpabilidad. Como si algo malo estuviese haciendo.

La señorita Tove Nilsen aparentaba cerca de los treinta años, se conservaba bastante bien. La verdad es que he de reconocer que cuando le tocó el turno de pasar por el escáner de mis ojos, hasta la llegué a desnudar con la mirada... Se podía intuir una bonita figura, alta y esbelta bajo su apariencia moderna y desenfadada. La verdad es que su mirada y sus gestos inconscientes eran de lo más cálidos en contraste con el frio del ambiente y no precisamente por el día lluvioso. Pero a los demás alumnos parecía no importarles nada. Era buena profesora, eso parecía, con tan solo un rato escuchando una clase se sabe quién vale y quién no. Y joder, ella valía. Explicaba demasiado bien para el caso que le hacían el resto de alumnos, una pena, porque cautivaba con las palabras. No iba a bajar la guardia, pero sabía que ella, a priori, estaba ganado un punto a su favor.

Primero que entré con retraso, y que estuve ocupada en mis pensamientos casi toda la clase sucedió que cuando sonó el timbre me llegó hasta sorprender. Solo unos pocos aún tomaban apuntes de las explicaciones de la señorita Nilsen. La mayoría de la gente ya tenía las mochilas preparadas para largarse de allí a la siguiente clase, y con suerte, si daba tiempo, fumar a escondidas detrás del edificio, bajo unos abetos enormes que había en el patio. Y es que desde las ventanas se ven muchas cosas si una es observadora, y los tics y gestos de la gente te gritan a la cara qué es lo que quieren. Estúpidos e ignorantes mortales. Su vicio les consumirá por dentro.

La clase empezó a desalojarse y esperé a que se fuesen todos mientras la profesora recogía su material de la mesa, una vez pasados unos segundos me levanté con mi mochila hacia su mesa.

- Bueno Hela, ¿Qué tal la clase? -Me dijo levantando la cabeza de la mesa para dirigirme una sonrisa.

- Supongo... que bien...

- ¿Solo supones? -terminó añadiendo una leve risa.

- ...

- Verás, voy a ser tu tutora el resto del curso. Así que si necesitas algo, lo que sea, puedes contar conmigo. Mi despacho es la sala 314 -dijo entregándome una tarjeta. -Ahí vienen todas las formas de contacto conmigo. Verás no quiero ser la típica profesora aburrida, vieja y gruñona... Quiero ser algo más, que mis alumnos aprendan pero también recuerden algo de mí.

- Entiendo... -la verdad es que su actitud me parecía muy bien, hacía más falta gente así... Pero Hela, no, no bajes la guardia.

- El curso empezó hace un par de semanas y vas con algo de retraso. Deberías tratar de hacer algunos amigos para que te pasasen apuntes de la materia perdida. Además, es necesario que te apuntes a alguno de los Programas Optativos. Puedes elegir el que desees, pero una vez escojas tu trabajo ahí influirá mucho en tu nota. Tienes plazo hasta mañana para incribirte. Y este es tu horario, ya sabes donde te toca ir, va, que llegas tarde -me entregó un folio y me despidió con un leve gesto de cabeza y su sonrisa.

Todavía resonaba en mi cabeza lo de "deberías tratar de hacer algunos amigos" cuando me dí cuenta de que la conversación había acabado y debía irme.
Eso de apuntarme a algo no pintaba demasiado bien.

Le di las gracias más por educación que por placer, lo que dijo no me había dejado demasiado bien. No solo por el reto que supondría, sino porque la verdad es que a estas alturas creía que poco podría sorprenderme ya. ¿A qué apuntarme?... Ni idea. Abandoné la clase y miré el papel. Aula 104. Debía de estar cerca.

MørketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora