7.- De los tres extraños que se sentaron juntos a la mesa.

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No sabía a dónde se dirigía. Nunca había ido por ahí. Algunas veces había visto la entrada al camino, pero siempre desde la ventana del bus escolar, y la verdad es que sin mucho interés.

Pero ahora estaba adentrándome en terreno inexplorado. Y no sabía porqué pero aquella situación caótica me excitaba y asustaba a partes iguales.

Seguimos andando, la nieve se empezaba a acumular más y más en el asfalto. El quitanieves no había pasado por este tramo. Pronto empecé a alcanzar las huellas que empezaba a dejar mi extraño guía y decidí, para no ser detectada, pisar en las mismas huellas ocultarían mi presencia.

Por un segundo me vino un flash de todas esas protagonistas de películas que acaban asesinadas o secuestradas por meterse donde no las llamaban y por su enorme falta de cautela. Bueno, tenía claro que hasta lo primero, yo tenía todas las papeletas. Pero por cautelosa que no fuera...

Estaba en mis pensamientos, al tiempo que lo seguía, cuando se paró en mitad del camino. Yo rapidamente me abrí fuera de la carretera tras unos arbustos grandes y observé a través del follaje.

Se giró brevemente hacia atrás. Miró a ambos lados de su entorno cerciorandose de que nadie le seguía. Y salió del camino para adentrarse en el bosque.

Bien, ahora el misterio se multiplicaba por mil. Y tenía que seguirlo. Decidí darle medio minuto de margen. Por si sospechaba algo y de paso para ganar algo de distancia. La suficiente para poder tenerlo localizado y tiempo para reaccionar en caso de que se girase o algo.

Así lo hice y pegué una pequeña carrera hasta llegar a donde había salido del camino. Tenía la nariz roja como un tomate. Helada. Y el vaho de mi respiración podría delatarme en algún momento. La luz empezaba a verse más y más clara. El sol no se veía aún pero el cielo distaba ya del negro azulado de los primeros minutos del amanecer.

El ambiente era totalmemte estándar en Noruega: Bosques de abetos nevados. Con separación de un par de metros, como si un antojo de la naturaleza se tratase.

Vislumbraba su silueta al fondo de una buena distancia de separación y tenía sus huellas como referencia para seguirme. La nieve estaba fresca.

Andé un par de minutos por el bosque y perdí la figura de vista.
Las huellas seguían. Así lo hice. Por un minuto más, hasta que las huellas se detuvieron.

En mitad de la nada. En mitad de una de las muchas hileras de arboles que me rodeaban en el eje cartesiano. Miré a ambos lados, y di un vistazo de 360 grados.

Me fijé en el suelo. Las huellas se detenían. Podía ver la suela bien marcada en la nieve. Qué misterio. De repente caí. Donde estaba, algo daba sombra. Decidí mirar arriba.

¡AHHH! -Se me escapó al tiempo que me tapaba la boca con las manos.

Una cabaña en el arbol.

Un gran abeto, a mi lado, lucía talado en la parte media alta, y junto con tres más cercanos, había una especie de estructura que se apoyaba sobre los cuatro árboles a modo de cimientos. Los troncos estaban grabados y les faltaban muchas ramas cortadas. Había simbolos runicos por doquier. Guerreros, simbolos de protección, serpientes enormes que hacian espirales y se enredaban, criaturas con alas y hombrecillos cabezones...

Me recordoban a los grabados de las runestones, que, vaya qué casualidad, al pie de uno de los troncos habia una de medio metro.

Si no me hubiese parado, en la espesura, hubiese pasado completamente desapercibida.

Bueno... ¿Qué hacer?

Creo que aquí ya no podía hacer nada. No sé cómo, pero apostaba lo que sea a que estaba arriba y una de dos, o había subido con una escalerilla de cuerda, o dentro de uno de los troncos hay un ascensor.

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⏰ Última actualización: Sep 27, 2016 ⏰

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