5.- De las miradas furtivas.

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Sonó la campana que indicaba que era la hora del almuerzo y con ansia, los alumnos se abalanzaban contra la puerta de la clase para salir los primeros.

Levanté la cabeza de la mesa y recogí las cuatro cosas que había sacado durante las clases. Apenas había escuchado o entendido algo de las clases, estaba demasiado absorta en las cábalas y en los pensamientos de mi mente. Me levanté, agarré la mochila colgándomela de un hombro y sin apartar la mirada del suelo, cabizbaja, abandoné el aula despacio, como un fantasma dejándose mecer por la brisa o algo así.

Andaba por los pasillos y en todos lados había estudiantes de todas las edades que fluían en uno u otro sentido buscando un momento de respiro y algo que llevarse a la boca. Yo por mi parte me sentía tan... hundida que no sabía dónde ir. Se oían risas, gritos, gente hablando en grupos...

*POF*

Noté algo duro que chocaba contra mi hombro y el ruido seco de ropa contra ropa. Levanté la mirada y vi a uno de los típicos niñatos de instituto que tratan de hacerse los superiores con gestos como estos. Bulling de pasillo, que triste. Simplemente patético. Me subí un poco la mochila y continué deambulando en busca de algún rincón tranquilo. Y aunque no había otra cosa en ese momento que quisiese tanto evitar como, encima, tener que ir al comedor que estaría lleno de gente para llevarme algo a la boca y estar con ellos, pero vaya si tenía hambre. Mucha. Después de las carreras mañaneras y encima no desayunar nada...

Me senté en mitad de un pasillo, en el que no había nadie, apoyada contra la pared, me quité la mochila, dejándola a un lado y me acurruqué. Me rugían las tripas... pero no iba a comer.

Así soy yo, una chica contradictoria hasta la médula. Y he de decir en mi defensa que no es fácil serlo. No es fácil resignarse como tampoco lo es tener convicciones y ser fuerte. Las personas fluyen con sentimientos y emociones por su mente en el camino de la vida, y sí, seremos orgullosos, pero no hay nada peor que traicionar dentro de ti a tu orgullo propio, aunque sea un pensamiento fugaz de una milésima de segundo.

Pero claro, todo esto sólo sucede dentro de mi cabeza, de manera única y exclusiva. Entonces, ¿qué mas da? Puesto que no tengo que traicionar a nadie, y nadie me va a echar en cara nada... No tiene sentido que me prive de algo por mi misma para demostrarle a alguien... ¿Qué? ¿acaso alguien se iba a dar cuenta de que no iba a comer? ¿Alguien me echaría de menos o se daría cuenta de toda mi consecución de actos durante el día de hoy? No. Simple y llanamente no. Y por tanto tampoco nadie podría enaltecerme de algún modo por ser fiel a mi orgullo propio como tampoco crucificarme por ser una hipócrita dentro de mi mente. Esto queda solo dentro de mi misma. ¿Que yo me voy a privar por otros? Já. Que los otros se fastidien que voy para allá.

Así que después de pensar y meditar esto, me resigné y fui a comer. No iba a aguantar un dia entero aqui encerrada con el estomago vacío.

Me dirigí al comedor con firmeza y fuerzas renovadas. Ya lo veis, una simple reflexión anima a cualquiera.

Sí, se que no estaba siendo fiel a mi misma, pero simplemente necesitaba echar fuelle al motor, ¡me moría de hambre! Y confome me encaminaba al comedor, un dulzón aroma invadia los pasillos haciéndome rugir de apetito.

Llegué a la dichosa y larguísima cola de estudiantes esperando su turno en el auto servicio, casi hasta la desesperación mezclada por mis ganas de comer y el asco que me daba la gente, sin embargo, permanecía con la mirada fija en el horizonte de la enorme sala, ignorando comentarios, chascarrillos y las "bromas" de la fauna local.

Finalmente llegó mi turno, y una vez cargada mi bandeja, busqué el sitio más solitario posible.

Casi tocando el fondo del comedor, había mesas que ya quedaban libres gracias a los alumnos que se iban marchando, y allá donde aparecieron justamente un par, fue a donde decidí marchar.

MørketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora