Capitulo 7

221 26 36
                                        

En el capitulo anterior...

Así estuvieron toda la noche amándose hasta casi el amanecer. Aunque sabían que no estaban haciendo las cosas bien, pretendían empezar desde cero, juntos, como siempre tuvo que ser.

Así mismo, sabían que lo suyo no solo era algo carnal, era mucho más que eso. Lo suyo era más que deseo y bajas pasiones. Era un amor atado por un hilo rojo que a pesar de los años nunca se rompió ni desapareció. A pesar del tiempo ese hilo se mantuvo intacto, esperando pacientemente a que el artesano de nuestras vidas, más conocido como el destino, llegue a un acuerdo con su mayor aleado... El tiempo...

CAPITULO 7

Al día siguiente todo parecía normal en la hacienda "Las Dianas", realmente nada fuera de lo usual. Un desayuno tranquilo, un día más... Hasta la tarde, donde una de las tres hermanas Santos iba en busca de su nana, pero cuando estaba en la puerta de su recamara escuchó ciertos ruidos un tanto inusuales...

*Adentro de la recamara*

I: AHHHHHHHHH... MMMMM... – decía la morena intentando de que no se escucharan tanto sus gemidos ya que aún era de día y la podían escuchar –

*Afuera de la habitación*

Xx: ¡Dios mío! ¿¡Que está pasando allá adentro?! – totalmente sorprendida, jamás imaginó a su nana en una situación parecida (si es que su mente ya un poco perturbada tenía razón, claro)

Dentro de la habitación se seguían oyendo gemidos cargados de placer por parte de Inés, ya que estaba en una calurosa sesión de amor con Victoriano. El cual había llegado a la hacienda ya hace un rato, pero solo los peones lo sabían ya que fue directo a la recamara de Inés implorando que se encontrara ahí. Para su buena suerte así era. Así comenzaron las caricias subidas de todo y las palabras indiscretas al oído.

Nunca se imaginaron que detrás de la puerta que los separaba, se encontraría la mayor de las hijas Santos... Diana no se quería quedar con la curiosidad y no pudo evitar romper la burbuja en donde Inés y el "hombre misterioso" se encontraban. Obviamente Diana no sabía que este hombre era su padre.

Di: ¡¡Nana!! ¿Está todo bien allá adentró? – dijo rogando que no fuera lo que su mente le gritaba que era –

I: -hablando bajito para no ser escuchada por Diana- ¡¡Victoriano!! Es Diana, por Dios. ¡¡Nos descubrió!!

V: Inventa algo mi vida -sumamente nervioso-

Di: ¡¡Nanaaa!! -esperando una respuesta-

I: -extremadamente nerviosa- ¡Si mi niña! Es que me queme muy feo con aceite caliente. Y pues estoy limpiándome la herida – soltando adrede otro gemido para que Diana se convenciera-

Di: ¡Ahh! ¿No quieres que entre a ayudarte nanita? -dijo preocupada por su nana. (Preocúpate de que no la dejen en silla de ruedas, Dianita).

I: No Diana, no es necesario. Pe...pero muchas gracias, eh – hablaba entrecortadamente ya que Victoriano a pesar de los nervios del momento, no había dejado de estimularla con los dedos-.

Di: Venía a hablar contigo nanita, pero mejor hablamos luego... -dijo antes de irse-

I: Ándale mi niña, luego hablamos -soltando el aire que inconscientemente había acumulado-

V: Casi nos descubren morenita -hablando bajito por si acaso-

I: ¡Dios mío! No puedo creer que a pesar de la situación me hayas seguido tocando Victoriano -agitada ya que acababa de tener un maravilloso y arriesgado orgasmo-

Hilo Rojo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora