𝐏𝐀𝐑𝐓 𝐈𝐈 | 𝐕𝐎𝐈𝐃 [𝐑]

286 39 7
                                    









Todo tenía que ser perfecto y, en esos momentos, lo fue.





Revisó cada una de las mesas para asegurarse que la distribución de los invitados fuese la correcta, traía al pobre organizador de eventos yendo de un lado hacia el otro con gran prisa, para que atendiese cada una de las nuevas ideas que se le ocurría en el momento. Sin embargo y sobre todo, la fiesta parecía que iría bien, podía notarlo en las sonrisas de las personas que iban llegando, saludando alegremente, pavoneándose ante los numerosos lentes de las cámaras, comenzando a beber o a pedir tragos en la barra libre. Todo iría bien, se estaba preocupando por nada. Salvo por una cosa—. ¿Ya ha llegado?

Detuvo a un mesero con una bandeja repleta de altas copas con champaña, tomando una de estas y bebiendo con prisa, casi que de un solo trago, pasando la bebida por su lengua y luego por su garganta. Se acomodó el cabello rubio ondulado, corto hasta la barbilla y observó el elegante reloj plateado en su muñeca. Kate. Siempre tan impuntual. Cómo había intentado corregir ese mal hábito de ella, pero parecía una tarea imposible de realizar. Se reprendió mentalmente a sí mismo, por haber confiado en que podía dejarla en casa a que terminase de arreglarse, mientras él se adelantaba. Craso error.

Mercy usaba un aburrido, sencillo vestido negro que combinaba con su cabello bien peinado, llevaba un corte en lo sumo recto, como si hubiese sido cortado con una espada y gafas gruesas del mismo color. Pasaba los dedos, con esmalte de uñas oscuro, sobre su tablet con un mediano aburrimiento reflejado en el rostro. Hacía lo posible por esconderlo, más sus intentos fueron en vano—. Aún no, señor.

Miró las manecillas del reloj, moviéndose con más prisa de lo normal, de un lado a otro como un león enjaulado. Bien su mente le jugaba una mala pasada. Probablemente la segunda. Suspiró con molestia, pretendiendo que se encontraba contento ante los variados invitados que se acercaban a saludar, uno con más dinero que el otro—. Entonces está retrasada.

Mercy asintió, sin despegar la mirada de su tablet—. Sí, señor. Está retrasada.

En realidad, Katherina había llegado hacía unos veinte minutos. Había entrado por una de las puertas de servicio para evitarse todo ese océano de reporteros que buscaban tomarle una fotografía a la protagonista de la noche, la cumpleañera. Estuvo tan ansiosa desde esa mañana que incluso olvidó que era su cumpleaños. Oficialmente había vivido sobre la faz de la tierra durante veintiocho años. Que parecían ser cien y se sentían como mil. Era un sentimiento realmente abrumador y era por eso mismo que odiaba las fiestas que Lex organizaba para ella, porque no le daba espacio ni para respirar, porque debía pretender ser alguien que no era frente a todos esos desconocidos.

En las muñecas llevaba distintos brazaletes plateados, ningún diseño intrincado, simplemente aros de plata que adornaban esa parte de su cuerpo. Se lavó las manos una y otra vez hasta que el jabón líquido se convirtió en espuma blanca y suave. Estaba en el nada glamuroso baño de LexCorp, donde su novio había decidido que la fiesta tomase lugar. Conocía ese edificio perfectamente, pasó y pasaría ahí muchas horas, muchos días. Raspaba su propia piel con sus uñas, hasta que el tono pálido se volvió rojizo, dado a la severidad con la que se limpiaba, aunque lo hacía más para distraerse, para perder tiempo que por cualquier otra cosa. Necesitaba preparar su mente antes de entrar a ese espectáculo.

La tela del vestido que Lex había escogido para ella era le picaba en todas partes, como si tuviese sarpullido. Era exagerado en todos los sentidos, en la elegancia, en el color, en el tamaño. No era para nada su estilo, aunque, desde que comenzaron a salir y toda la relación se volvió oficial, no hubo mucho espacio para que Kath pudiese experimentar con sus propias combinaciones. Lex controlaba realmente muy pocos aspectos de su vida de forma casi dictatorial, su ropa era uno de ellos. Básicamente, Nox usaba lo que él escogía para ella y rara vez sus elecciones eran malas, así que no se quejaba. Cada outfit era más elegante que el otro, solo ropa de diseñador, de alta costura para que él pudiese presumir lo bien que su pareja se vestía, aunque todo fuese realmente de su propio armar. Esa ocasión, sin embargo, se había pasado por mucho. El vestido que llevaba la cumpleañera era un traje de noche en organza beige, realzado con lentejuelas doradas y plateadas que formaban finas ramas florales. Con un corpiño con corte de ballena, el escote estaba bordeado por un volante de tul delicadamente plisado resaltado con lentejuelas y una banda de satén. Un lazo, también de satén, rodeaba el vestido en la parte delantera mientras que la falda se ajustaba a la cadera antes de que se desplegase en toda su longitud, con miles de volantes y fruncidos. Verdaderamente, era una exageración. Toda esa fiesta era algo sacado de una película, tan abrumador que le carcomía por dentro. No tenía ni idea de cómo iba a lidiar con tal cosa o de dónde sacaría la fuerza de voluntad suficiente para hacerlo.

𝐀𝐍𝐍𝐈𝐇𝐈𝐋𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍 | 𝐁𝐀𝐓𝐌𝐀𝐍 𝐕 𝐒𝐔𝐏𝐄𝐑𝐌𝐀𝐍 [𝟏]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora