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-GRACIAS A MI TRABAJO HE VIAJADO A MUCHOS... LUGARES. -La mujer respondió, pasando distraídamente su dedo índice por la boca de la copa. El ruido que producía era casi un arrullo para él. Vagamente pensó en la chica como en una sirena, de esas que con su belleza y su canto podían hacer caer hasta al más fuerte de los hombres.

Ella podría serlo. Con sus grandes ojos verdes, su rostro y ese cuerpo de infierno. Cualquiera caería ante sus pies; por un momento, él tuvo la sensación de que lo haría.

-Mi turno -prosiguió la mujer. -Si tuvieras que ser una pasta, ¿cuál serías? —Comentó la chica con una sonrisa inocente.

El hombre rió, sorprendido. Aunque no debería estarlo; había estado saliendo con ella el tiempo suficiente para saber lo inocente que era. Sabía que era estúpida. Eso y su cabellera rubia lo enloquecían sobremanera.

La escaneó, por cuarta vez en la velada. Miró su cabello; rubio, largo y ligeramente ondulado en las puntas, miró sus ojos llenos de inocencia y pasión, miró sus labios; esos labios que se moría por besar y miró su cuerpo: enfundado en un vestido ajustado de encaje que realzaba sus pechos y disminuía su cintura. Era perfecta.

Perfecta para él.

-No lo sé, amor. ¿Por qué no pasamos a la parte divertida?  -el encaje negro del vestido lo encendía, la necesitaba. Ahora.

Tenía prisa; un cargamento grande llegaría en cualquier momento, lo haría rico. Cuando consiguiera su pago, se largaría del país y comenzaría una nueva vida. Casi podía oler el alcohol y las colonias baratas de las mujeres que invadirían su mansión.

Sabía que no la podría llevar con él, cosa que lo enfurecía y más porque después de largos meses saliendo, todavía no podía probar su sabor. Él no se iría sin hacerlo; era ahora o nunca.

Delilah sonrió, otra vez. Siempre que estaban juntos sonreía y al hombre se le hinchaba el ego cada vez que lo hacía. Le gustaba saber que él era el motivo de esa sonrisa.

-No he acabado mi plato, Edward. -comentó con una sonrisa juguetona. Se acercó y susurró: -Déjame terminar y seré toda tuya toda la noche. -Guiñó un ojo, volviéndose a su asiento.

Pero él ya no quería esperar más, no había tiempo. Golpeó la mesa, asustando a algunos comensales a su alrededor. No pudo importarle menos. Tomó a Delilah del brazo y la llevó a rastras al baño.

-No, quiero hacerlo. Ahora. -comenzó a desabrochar sus pantalones y a bajar los finos tirantes del vestido de la mujer. La mujer sólo suspiró y asintió.

-Está bien -masculló y lo besó. Tomó sus piernas y la sentó en el lavamanos, comenzó a dejar ligeros besos húmedos en su cuello.

Para su desgracia, el teléfono sonó. Eran ellos. El hombre soltó un montón de palabrotas y salió del cubículo, acomodándose la ropa.

-El cargamento está en posición, necesitamos tu presencia para sellar el trato. -Dorian, la voz de su socio sonó por el altavoz.

-Llegaré en 5 minutos. -Respondió guardando el teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón.

Se volteó hacia la rubia, el rostro de esta, lleno de decepción. En ese momento tomó una decisión. Cuando el trato se cerrara, la llevaría con él.

-¿Te tienes que ir? -preguntó, haciendo un puchero.

-Tengo que hacerlo, amor -Delilah se acercó más a él, abrazándolo.

-¿De verdad? ¿Qué pasó con nuestra noche?

-Créeme, quería esto más que tú. -Se separó del abrazo y agarró su perfecto rostro entre sus manos. -Te veré mañana en la mañana -con su dedo pulgar comenzó a dar pequeñas caricias en su mejilla. -Empaca, nos iremos de viaje. -La rubia soltó un chillido de emoción.

𝐌𝐄𝐓𝐀𝐋 𝐆𝐈𝐑𝐋¹ ━━ Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora