CAPITULO 19

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Interrogatorio

Hayden

Caminaba detrás de aquel anciano, no parecía ser tan malo, solo que nosotros realmente no nos contuvimos y nos comimos su comida sin permiso. ¿de qué querrá hablar? ¿irá a imponernos algún otro castigo? ¿me interrogará? Me siento como un criminal...

Dejé a Úrsula encogida en un rincón, con la cara colorada de la rabia que tenía, es una chica sensible, pero en el poco tiempo que llevo conociéndola, nunca la había visto tan temperamental. Siempre estaba mirándome con cariño y asombro, sé que es una buena chica, y sé que debo acompañarla, mi instinto me dice que ella tiene la solución a mi problema, y no solo el mío; sino el de todos aquellos que se convierten en bestias.

—Hey, bribón — me dice aquel anciano — Entra aquí y siéntate.

Asentí con mi cabeza y seguí al interior de una de las cuevas dentro de la gran cueva. El lugar en general parecía un laberinto, solo quienes viven aquí se pueden orientar bien.

Empieza la interrogación.

Si, señores, era una interrogación cual criminal. Solo espero que la explicación que les dé les baste para dejarnos ir.

—¿Por qué están aquí? Contesta... — Pregunta el anciano mirándome fría y directamente.

—Nos perdimos en el desierto, caímos en un remolino de arena y llegamos hasta estas cuevas. — Respondo un tanto nervioso.

—¿por qué se comieron nuestra comida? — vuelve a preguntar el anciano, mirándome más cerca, noto que se le hace una marca entre ceja y ceja.

—Porque la vimos ahí... — Respondo — Que gran argumento para demostrar inocencia, nervios traicioneros.

El anciano me toma por el cuello de mi vestidura, me mira directamente a los ojos, amenazándome con los suyos.

—Lo siento señor — le respondo nerviosamente — habíamos pasado más de un día sin comer, y la guardia de la aldea de la reina Hogat nos perseguía, así que nos adentramos en el desierto, luego los tragó el remolino y aparecimos aquí, teníamos mucha hambre, realmente sentimos habernos comido parte de su sembradío.

Suspiro levemente y el anciano me suelta. Luego vuelve hacia mí y pregunta:

—¿Ya te transformaste en bestia?

Tragué en seco.

—Si, varias veces — le contesté — pero tengo preguntas para usted también. ¿Todos aquí se transforman en bestias? ¿pueden controlar no destrozar a su paso?

El anciano me miró compadeciéndose de mis preguntas y me contestó:

—Desde hace varios años que estamos ocultos en estas cuevas, todos somos exiliados de diferentes aldeas, y cada que las lunas se besan, nos encerramos en nuestras cuevas personales para no hacernos daño entre nosotros, vivimos en armonía y cada vez más ampliamos nuestros hogares explorando las cuevas. Hay una razón por la que no quería hablar con aquella mujer, y es que es una simple mujer. No nos entendería. Tu eres como nosotros, eres bienvenido a quedarte.

Quedé muy asombrado, nunca pensé que el interrogatorio terminara en una invitación, todos aquí eran como yo, pero lo que realmente deseaba encontrar, era una solución definitiva a este mal.

—Anciano — llame a aquel hombre viejo — ¿han tratado de encontrar una cura para este mal?

—Pobre niño iluso, no hay cura para esto, estamos malditos.

Él anciano me respondió con una burla en sus labios. Su mirada expresaba resignación y resiliencia. El viejo ha pasado por mucho.

—Y si decido quedarme... ¿qué pasará con mi amiga?

—No se puede quedar — dice el anciano un poco molesto — es peligroso tener a una persona normal aquí, se tiene que ir.

Me indigna su actitud, parece que tuviera algún perjuicio contra ella.

—Entonces no me quedo, no la puedo dejar sola.

El anciano que estaba de espaldas a mí, mirando una de las paredes de la cueva, llama a uno de sus amigos y le pide que me lleven nuevamente a la mazmorra, y que, en la mañana, nos dejen nuevamente a nuestra suerte en el desierto.

Me toman nuevamente por los brazos ubicándolos detrás de mi espalda, amarrando nuevamente mis muñecas. Le pido el favor al guardia que está a cargo de llevarme que esta vez no me empuje, que estoy dispuesto a colaborar y no me escaparé. El hombre entiende mi petición y me deja entrar tranquilamente a la celda.

Encuentro a Úrsula todavía en el rincón, con las rodillas en su pecho y su cabello hacia delante, me acerco a ver como se encuentra y toco su mejilla, para saber si no tiene fiebre, ya que en la mañana parecía estar enferma.

Estaba dormida.

Pobre chica, también ha pasado por mucho.

Me recuesto a su lado para darnos calor durante la noche fría, por lo menos ya no estamos a la intemperie, y nuestros estómagos tienen algo que digerir. Ella desprende un olor peculiar, me gusta su olor...

No sé en qué momento me quedé dormido, el día anterior pasó de una manera extraña, miro a mi lado y Úrsula esta tirada en el piso profundamente dormida, tiene una pierna montada en la pared de la cueva y la otra estirada, los brazos hacia arriba, la boca abierta y el cabello pegado a la cara, está en una posición tan chistosa que no puedo contener la risa.

Ella se levanta por el sonido ahogado de mi risa, no quería que me escuchara así que tapé mi boca, pero no fue suficiente. Se rasca los ojos, acomoda su cabello hacia atrás y me mira tan intensamente que creía que me daría un golpe.

—Buenos días, Hayden — me dice — ¿en qué momento llegaste que no me di cuenta?

—Llegué mientras dormías en el rincón — le contesto — Hablé ayer con el anciano, nos van a sacar de aquí en cualquier momento.

Ella me mira asombrada y me dice — Eres un gran negociador, podemos seguir nuestro camino a la ciudad de Metal.

En ese instante uno de los guardias llega y nos abre la celda, hace que lo sigamos por los pasillos de la cueva. Mientras estábamos caminando siento que Úrsula se queda atrás, y al voltear, está mirando con la boca abierta una de las paredes de la cueva.

—Entiendo lo que dice aquí — exclama — Hayden, no podemos irnos. 


Continuara...

URSULA Y EL MUNDO DE LEVIV (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora