4. 6 de Diciembre del 2021

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FEDERICO

¡Que mañana tan soleada! Extrañaba los días así, últimamente amanecía nublado. Me fue súper bien con las ventas, aunque no sé si fue por el calor o por la cancionzota que tenía en los parlantes.

You can dance
You can jive
Having the time of your life
Ooh, see that girl
Watch that scene
Digging the dancing queen...

Los oía tatarear mientras les servía.

Hoy no he visto a Victoria ¡No puedo creer que ya sepa su nombre! AAAAAAA.

Me pareció haberla visto yendo a la droguería, pero dudo que sea ella normalmente está bien vestida, no siempre elegante, pero nunca tan mal como iba esa chica; llevaba unas gafas de sol ridículamente grandes (algo que dudo que ella tuviera) y un sombrero aun más grande. Además, si hubiera sido ella seguro que ya habría estado aquí pidiéndome un raspado para el calor. Definitivamente ella no era.

Seguiré buscándola... En una mañana como esta sí o sí va a venir. Tiene que venir.

VICTORIA

¡Pero que resaca! Debo dejar este vicio ¿En serio Tori? ¡Tomarte dos six pack de cerveza no fue muy inteligente de tu parte!

Necesito un caldito de esos como los hacia mamá... A mí nunca me han quedado como le quedaban a ella. No quiero cocinar, tengo pereza y un dolor de cabeza que apenas me deja caminar, ire a la droguería a comprarme un Alka Seltzer (o tal vez dos).

Apenas salgo de mi cuarto noto que hoy es uno de esos días soleados en extremo ¡Pero que suerte me cargo! No tengo ganas ni de cambiarme, pero tampoco voy a llegar al punto de salir con la ropa de dormir. Normalmente duermo con unos pantalones suaves pero largos (los mosquitos en este lugar me tienen como mazorca) y una camisa que era de mi hermano, durante "su estirón" quedo más grande que yo así que su camisa me quedaba grande. Para salir me puse un jogger ancho gris, una camisa de tirantes blanca y, para cubrirme del radiante sol, mis gafas de sol más grandes junto con un gran sombrero. Lo que menos quería ahora era una migraña, bueno, empeorar la que ya tenia.

Cuando llegue a casa sentí un gran descanso, como un oso volviendo a su cueva. Tenía mucha hambre, no comía nada desde el desayuno de ayer ¿En qué momento llegue al punto de no comer por tristeza?

No lo sé, tal vez desde aquel día en el que...

La voz de mi cabeza, siempre recordándome lo que hago mal ¿Acaso no lo podía superar?

Eres tú la que no lo supera ¿No te das cuenta de que solo digo lo que tú piensas?

—Creo que es hora de que te calles —dije y aleje esos pensamientos.

Fue cuando abrí la nevera que encontré otra razón para no haber comido, menos mal no tengo hijos, no sabría cómo mantenerlos. Ni siquiera soy capaz de mantenerme en buen estado a mí misma. Ahora tengo que salir por comida, aunque...si duermo no siento nada y se me pasa el guayabo más rápido.

Tres de la tarde. Ya me salte el almuerzo también.

¿Acaso no sientes como ruge tu estomago?

¡Está bien! Comeré algo, pero no pienso cocinar, saldré a comer algo. Ya me siento mejor así que ahora sí me arreglaré. ¡Dios!¡Tantas opciones! Creo que este es el momento de crisis de cualquier persona vanidosa. Al final me decidí por un vestido sencillo azul oscuro con pequeñas flores blancas, con una abertura al costado que llegaba poco más arriba de la rodilla y de tirantes; un bolso pequeño negro para llevar el celular, porque dinero no tengo.

En el parque estaba el carrito de Federico pero no tengo ganas de algo dulce, quiero comida salada así que me dirijo a un restaurante que queda 4 cuadras más allá del centro—la comida aquí es como para estafar a los turistas que no saben lo que cuesta un almuerzo— en cambio, la comida allí es como para chuparse los dedos y, además, a un precio accesible. Sumémosle a esto que la dueña es mi tía así que me sale aún más barato. Normalmente le pago lo justo, pero estoy sin trabajo y soy una persona a la que siempre le ha costado ahorrar.

Mamá siempre te decía lo importante que es ahorrar ¿sólo ha pasado un año y ya lo olvidaste?

—¡Tori¡ —puedo sentir sus pasos corriendo hacía mi —Mi sobrina más cercana ¿qué haces en mi humilde negocio? —preguntó después de un apretado abrazo.

—Vine por uno de tus inigualables almuerzos.

—Oh, eso solo lo dices eso para que no te cobre —dice entre risas, noto como me sonrojo —Es broma, tú sabes que nunca te cobro —me aprieta un cachete y puedo imaginar cómo se pone más rojo —Pasa, siéntate ¿Qué quieres de comer?

—Algo ligero... —me frote el estómago, comenzaba a sentir hambre pero, si comía demasiado, devolvería todo.

—Ay, mi Tori—se acercó y puso su mano en mi hombro —¿Cuánto llevas sin comer?

Amaba que me conociera tan bien. Ella sabía todo de mí, aunque eso también jugaba en mí contra algunas veces. Solo negué con la cabeza gacha, no quería verla a los ojos. No podía.

—Tienes que dejar ese vicio, corazón —ahora estaba en la cocina.

—Lo sé...

—Entonces —levante la vista —¿Cuánto llevas sin comer?

—Un día... y medio.

—Ya entiendo porque comes "algo ligero", donde comas mucho lo devuelves.

—Exacto.

Note que se apresuró un poco más cuando le dije el tiempo que llevaba sin probar bocado. Diez minutos, ese fue el tiempo de espera y cinco fueron los que tardé en devorar el delicioso platillo que mi tía me dio.

—Lamento no poder pagarte hoy, a penas consiga dinero de pago.

—Sabes que no tienes que hacerlo. Cuídate, por favor —no sonaba como petición, sonaba como suplica —No quiero que nada malo te pase a ti también.

Me abrazó. Un abrazo que definitivamente necesitaba, fue un consuelo que la bebida no podía darme. El amor humano. No pude evitar echarme a llorar, pensé que ya lo había superado pero, creo que algo así nunca se supera del todo.

—Considero que es hora de que lo comiences a tratar profesionalmente. Se te está volviendo una adicción.

Tenía razón, pero eso empeoraría mi situación legal.

RaspadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora