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—Calamardo no merecía lo que le pasó –comentó en voz alta con tristeza– él solo era una pobre persona en sus 30 años que estaba lo suficientemente cansando de la vida como para que alguien fuera y lo molestara como una gastritis crónica.

Suspiró con pesadez, no entendía por qué Bob esponja le gustaba entrometerse en la vida de esa pobre alma. Aunque eso sólo era una distracción; si era sincero, solo quería evitar su trabajo.

Pensaba en el pedido de Lizeth, pero también pensaba en quién era y como había llegado hasta allí, recostado en el sofá viendo una caricatura, tratando de evitar sus responsabilidades, y también el sentimiento de tristeza que siempre le pesaba. No en la mañana ni en la noche, sino todo el día. Todos los días.

Suspiró una vez más, y se levantó en dirección al baño.

Si hablamos de los hechos puedo decirte que el cansancio que se ocultaba detrás de sus ojeras no era un simple cansancio y ya. A veces se sentía exhausto, a veces se sentía derrotado, pero nunca bien.
Aunque eso podía cambiar.

Tenía el pelo rojizo por la tintura de pelo que se había aplicado algunos meses atrás. Era naranjo de nacimiento, no obstante, siempre lo habían molestado por su extraña tonalidad, así que prefería ocultarlo.
Su cabello constaba de un liso algo ondulado, pero que gracias a la almohada siempre se encontraba desordenado también.

"No se ve mal tampoco"

Había pensando en algunas ocasiones. Le gustaba más que su peinado original. Constaba de unos ojos verdosos avellana y de una piel pálida debido al trabajo y a la falta de luz solar, ya que no le gustaba abrir sus cortinas durante el día. Tenía pestañas cortas y cejas delgadas; labios de una forma que se puede describir cómo atractiva, y un rostro curvelinio.

Se lavó la cara intentando despertarse con el agua fría, y se puso en marcha.

Al llegar a la computadora, lo primero que hizo fue investigar qué le había pedido Lizeth.
Después de buscar un poco, encontró el archivo de las cámaras cómo le había indicado ella, en donde se podía apreciar la conversación de la cual le había platicado, que habían tenido momentos antes con el chico, registrada ahora en los datos.

No obstante, hubo un detalle que le llamó la atención.

Después de retrocerder la grabación, pudo ver que el hombre había estado esperandola desde hace un rato atrás. Es más, se apreciaba cómo él la había observado cuando estaba siendo golpeada hace unos momentos.

Le dio curiosidad. La había esperado, todo el tiempo que ella había estado inconsciente.
Lo que le daba a entender que el encuentro había sido planeado con anticipación, y que él ya sabía de su pequeña "rutina".

Suspiró. Estaba cansado. Más al caer en cuenta de que no sabía quién era esta persona. No le quedaba de otra que investigar.

Después de unos minutos, encontró lo que necesitaba.
Su nombre era efectivamente Audrey, nuevo en la facultad de Arte y Literatura, llegado recientemente hace unos días. Supuso que lo habían transferido tardíamente, ya que hace un mes habían empezado las clases.

Después de unos momentos, cayó en cuenta de un detalle: su clase estaba al lado de la de Lizeth. No le sorprendía, ni tampoco le parecía coincidencia, así que, después de un par de tecleos, logró transferirlo a la misma clase que ella. Sabía que Lizeth no era ingenua.

Y que si querían descubrir que ocultaba, debían apostar primero, y hacer la primera jugada.

*•*•*


Era de mañana, y el aire estaba helado.
Cómo era habitual, sentía frío en sus piernas protegidas por unas pantis que exigía el uniforme. No podía ponerse algo a parte de eso, aunque quisiera, y por más frío que tuviera. Aunque a ese paso pensaba que iba a morir por falta de calor.

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⏰ Última actualización: Feb 06, 2023 ⏰

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