6.- No con mi sangre

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Sabía que este momento llegaría, pero no tan cerca y no así. Ni siquiera hemos podido poner un ataúd abierto. Su rostro está tan desfigurado que... Aparto la cabeza de la situación y miro el césped. Este cementerio es precioso, de hecho es de los mejores del país, pero aun así no parece lo suficiente bueno. Si por mi fuera, hubiera convertido la parte trasera de mi jardín en su tumba para poder ir a verlo cada día, pero nuestros padres...

—Levanta la cabeza, Vanya. Ahora estás al mando.

—Yo no quería esto en primer lugar.—Advierto pero mi padre se acerca a mi sorteando a mi madre, que mira el ataúd de Vanko con los ojos idos.

—Te toca madurar y ocupar su puesto.

—Que lo ocupe algún primo. A mi no me interesa una mierda todo esto.

—Es lo que Vanko hubiera querido.

—No. Lo que Vanko quería es lo que le ha matado.

—¿Tienes pruebas?—Niego una vez más. Él ya sabe que no tengo pruebas, pero sé que ha sido ella. Sé que ella lo ha matado. Lo lleva escrito en todos sitios.—Sin pruebas no voy a iniciar una guerra contra los Sokolov, porque sabes tan bien como yo que tienen el poder necesario como para borrarnos del mapa. Esto es así, supéralo.

No logro entender como puede ser así. No me cabe en la cabeza como no quiere mover todo el mundo y destrozarlo hasta que se haga justicia. No entiendo como puede mirar el ataúd y la lápida preparada con su nombre y apellido y no morirse de dolor. ¿Es que es jefe antes que padre? ¿Es que no quería a Vanko tanto como yo?

—Nos vamos, querido. Tengo cosas que hacer.—Habla en un murmuro mi madre. Está afectada, pero no tanto como debería. Quizás sí que los mafiosos se plantean que, en algún momento, es posible que sus hijos tomen el mando y puedan resultar heridos. Quizás simplemente aceptas que todo el mundo a quien quieres puede morir. O tal vez solo somos un relevo y no sus hijos.

Se van lentamente, caminando elegantemente mientras el chofer les espera, con el motor encendido. Ni siquiera han apagado el motor del coche. Así de rápido tenían pensado velar a Vanko. Me adelanto varios pasos y acaricio la madera de su ataúd, fría y firme. Los años pasarán y la madera seguirá, pero Vanko se habrá convertido en comida para bichos y en un puñado de huesos que un día contuvieron a la persona que más amo en el mundo. No imagino un mundo sin él. No imagino un mundo en el que soy hijo único. En el que él no esté con su sentido del humor haciendo bromas ni con su colonia que lograba quedarse hasta en mi ropa. No puede existir un mundo sin él. Mi mundo no puede sin él.

—No ha tenido ni la cara de venir.—Dice Avel mientras avanza un par de pasos y se pone a mi lado. Él es lo más cercano que me queda a un hermano y aun así, nunca le llegará a las suelas de los zapatos.

—¿Para qué iba a venir? Ya lo ha matado.

—No tiene mucho sentido, Vanya. ¿Por qué iba a matarlo antes de la boda? Así no hereda ni dinero ni nada.

—No necesita dinero. Lo ha hecho simplemente para mantener el poder.

—¿Cómo? Ya tiene todo el poder que quiere. Nosotros no pinchamos ni cortamos. Tenía más poder con Vanko vivo casándose, no muerto.—Giro la cara inmediatamente al escucharlo.

—No hables así de él.

—¿Cómo? Vanya, Vanko ya no está.

—Siempre estará.—Le corrijo y miro la foto que corona su ataúd. Era tan guapo e inteligente. Vanko siempre fue mejor que yo. Siempre estuve a su sombra y nunca me molestó, de hecho, me sentía cómodo en ella.

Todo el mundo se ha ido y el ataúd está ya bajo tierra, pero aun así no puedo alejarme. No puedo dejar de pensar en que en algún momento, Vanko aparecerá diciéndome que ha sido una broma, o simplemente una táctica para engañar a sus enemigos, lo que sea. Tengo la fe de que aparecerá por detrás, tocándome el hombro y luego la cabeza, despeinándome mientras se ríe. Miro por encima de mi hombro para comprobar que por desgracia, nadie viene hacia mi. Me encuentro solo, mirando su lápida con la piedra grabada. Gran hijo, gran jefe, mejor hermano. Menuda mierda. Se merecía algo mejor. Se merecía que pusiera algo como que el cielo deja de brillar por tu partida o algo así. No sé, pero algo mejor. Algo que describa el dolor que siento dentro.


Me obligo a abrir la puerta de casa y a simplemente entrar. No quiero hacerlo, quiero seguir en el cementerio, pero aparentemente cierran y no puede quedar nadie dentro. Menudo gilipollez. Me siento en el suelo, apoyándome contra la puerta.

—¿Vanya?—La voz de Matis se hace real cerca, bajando las escaleras, vestido con unos vaqueros claros y una camisa blanca vaporosa. Siempre tiene pinta de ser un pintor ilustre o el modelo que lo retratan. —¿Cómo lo llevas?

—¿El qué?—Lo miro desde abajo, parpadeando muy poco. Estoy muy cansado.

—Pues... Ven aquí, anda. Vayamos a la cama. Necesitas dormir. ¿Cuánto hace que no duermes?

—No quiero dormir.

—¿Por qué?—Se agacha hasta quedar a la misma altura y apoya sus manos en mis rodillas.

—Tengo que estar despierto por si Vanko vuelve.—Murmuro cerrando los ojos. No estoy loco, sé que es una posibilidad muy pequeña. Pero aun así, nunca se sabe. Se hace un silencio incómodo y él empieza a acariciarme el pelo.

—Cariño, él no va a volver.

—No lo sabes. Quizás ha sido todo una farsa para cubrir su identidad.

—Vanya...

—No lo sabes. ¿A que no puedes estar cien por cien seguro?—No dice nada así que lo tomo que tengo razón.—¿Ves? No lo sabes.

—Vanya estás en la fase de negación. Es normal. Pero déjame que te lleve a la cama. Dormiremos unas buenas horas y mañana lo verás todo diferente.

—No.—Digo pero me dejo arrastrar por sus manos hasta la habitación.

No sé como puede estar pasando esto, es algo para lo que aunque quería creer que estaba preparado, no lo estaba. Matis me acaricia el pelo mientras tararea una canción familiar. Sé que esto no quedará así. Pienso encontrarla y hacerla pagar.

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¡Hola! Siento el retraso, precios@s, esta semana es algo caótica. Ya os contaré más por instagram.

Kravchenko ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora