8.-Mentalidad de tiburón

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No tengo noticias de Matis desde que se fue a Madrid y tampoco puedo culparlo. Sé que pedir que sienta el mismo grado de dolor que yo es demasiado, sobre todo porque él no ha perdido a un hermano. Ya no sé que hacer porque no encuentro ninguna manera de hacérselo pagar y eso está revolviendo mi mente. Me mojo las manos de nuevo en la pica y cierro el grifo, que me deja en silencio en el baño, mirándome de nuevo al espejo. ¿Cómo puede ser así de difícil? ¿Cómo lo hubiera manejado Vanko? Me he hecho esta pregunta tanto últimamente que no sé si me estoy volviendo loco, pero casi puedo sentirlo a mi alrededor. Avel dice que es su ausencia, sin embargo, estoy dejando de compartir mis sentimientos con él porque solo me hace sentir aún peor. Me paso las manos por el pelo y me miro para asegurarme de que tengo un buen aspecto para mi invitado. Abro la puerta y camino con confianza, no dejando ver mi lado débil y sensible.

—Que bien hueles.—Dice de manera cariñosa. Ni siquiera sé como se llama, pero me gusta su pelo, corto y rubio, muy cuidado, ligeramente más largo en la parte de arriba, dándole un aspecto casual pero limpio.

—Gracias. ¿Cómo te llamas?

—Gabriele.—No tiene acento, o si lo tiene yo no lo noto. Sus ojos son verdosos lo cual me molesta un poco. El chico se levanta de la butaca y se acerca a mi, alargándome la mano. Formal, educado y profesional, algo difícil de encontrar entre su profesión.—Pero puedes llamarme como tú quieras.

—¿Qué te hace pensar que quiero llamarte de alguna manera?

—Tienes esa clase de mirada triste que me dice que necesitas reemplazar a alguien.

—No creo que sea el caso.—Ha acertado, pero no de esa forma, creo. Le estrecho la mano y él sonríe al momento, transmitiéndome el calor de su piel.

—¿Cómo debería llamarte yo?

—Señor Kravchenko.

—Que serio eres. ¿Siempre eres así de serio?

—No somos amigos.

—¿Qué servicios requieres de mi, señor Kravchenko?—Puedo notar la burla sugerente en su tono de voz, pero no me molesta, no cuando tiene unos labios así de apetecibles. Son bastante rellenos y rosados, hidratados, probablemente cuidados.—¿Quieres besarme?—Asiento sin más y él se acerca, lo suficiente como para que las puntas de nuestras narices se toquen. Siento la tensión en cada parte de mi cuerpo, pero sobre todo en la base del pene. Pequeños movimientos, apenas perceptibles, pero reales y rápidos. Mi miembro se despierta, apretando contra la bragueta del pantalón de mi traje. Gabriele levanta una mano y la pone en mi pecho, justo encima de mi corazón, acariciándome el pectoral.—¿Quieres que te abrace?—Lo pregunta pero lo hace sin esperar la respuesta, apoyando la barbilla en mi hombro. Su olor es tan suave y delicado... parecido a la colonia de... Lo aprieto contra mi, delatando mi propia erección.—Voy a cuidar de ti, señor Kravchenko.—Me gusta como suena, me gusta el tinte de respeto pero aun confiado, sin miedo, solo respeto. Sus manos bajan por mi espalda lentamente, haciendo la espera mucho peor. Muevo las manos hacia su cara y lo aparto para poder besarlo con fuerza. Su boca sabe bien, a menta o hierbabuena. Meto la lengua sin previo aviso y lo oigo gemir sutilmente, lo cual me hace gemir a mi también. Tenemos buena química aunque no es lo mismo que con Matis. Nunca habrá nadie como él, nadie ha logrado que sienta amor salvo él y Vanko. Recuerdo los castaños ojos de Vanko, inocentes y siempre cargados de luces. ¿Por qué? Nunca lo entenderé. Dejo que el chico me empiece a quitar la camisa metiendo los dedos entre los botones mientras me empuja ligeramente hacia la cama. Recuerdo a Vanko llorando cuando era un niño de diez años, pidiéndole a nuestros padres que le dejaran tener una serpiente. Amaba a los animales y cuanto más peligrosos parecieran, más le gustaban. Gabriele finalmente me da un suave impulso que me hace caer en la cama de espaldas. Se ríe y se sienta a horcadas sobre mis caderas.—Eres sexy.

—брат. Llámame брат.—Pronuncio lo más abierto posible para que lo sepa imitar.

—¿Cómo?

—брат.

—¿Qué significa?—Pregunta quedado mientras termina de abrir mi camisa. Me acaricia el estómago con cuidado, jugando con la fina línea de pelo de mi pecho que baja hacia el ombligo.

—No necesitas saberlo. Solo llámame así.—Le doy la orden y la sigue a la perfección mientras me provoca moviendo el culo sobre mi erección. Quizás si lo intento fuerte, pueda pensar en Matis o en alguien que me logre... Sus manos eran grandes, pero no rudas, al menos no demasiado. Vanko era cuidadoso con los detalles, sin tinta que manchara su piel ni el pelo largo, prestaba atención a los detalles y su piel siempre desprendía un olor familiar que me hacía sentir como cuando éramos niños. Echo tanto de menos su risa, su manera de quitarle importancia a los problemas o como solía pasar el brazo alrededor de mis hombros. Ni siquiera soy consciente de que el chico ya me ha bajado los pantalones, dejándome el miembro al descubierto.

—Voy a hacerte sentir bien, брат.—Instintivamente lo miro y veo a Vanko. Siento esa felicidad en sus ojos y esa luz tan aniñada, sin rastro de maldad, solo amabilidad y generosidad. Abre la boca, rozándose los labios con la punta de mi pene. Tiene unos labios preciosos, de verdad que sí. Vanko es tan guapo... Lame delicadamente la punta, jugando, admirando mi reacción, mientras clava los ojos en los míos. Vanko, vanko, vanko. Su olor, sus abrazos... Fijo mi mirada también en la suya, desenfocando el movimiento de su cabeza, que sube y baja de manera avariciosa sobre mi, llenándome de placer.

—Vanko, Боже.—Suspiro y finalmente cierro los ojos, con la piel a punto de explotar en llamaradas. Apoyo la cabeza en la cama y dejo que mi mente vuele libre, por donde quiera, únicamente disfrutando. Su lengua es tan cálida y rápida... Sin duda sabe lo que hace. Vanko, te quiero, te quiero, te deseo, te echo de menos, quiero sentirte cerca. Sus labios se estrechan hábilmente alrededor de mi pene, como si lo hiciera lleno de felicidad y no a cambio de dinero. Como si me quisiera, o si quisiera que me corriera en su boca. Muevo la mano por mi vientre hacia su pelo y le acaricio la cabeza. Vanko tiene el pelo tan suave... Vanko.... Abro la boca cuando siento las oleadas del orgasmo acercarse, inclinando ligeramente las caderas para poder llegar al éxtasis. 

—¿Continúo, брат?—Para un momento y yo lo miro a los ojos. Esos ojos no son los de Vanko pero me fuerzo a pensar que si lo son. Asiento y él me agarra la base del pene con la mano antes de metérselo en la boca de nuevo.

—Te quiero, Vanko.

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Siento mucho haber tardado tanto tiempo pero odio demasiado este personaje y meterme en él es UN TRABAJAZO.  Gracias por la espera, jo. Vanya está enfermo, tio, que mal. JAJAJ

Kravchenko ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora