4.-Le daré una oportunidad

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Solo sé que Vanko me debe una. Una del tamaño de Rusia precisamente. No sé ni porque he accedido a esto cuando sé como va a acabar. ¿Es que piensan hacer el numerito de la pareja enamorada? Porque no sé si me reiré o reventaré en un ciego de ira y empezaré a abrir fuego contra todo lo que se me cruce.

Entro en el restaurante, que tiene pinta de caro. Tengo claro que ella no le está usando por el dinero, pero aun así no me gustaría ver que Vanko se gaste todo su dinero en ella. Suspiro buscándolos con la mirada hasta que los encuentro, sentados uno al lado del otro, mientras ella mira el móvil él la mira a él. ¿Cómo puede no verlo? ¿Cómo no puede ver que es un negocio?

—Vanko.—Digo cuando me acerco. Evito mirarla pero sé que me mira.

—¿No vas a saludar a Alyeska?

—Hola.—Digo sin mirarla aun. Me siento delante de Vanko y miro fijamente la mesa.

—Puedes mirarla eh.—Me dice él riéndose.

—Lo sé, pero prefiero no hacerlo.

—Seremos familia en breve.

—Dejame dudarlo.—Digo amargamente. —La familia no la hace que tenga nuestro apellido.

—Yo no pienso coger vuestro apellido.—Dice ella por primera vez desde que me he sentado.

—¿Cómo?—Vanko la mira y ella se encoge de hombros.

—No pienso quitar mi apellido.

—Tendrás que hacerlo porque nuestros hijos no pueden tener dos apellidos.

—Claro que no, tendrán el mío.—Dice ella de manera tranquila mientras vuelve la mirada al móvil que vibra con urgencia.—Lo siento, tengo que atender esto.—Hace el gesto de levantarse de la mesa pero Vanko la sienta haciendo presión en su hombro.

—Puedes coger la llamada aquí, hay confianza.

—Ah, ya.—Asiente y contesta en francés. Francés. Claramente. Sabe que no lo hablamos. Vanko me mira y sube las cejas. ¿De verdad se esperaba que ella cediera así de rápido? Él se cree que ella es la clase de chica a la que puedes manipular. Parece hablar con soltura, como si hubiera sido algo que haya hablado desde pequeña, lo cual me hace preguntarme cuantos idiomas habla. Esta chica le queda grande a Vanko en aspectos que él no logra ver, ya que él piensa que ella será una incubadora humana y un bonito florero. Esperamos en silencio hasta que ella termina de hablar y pone el móvil en la mesa de vuelta, boca abajo. Este gesto no pasa indiferente a Vanko, que mira sus manos curioso. Demasiado posesivo con algo que no le pertenece.—Disculparme, ¿de qué hablábamos?

—Nuestros hijos.

—Eso, sí. Mi apellido, sin duda.

—¿Por qué?

—Porque los paro yo.—Sonríe anchamente y ahora si la miro. No le veo falla a su lógica porque en esta estoy con las mujeres. Si yo tuviera que expulsar a un humano enano por uno de mis agujeros quisiera más reconocimiento del que se les suele dar.

—Pero yo soy el hombre. Seréis mi familia. Somos un clan.

—Vanko, ¿estás seguro de que quieres una esposa o una esclava?—Pregunta girándose para mirarlo de frente. Puedo ver como lo atonta con la mirada, pestañeando un par de veces mientras él mueve los ojos por todo su rostro. El secreto está en la mirada, entonces.

—Quiero una familia. Quiero ser la familia más poderosa que haya.

—Entonces me necesitas. Y si quieres algo de mi, yo pongo las condiciones. Como lo que pides de mi es que te para como mínimo a un niño, llevará el nombre y el apellido que yo quiera, si no, te puedes ir a buscar a la camarera esa de grandes tetas que te ha sonreído al entrar y que ella se deje mangonear por ti.

Kravchenko ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora