7.-En el momento correcto

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Todo en esta vida se paga. Tarde o temprano se paga. Tengo que reconocer que me ha costado encontrarla, porque protege su identidad de manera cautelosa, sobre todo a su huella digital. No he podido encontrar nada más allá de un par de fotografías que fechan de veranos anteriores, incluso antes de conocer a Vanko. Para mi suerte un soplido alemán dice que envían a alguien a por ella, por lo que será sencillo negociar con el mercenario, darle dinero y simplemente atraparla yo. No sé que quiero hacer ni como abordar el tema, pero sé que tiene que ser mía.

Tengo a uno de los operadores del aeropuerto comprado y todo vuelo procedente de Alemania controlado. Me enviará los nombres en cuanto aterricen para que mis hombres cotejen datos y así encontrar al mercenario. Honestamente, tienen valor.

Mucho valor de enviar a un solo hombre a por un pez tan grande como ella. Y no solo grande, sino tóxico, repleto de veneno, feo y mortal. Maldita zorra, si pudiera simplemente llamarla y reunirla en algún sitio... Pero está claro que nunca accedería. Es mucho más lista que eso.

Bebo de mi copa de champán mientras mis hombres cotejan los datos de los vuelos, para saber cuantos llegan, a que hora y con quien dentro. Si hubiera sido yo quien mandara a alguien, mandaría a un hombre fuerte, alguien que le imparta miedo, que la siga por la calle y la atrape o... no sé. No sé si esa es la mejor estrategia, porque ella podría sospechar. Quizás una mujer. Mandaría una mujer y que se haga su amiga. Que la traicione y le haga daño, pero que no la vea como una amenaza al principio.

No lo sé. Me nubla el odio. Solo quiero que sufra.


Lleva dos días sin salir de su casa y eso me preocupa. ¿Se lo ha cargado? ¿Es que esta tía es un titán? Imposible. No puede haber matado a un tío de esa altura y con esa pinta tan rápido. Si no, habré perdido toda mi fe en la mafia alemana. Al final tendrá razón Alyeska y Rusia sostiene el poder en este juego. Suspiro desde el coche y miro a Avel que me devuelve una mirada confusa.

—Creo que es un momento estupendo para rendirte.—Sugiere mirando por la ventana. El chofer no presta atención, solo mira fijamente la portería por si alguien sale.

—¿Rendirme? ¿Es que no quieres vengar a Vanko?

—Lo siento pero creo que estás mezclando cosas.

—¿Cómo?

—¿No crees que si hubiera sido obra de los Sokolov no estarían presumiendo de ello? No es típico de ellos matar a alguien y no darse el crédito.

—Esta vez no ha sido algo en conjunto, ha sido ella.

—Yo sigo dudándolo, Vanya.—Me dice mirándome fijamente. Por supuesto que no tengo una prueba tangible, no dejó huellas o una jodida carta admitiéndolo pero, en el fondo lo sé. Lo sé y eso para mi es suficiente. Literalmente no puede haber nadie más y esa pintura. Aparto la mirada de Avel y miro por la ventana. Solo quiero justicia. ¿Estoy tan equivocado que no veo?

Pienso en Vanko, en mis recuerdos favoritos de él, donde siempre estaba riéndose y siendo optimista, en como su boca se estiraba formado pequeñas arrugas a los laterales y sus azules ojos se sentían como un soplo de aire fresco. Echaré de menos como su perfume se mezclaba con el olor de su piel o como su pelo caía grácilmente sobre sus orejas. Reviso mi móvil pero Matis no me ha escrito desde hace días, desde que empecé a seguir a Alyeska y a controlar sus pasos. Según él estoy embarcándome en algo muy malo y que me contaminará la vida. Pero claro, él no ha perdido un hermano. 

—Llévame a casa, dejaré a uno de mis hombres vigilando.—lo digo en voz alta para el chofer y a la vez escribo a uno de mis hombres para que ocupe la posición y espíe con disimulación. Supongo que un solo hombre es mucho menos visible que el mismo coche constantemente en el mismo sitio. Suspiro y miro el paisaje cambiar lentamente, con luces de ciudad y sonidos de restaurantes abarrotados, echando de menos la tranquilidad de mi casa, pero sobre todo a Matis.


Cuelgo la llamada con mi padre, enfadado, estresado y sobre todo, decepcionado. ¿Por qué todo el mundo parece haber pasado página? No lo entiendo. Solo ha pasado un año, ¿no? Vaya, un año, pero aun así... Yo lo vivo como si fuera ayer. Se siente como si Vanko me hubiera abrazado ayer por última vez. 

—Deberíamos mudarnos, bebé.—Matis suena triste pero no tengo ganas de consolarlo. No hoy, no desde hace un tiempo. No puedo fragmentarme así y él no entiende que encontrar a Alyeska y esperar el momento adecuado para mi venganza tiene prioridad sobre todo. —Creo que deberíamos incluso cambiar de país.

—¿Y qué pasa con el negocio familiar?

—Que se encargue Avel.

—Avel.—Repito y me rio soltando aire de manera irónica.—Avel no podría ni encontrarse el pito.

—No te hace bien esto. Has cambiado por completo. ¿No lo notas?

—Si bueno, no todos los días me matan un hermano.—No quiero ser borde, pero tampoco comprendo porque a todo el mundo le parece tan sencillo olvidarse de Vanko. Mis padres apenas hablan de él, así que no me he molestado en decirles lo que planeo, por que, ¿para qué? Vanko era el favorito y lloran su ausencia así... ¿Qué pasaría si yo muriera? ¿Me harían siquiera un entierro o me enterrarían en mi propia casa, como a un perro casero?

—Creo que deberías ver a un profesional. No es malo pedir ayuda. Todos necesitamos ayuda en algún punto, cielo.—Sé que quiere ayudar, pero no puede. Nadie puede. —Me da miedo que no superes esto.

—Nunca se supera una perdida así.

—Claro que sí. Si no vivirías en puro dolor y no es ni sano ni coherente. Vámonos lejos, Vanya, por favor. Vámonos a un sitio donde no tengamos que temer por ir cogidos de la mano. A un país que nos acepte y que tenga mucha luz. Vamos lejos para poder querernos.—Miro su cara, ilusionada, con los ojos llenos de posibilidades y las manos abrazadas alrededor de una almohada. Matis me trae mucha paz y luz. También felicidad. ¿Pero quién vengaría a Vanko si yo me rindo? Sé que Avel no lo hará y mis padres mucho menos.

—Mis padres quieren que me case y tenga hijos.—Lo suelto sin más porque no se como decirlo. No es algo que quiera. No es algo que llame mi atención. Pero... La familia.

—¿Cómo?—Puedo casi oír el momento en el que su corazón se parte. —¿Piensas hacerlo? 

—Tengo que hacerlo. Tengo que continuar el apellido. Es algo importante para el clan.

—¿Por qué? Está Avel.

—Avel no es suficiente. Tiene que ser por mi parte o la de... Pero él ya no.—No puedo romperle el corazón así. —Yo quisiera que las cosas fueran diferentes.

—No es cierto. Si lo quisieras acabarías con esta locura, persiguiendo alguien que quizás no tiene nada que ver. ¿Te has parado a pensar que la chica sea inocente?

—Creeme que Alyeska Zolotova es de todo menos inocente. Se mueve en las mismas aguas que yo.

—¿Y eso la hace merecedora de morir?¿Te crees dios, Vanya? Esto se te ha ido de las manos totalmente. ¿Cuál es tu plan, eh? ¿Casarte y acostarte con una tía para dejarla embarazada y tenerme a mi también? Que injusto eres.—Se levanta de la cama y empieza caminar en círculos hasta que finalmente abre un cajón y lo empieza a vaciar. Su ropa. —Me voy. Necesito pensar. Me voy a mi casa.

—No hace falta.

—Sí. Si quieres tener a tus padres felices viviendo una mentira yo no seré parte de ella. —Me aclara como me había temido. Yo no quiero hijos. No quiero tener que besar a una mujer. No quiero tener que fingir que la quiero. Lo veo meter toda su ropa en una mochila deportiva de color gris, viendo como poco a poco consigo alejar a la última persona que quiero de mi lado.

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¡Hola! Quiero aclarar que obviamente este libro es complementario a Sehnsucht y a Smutno, por lo que no tendrá ni la profundidad ni la largura de los mencionados. Es complementario, quiere decir que probablemente saltemos en el tiempo y no veamos tanto detalle como en los otros, pero se compensa porque Vanya tiene capítulos tanto en Sehnsucht como en Smutno. 

¡Nos vemos mañana con La caída!

Kravchenko ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora