Mis manos se congelan, la nieve se precipita del manto obscuro de la noche. Cada paso cuesta más hacerlo por la gruesa capa de nieve que cubre el camino. Los arboles susurran y me envuelven en su sonido mientras camino.
He estado caminando durante mucho rato y no hay señal de casa. Dudo que esté perdido, conozco a la perfección este lugar lo he recorrido desde que tengo uso de razón, tal vez desde antes.
Finalmente veo las luces arriba de la colina. Haciendo mi ultimo esfuerzo subo la pequeña colina y me acogo dentro de la casa de madera y roca. No es grande pero es acogedora. Me caliento bajo las llamas de fuego de la chimenea.
Mi cuerpo vuelve a la vida, mis brazos se relajan pero todavía me siento muy débil. Hoy fue un día duro.Mi mamá baja las escaleras de madera pegadas a la pared que tengo detrás. Tiene su pijama azul que siempre usa en las noches antes de dormir. Su pelo rizado y negro le baja por los hombros hasta la espalda. Tiene unos ojos cafés llenos de vida y alegría.
-Tengo frío mamá
-No te preocupes Louis, vas a estar bien. Ahora trata de dormir pequeño.Se acerca para darme un fuerte abrazo. Me acomodo entre sus brazos para calentarme. Después de un tiempo el sueño me gana y me quedo dormido bajo su protección.
La luz del sol me despierta en la mañana siguiente. Miro alrededor para saber que estoy en mi cuarto. Eso significa solo una cosa, terminaron las vacaciones. Voy a la escuela.
• • •
Me levanto de la cama y me cambio con el uniforme a toda prisa. El uniforme era una playera naranja con azul cielo y un pantalón gris, me quedaba chico porque mis papás no tenían dinero para comprarme el uniforme todos los años. Después me pongo una chamarra gruesa que me regalo un amigo de mi papá y unos guantes (que también me los regalaron, el amigo de mi papá).
Oigo el grito de mi mamá que me llama a desayunar. Bajo corriendo las escaleras de madera que rechinan a cada paso que doy. En la cocina mi mamá cocina quien sabe que cosas en la estufa de leña que tenemos. Me siento en la mesa (también de madera) y espero el desayuno. Llega un plato con frijoles y huevo en una tortilla.
Me lo meto en la boca en cuatro bocados, con apenas masticarlo me los trago.
Unos zapatazos bajan las escaleras. Mi papá vestía su camisa con tirantes de carpintero y unas botas gruesas y negras. Su cabello café obscuro estaba despeinado. Como todas las mañanas se siente al lado contrario de la mesa donde estoy yo y pide su desayuno mientras lee el periódico.
Mi mama le da un beso y él se lo devuelve. Le trae un plato con huevo y frijoles. Se atraganta justo como yo pero con más comida por bocado.
Cuando acabo llevo mi plato a el fregadero y salgo para lavarme las manos en un tambo con agua que mi papá compra cada mes. Después agarro un poco de agua con una vasija de plástico y me la llevo a dentro para enjuagar mi plato.
Cojo mi libreta para la escuela y un lápiz con una goma. El camino a la escuela es largo pero ya estoy acostumbrado a caminar, a veces hasta correr. A pesar de que la nieve tapa el camino de tierra y lodo no se me dificulta como llegar. Hace mucho frío, mis pies junto con mis piernas se congelan por los zapatitos que tengo.
Al cabo de un rato de caminar llego a un pequeño edificio blanco con rayas rojos y otros niños corriendo alrededor. Está cercado el lugar para que los animales del bosque no pasen. Pero ahorita casi todos están hibernando.
Ya en el salón, con mis compañeros que son muy revoltosos. Siempre gritan y corren, algunos hasta se golpean. Pero ahora veo una niña que antes de las vacaciones de invierno no estaba. Está callada y sentada, con las manos pegadas a ellas para calentarlas.
Me acerco un poco caminando.
-¿Quien eres?.- le pregunto
-Jeanellin pero puedes decirme Jeane, ¿Y tu?.-su voz tímida me resulta agradable a comparación con las ruidosas voces de los demás.
-¿Que haces aquí?
-Lo mismo que tú, estudiar
-¿Enserio?
-Si
-¿Te gusta estudiar?.- pero se quedo callada un momento antes de contestar como si temiera que la regañara
-Si
-A mi también, pero a nadie le interesa. La matemáticas me gustan mucho
-¿Enserio?, a mí también
-¿Que sabes de ellas?
-Bueno..., se muy poco solo se sumar, restar y multiplicar
Pasmado una chispa se enciende en mí, sabe restar y multiplicar. Es mi oportunidad de aprender a restar y a multiplicar.
-¿Te importaría enseñarme?, tal vez te rías pero no se restar ni multiplicar.
-Claro que no. Mira ven
Me enseño todo lo que sabía de restar. Le quitas números a los números. En eso llega la profesora y pide que todos se sienten. Yo me siento a lado de Micaella. Pero ella y yo somos los únicos que le hacemos caso. Empieza a hablar un poco más desesperada, hasta que solo lo dice a gritos se sientan y se callan.
-?Alguien sabe cuáles son los tipos de arboles que se usan para la carpintería?.- empieza con su tono habitual cuando empieza una clase.
Miro a través de la ventana el exterior. Como caen los copos de nieve, los arboles llenos de nieve y el cielo más blanco de todo el año. Dejo la clase atrás y me pongo a pensar que sería de los animales sin el invierno.
Es necesario que Michelle me de un codazo para que me entere que la maestra me hace una pregunta. No se que hacer, si le digo que no se me va a enviar a el rincón para pegarme con la vara y si le contesto mal, me va a mandar a el rincón y me va a pegar con la vara.
-No se.- le contesté dudoso
-¿Y sabes que pasa con los niños que no saben?.- todos me miran con lastima o temor
-Si. Lo siento.- en seguida reflexiono mejor que es lo que acabo de
-Al rincón
-No, por favor no
-¡Ve ahora!
-No.- ya estaba llorando para entonces
Se acerca caminando despacio con una cara de entre decepción y enojo. Me paro y retrocedo hasta dar con la pared. Intenta agarrarme del brazo pero manoseo para esquivar sus manos puntiagudas. Al final me agarra. Pongo oposición revoloteandome de pies a cabeza. Solo logro que me agarre más fuerte, me encaja sus horribles uñas y una mueca de dolor se me sale.
Me avienta contra la pared de la izquierda pero me volteo en seguida e intento corre a la puerta pero no deja que avance más de esa esquina. Como no puede pegarme moviendome, ordena a otros dos niños mayores que yo que sostengan de los brazos y de los hombros. No puedo safarme por más que lo intente.
Una punzada de dolor me estremece hasta la cabeza. Otra ves, y otra, y otra. Se me escapa un sollozo ahogado junto con las lágrimas. Cada vez me da más duro y mientras me pega me hace repetir que no lo volveré a hacer.
Cuando los niños me sueltan me arrodillo en frente de la maestra suplicando mi perdón. El dolor todavía sigue. Y aunque le digo que no tenía la intensión se que una chispa de odio y más que nada venganza se enciende en alguna parte de mi ser.
Al final de las clases en el camino a casa me palpita mi parte trasera. No voy a decírselo a mi mamá, no quiero que se preocupe por mi.
ESTÁS LEYENDO
El estruendo de la calma
General FictionEn un pequeño pueblo de Rusia vivía un niño llamado Louis no muy diferente de los demás. Era sumamente listo y tenía una habilidad especial en ajedrez. A los seis años conoce a una niña que da un vuelco a su vida, al poco rato se convierte en su mej...