Capítulo 2

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Salí de la puerta de mi habitación. Mélani estaba barriendo el piso de caoba con una escoba amarilla y el cepillo azul. Tenía su jumper negro con su típico mandil blanco, tenía recogido el cabello con una diadema blanca. Yo vestía mis jeans azules y una playera rayada con azul y negro.

Baje las amplias escaleras blancas hasta llegar al recibidor. La luz que salía del vitral de las escaleras alcanzaba a iluminar casi todo el lugar. Giré a mi izquierda para ir al comedor formal (que el señor y la señora Lee usualmente usan cuando hay visitas importantes como el director del corporativo del señor Lee o cosas por el estilo).

Al final del comedor hay una puerta grande de madera pulida que se abre y cierra en ambos sentidos, que lleva a la cocina. Una amplia cocina blanca con café obscuro, con estufas negras eléctricas, varios refrigeradores gris obscuro y muchas encimeras para platos, tuppers, plata, etc.

Abrí el primer refrigerador a mi derecha. Busque el helado de zarzamora, pero solo encontraba el de chocolate, fresa, vainilla, oreo, frambuesa, cajeta, café, nuez, rompope, pero no zarzamora. Al final agarré el de chocolate, un botesote con cinco kilos de helado aunque ya solo quedan tres. Lo puse en la mesa de mármol que está en medio de la cocina. Saqué una cuchara heladera y una copa de color azul turquesa de uno de los compartimientos.

Llené la copa de helado hasta que ya no podía ponerse más porque se caía. Guardé el helado en el refrigerador y me llevé la copa hasta el otro lado de la casa, donde estaba la sala informal. Estaba una televisión plana de ochenta pulgadas en la pared y un sofa en forma de "C". Bajé el escalón, agarre el control de vidrio, me senté en el sofá y prendí la televisión.

Cambié el canal al "National Geographic" que era el 914. Justo a tiempo, empezaba mi programa favorito, "Biological Technologies". Un programa en el que te dan a conocer todos los avances tecnológicos que conllevan tecnología de punta. Puede ser desde corazones hechos en laboratorios que ayudan a la humanidad hasta bombas biológicas que pueden matar a la población de todo un país.

Mientras veía el programa le daba chucharadas al empalagoso helado. De repente se acerca Robert, mi perro "Golden" dorado y grandote. Me lengüetea la cara y yo me dejo sin problema. Al final se cansa y se tumba a mi lado con la cabeza recargada en mis piernas.

En eso suena mi celular. Lo sacó de mi bolsillo trasero. Un iPhone que casi abarca toda mi mano. Es gris con una funda azul obscuro. A decir verdad creo que tengo cierta obsesión por el color azul. Veo la pantalla que dice Jennifer. Deslizo la pantalla con el dedo en el telefonito verde y me pongo el iPhone en la oreja.

-Hola.- le digo sin más

-Hola, ¿Estás ocupado?

-No, ¿Por?

-Estábamos planeando Fernando, Martha y yo ir al cine, ¿Vienes?

-Si, estoy allá en una hora y media.

-Genial. Ah, hay algo más que debes saber.

-¿Qué?.- pregunto sin demostrar mucho entusiasmo.

-Saqué un diez en historia, ¿Puedes creérlo?

-¿Enserio? No te creo.

-Te lo juró

-Yo saqué un seis punto dos, pero no me dicen nada. Bueno bye te llamo después.

-Ok, bye

Colgué el teléfono antes de que ella pudiera hacerlo. Apagué la televisión y subí corriendo las escaleras. Mélani ya estaba terminando el piso de madera y echando la tierra por las escaleras. Paso por al lado de ella cuando me dice:

El estruendo de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora