Existe una leyenda que corre dentro de las murallas. Esa en donde se cuenta que podrás ver los colores el día en que conozcas a tu alma gemela.
Muchas personas no creen en esta leyenda, entre ellas claramente esta Levi Ackerman, el soldado más fuer...
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2 años atrás
—Shhh.—Mikasa trata de callarnos.
—¡Auch! Alguien me pisó.—se queja la pobre Krista.
—Disculpa, fui yo.—se lamenta un apenado Bertholdt.
—Ya cállate Jean.—Eren lo provoca.
—¿De qué estás hablando imbécil?—Jean sede ante la provocación.
—¿Se quieren callar de una vez por todas?—pronuncia fastidiada Ymir.
—¿Por qué los mandaron a ellos por él?—pone en duda Reiner.
—Insistieron.—me limite a responder.
—Mierda, ¿que es esto?—se asusta Annie.—Prendan la maldita luz.—
—Tranquilos, ya no tardan el llegar.—trata de calmar las aguas Marco.
Dicho esto se empiezan a escuchar voces y todos guardamos silencio al instante. Nos acomodamos en nuestras respectivas posiciones y en cuento la puerta se abre, se prenden las luces y gritamos al unísono "sorpresa".
—¡¿Chicos?!—un atemorizado Armin nos mira con los ojos bien abiertos.—¿Qué les pasó?—
—¿A qué te refieres?—inquiero.
—¿Por qué parecen criaturas del bosque?—¿es en serio?
—¿En serio tu tampoco conoces las fiestas de disfraces?—me golpeo la frente.—Las fiestas de disfraces son celebraciones que se suelen llevar a cabo mayormente el treinta y uno de Octubre, en Halloween.—
—Oh, recuerdo que me explicaste eso de Halloween.—lo tomo de la mano para introducirlo a la habitación.
—¡Si! Y como tú cumpleaños es próximo a Halloween, planeamos esto.—lo guió por la cabaña.—¡Pero tienes tienes que ver todos los disfraces!—exclamo con emoción.—Chicas.—Armin las mira con curiosidad.
—Agh.—suspira Ymir.—Soy una abeja.—señala sus antenas obvia.
—¡Y yo soy una flor!—Krista da brinquitos agitando sus pétalos.
—Soy un mariquita, creo.—acomoda su capa roja con puntos blancos.
—Y por aquí tenemos a una bella conejita.—le coloco sus orejas a Annie y ella rueda los ojos.—Pero no olvidemos a los chicos.—llego a lado de Eren y lo codeo.
—Soy un lobo.—lo vuelvo a codear.—Auuu.—aulla.
—Y yo supongo que soy un gato.—miro impaciente a Reiner.—¿Miau?—lo agitó del brazo.
—Armin, como puedes ver, soy un puercoespín.—señala sus espinas.—¿Qué sucede?—me pregunta al darse cuenta que lo veo fijamente.—Los puercoespines no hacen sonidos o eso creo.—mi boca forma una perfecta "o".
