♯O1↳ ɴo roвαroɴ υɴ тeléғoɴo, ѕolo υɴ corαzóɴ.

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─¡Kyo! ¡apúrate! ¡nos va a dejar!

─¡Ya voy!

El tren estaba por cerrar sus puertas para dejar atrás la estación; el hombre de cabello grisáceo y la mujer de cabello rubio se apresuraron a entrar, sorprendentemente no tuvieron que lidiar con un tumulto de gente en el camino.

─¿Por qué tardabas tanto? ─preguntó él una vez que ambos estuvieron sentados.

─¡Discúlpame! me distraje hablando con Fuku y su abuela.

─Aah, por eso todos esos recipientes, ¿eh? ─Señaló los cinco recipientes de comida que llevaba su amiga en una bolsa.

─¡Ajá! traje suficiente para ambos. Tienes que probar su comida, ¡cocinan muy bien!

─Me convenciste, la verdad es que me dió hambre mientras te esperaba. Pásame uno.

Feliz ante la aceptación, Kyojuro le pasó el recipiente de comida junto con los cubiertos.

─Provecho.

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Miraba por la ventana, distraído con el paisaje mientras escuchaba la voz de aquel hombre al otro lado de la línea.

─Relájate, ya te dije que estaré ahí. Sabes que nunca he fallado... ahora, no me vuelvas a llamar.

No esperó respuesta y colgó, configurando su teléfono en modo silencio y bloqueándolo de una vez.

─Imbécil.

Guardó el aparato en uno de sus bolsillos y acomodó de mejor manera su chaqueta. Recargó su cabeza en el respaldar del asiento, teniendo pensado permanecer así hasta que el vehículo lo llevara a su destino.

─¡Mm! ¡qué rico!

El repentino y estruendoso grito lo sacó de su concentración, pero no fue suficiente para hacerlo voltear, simplemente gruñó con ligera frustración y se volvió a acomodar en su asiento.

─Termina con eso, ya nos vamos a bajar. Voy a pararme de una vez cerca de la puerta por si las veo ahí.

─¡Deg acuefgo!

Por curiosidad, o por aburrimiento, volteó en aquella dirección. Un chico de cabello grisáceo se había parado cerca de la puerta, justo como dijo, se estaba sosteniendo de las agarraderas del techo mientras veía por la transparencia de las ventanas con atención.

El lugar estaba más solo que de costumbre, y no había nadie en el momento que estuviera acompañando al de cabello platinado. No eran muchas las ocasiones en las que tenía una oportunidad como esta.

Se levantó de su sitio y se paró del lado derecho del chico. Éste nisiquiera lo miró.

Ahora que lo podía ver de cerca, era musculoso e imponente, había una diferencia clara entre ellos... pero para él eso no era y nunca fue un problema. Podía con él fácilmente, ha burlado a sujetos incluso más altos y robustos.

Con la calma y el fingido desinterés reflejado en cada una de sus facciones y movimientos, estaba alcanzando el teléfono del tipo con una mano mientras con la otra sostenía a su fiel compañera; aquella que lo apoyaba cuando las cosas se ponían difíciles.

─¡Tengen! ¡ya estoy! ¡¿pudiste...?!

En ese momento, muchas cosas pasaron.

Las tres personas en escena quedaron paralizadas en su lugar. Kyojuro venía de lo más contenta con su bolsa de recipientes vacíos, no esperaba encontrar a un extraño hombre con la mano estirada directamente hacia uno de los bolsillos de su amigo.

El de cabellera rosácea, a pesar de toda su experiencia, no podía moverse. Tampoco se creía capaz de apartar la mirada de esos orbes dorados y rojos que lo examinaban como un escaner de alta potencia.

─Hijo de puta ─pudo oír que murmuraban a su lado.

Tengen fue el primero en reaccionar, interrumpiendo el contacto visual (extrañamente prolongado, cabe destacar) entre esos dos con un certero puñetazo directo a la cara de su asaltante.

Pillado con la guardia baja, el oji-ámbar se tomó la nariz sangrante con dolor. Normalmente era mucho más resistente y tolerante al dolor que ahora, ¿qué diablos le estaba ocurriendo hoy?

─¡Vámonos de aquí!

Convenientemente, el tren se detuvo. Tengen y Kyojuro apenas y esperaron que se abrieran las puertas, aprovecharon la más mínima abertura para huir de la escena antes de que se armara una riña fácilmente evitable entre el asaltante y el platinado.

En medio de su padecimiento, el oji-ámbar consiguió alzar un poco el rostro. Así los orbes dorados se encontraron de nuevo: Kyojuro había volteado en su dirección antes de ser prácticamente arrastrada por su compañero entre lo que ahora sí, era una multitud.

Se quedó mirando fijamente su cabellera dorada por todo el tiempo que pudo, hasta que la perdió.

Oh, carajo; su nariz rota le dolía... así como le dolía no haber conocido a la chica más hermosa que haya visto jamás, en tales circunstancias.

─¿Por qué tuve que voltear? maldita sea.

Si no le hubiera ganado la curiosidad, o si simplemente hubiera ignorado la presencia del tipo solitario en cuanto volteó, ahora mismo podría estar recargado cómodamente en su asiento simplemente esperando llegar a su destino.

Ahora tenía la nariz rota, un tumulto de gente apartándolo o esquivándolo para subirse en el tren... y una chica de ojos dorados y sedosa cabellera rubia clavada en sus pensamientos.

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₊❏❜ ⋮ ereѕ lo ύɴιco qυe qυιero [ᵏⁿʸ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora