𝑷𝒓𝒐́𝒍𝒐𝒈𝒐: 𝐸𝑙 𝑝𝑟𝑖𝑛𝑐𝑖𝑝𝑖𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑓𝑖𝑛.

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Quedó paralizado por un instante, frunció su ceño ante la incomodidad, se sentía observado. Miró a su alrededor y la gente caminaba por la calle con total naturaleza, niños jugando, adolescentes disfrutando, parejas enamoradas y parejas no tanto… nada extraño, como otro día normal de su vida. Sacudió su cabeza eliminando la extraña sensación y subió los escalones de la florería, entró al local como acostumbraba; y allí estaba… la preciosa chica de cabello dorado y largo, el único motivo por el cual visitaba el local, esa chica lo volvía loco. Ante sus ojos ella se veía como un hermoso girasol, alegre y deslumbrante. Suaves pecas adornaban su hermosa piel dorada, y unos ojos color avellana claros como el sol.

Sus piernas largas se movían con elegancia por el local lleno de rosas y miles de tipos de plantas y flores diferentes, hipnotizando a todos con sus movimientos, o eso sentía él.

Ella puso sus ojos en él y le regaló una sonrisa antes de caminar alegremente hacia él.

Es viernes y solía salir más temprano del trabajo, alrededor de las seis y media de la tarde. Hoy como siempre apuró su paso para ir al local antes de que cerrara y comprar un girasol, el cual era para regalárselo a la hermosa muchacha que se lo vendía. Sí, muy cliché y tonto, no podía evitar ser fan del romanticismo.

—Noah.—Ella lo saludó con emoción.

—Sophie.—Noah respondió con serenidad, sin borrar la sonrisa de su rostro.

—¿Lo mismo de siempre?.—Preguntó ansiosa, amaba en la manera que siempre le devolvía el girasol cortejeandola, literalmente le compraba flores y no podía quejarse de el, Noah es asombroso, y podía jurar que parecía escrito por una mujer.

—No, enrealidad no comprare un girasol esta vez Sophie.—Negó.

Ella balbució perdida, confundida y decepcionada, su rostro la delataba.
Conoció a Noah como cualquier otro cliente, pero la hermosa sonrisa del muchacho la atrapaba de tal manera que solo quería verlo sonreír una y otra vez. Las primeras veces Noah compró grandes ramos de flores para su madre, - un chico muy noble por supuesto- , y aún lo hacía, pero con el paso del tiempo comenzó a agregar girasoles a su compra, y cada vez que ella le entregaba el girasol con el comprobante de la compra, él le devolvía el girasol con una hermosa sonrisa.

"¿Sabes por qué te regalo girasoles? Porque los girasoles son hermosos igual que tu... bueno, debo admitir qué tu eres aún más hermosa.  Pero no digas nada, no quiero hacer sentir mal a los girasoles". Le había dicho. Adorable…

—Te conozco hace casi dos años Sophie.— Noah se acercó con cautela.—Esta vez quería invitarte a cenar.— Inclinó su mano y sostuvo la pequeña mano de Sophie sobre la suya, y con sus ojos puestos en ella.—¿Aceptarías mañana ir a cenar conmigo?.—Preguntó.—¿Me harías el honor?.

—Jesús, no estoy segura de que seas real.—Sophie suspiro incrédula.—¿Vienes de un libro o es pura labia?.

—Estoy muy seguro que no vengo de un libro.—Respondió riéndose.—Pero tal vez si aceptas salir conmigo podrimos tener una bonita historia.

Con las mejillas sonrojadas del coqueteo asintió y aceptó salir con él.
Seria la chica más tonta de no aceptarlo, Noah es el hombre más tierno y amable que había conocido, y aunque tenía aquella impresión de chico malo, -ese que tanto le gustaba a las adolescentes- era todo lo contrario, sin decir más era normal verlo con animales de la calle en sus brazos, salvandolos del frío y el hambre.

PRÍNCIPE. ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora