capítulo veinte

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Hannibal se sentó frente a su escritorio en su oficina de Suiza, ojeando los titulares de los periódicos británicos que Anna le había traído. Su mirada se quedó atrapada en la primera página de uno de ellos. Una fotografía.

–¿Algo interesante? –dijo.

–No realmente –respondió Anna–. El funeral fue hace tres días. El SIS Británico sospecha de grupos organizados de criminales colombianos, pero no hay evidencias hasta ahora.

Hannibal zumbaba.

–Ambos sabemos que no las habrá. López no es un aficionado.

Anna alzó las cejas.

–¿Desde cuándo te has vuelto tan amistoso con él? La última vez que lo comprobé, lo despreciabas.

–Tiene sus usos – dijo Hannibal.

Una sonrisa divertida adornó el rostro normalmente serio de Anna.

–Sí, hacer el trabajo sucio por ti, pensando que está siguiendo su propia agenda.

Hannibal le dio una mirada inexpresiva.

–Graham lo embaucó. Yo sólo ayudé a López a averiguarlo.

–Por la bondad de tu corazón, por supuesto.

No valía la pena comentar nada, así que no lo hizo.

–No pensé que realmente lo harías matar –dijo Anna. Hannibal se encogió de hombros.

–No puedo decir que esté triste por la muerte de Graham, pero no puedo tomar crédito por ello. Lo dejé a la discreción de López. No tengo tanta influencia en él, de todos modos –Esperaba que López fuera algo bruto con Graham, no que lo matara. Había sido un error de cálculo de su parte.

Quizás por eso no había sentido ninguna satisfacción particular cuando le informaron de la muerte de Graham.

Los labios de Anna se retorcieron.

–Es muy raro que esté de acuerdo con López. El mundo está mejor sin ese traidor de mierda –sacudiendo la cabeza, Anna se volteó para irse.

–Anya.

Se detuvo y lo miró inquisitivamente.

La mirada de Hannibal regresó a la fotografía del funeral.

–Descubre quién es este hombre –dijo, empujando el periódico sobre el escritorio para que pudiera verlo–. Todo sobre él.

–¿Cuál? –preguntó Anna, sin que se le mueva una pestaña. Estaba acostumbrada a peticiones más extrañas. Era una Ex agente de la KGB con entrenamiento, después de todo. Muy poco podría perturbarla.

Hannibal se reclinó en su asiento.

–El que tiene un brazo alrededor del hijo de Graham.

Ella le lanzó una mirada afilada.

Él encontró su mirada con constancia.

Pero ella no cuestionó sus órdenes. Siempre fue más sabia que Vlad. Aunque era mayor que Hannibal, por quince años, y lo había conocido por mucho más tiempo que Vlad -había sido anteriormente guardaespaldas de su padre- Anna nunca se permitió a sí misma hablar tan libremente como Vlad. Hannibal sabía que ella lo apreciaba, pero era profesional hasta la médula.

Cuando Anna se fue, Hannibal se acercó al periódico. Miró con detenimiento la fotografía nuevamente.

El muchacho no parecía particularmente destrozado por la muerte de su padre. Considerando lo que Hannibal sabía sobre Graham, no podría decir que estuviera sorprendido.

Will se veía... diferente. Sus rizos dorados estaban estirados y recogidos detrás, su rostro con forma de corazón pálido y en blanco, sus oscuros ojos serios.

Hannibal encontró su propia mano aferrada al reposabrazos.

Arrastró la mirada, enfocándose en el hombre alto que tenía un brazo alrededor de los hombros del muchacho y le estaba susurrando algo al oído de Will. Lucía más que amistoso.

Arrugando el periódico con sus manos y arrojándolo a la basura, Hannibal apretó los labios.

Graham estaba muerto. El muchacho ya no era relevante. Cualquier plan que Hannibal hubiese tenido con respecto al muchacho ya no era relevante. No necesitaba ninguna información del hombre que tenía sus manos sobre...

Disgustado, Hannibal interrumpió su tren de pensamientos.

Quizás Vlad tenía razón después de todo. Esto era inaceptable.

Su teléfono sonó.

–Encontré la información que me pediste –dijo Anna cuando respondió–. ¿Quieres que te reenvíe el archivo?

A veces deseaba que Anna no fuera tan eficiente como lo era.

–¿Lecter? –dijo cuándo no respondió.

–No –dijo–. Sólo hazme un corto resumen.

–Anthony Stark –dijo Anna–. Veintisiete, Jefe del departamento de Gestión de Riesgos en Grayguard. Es la empresa de servicios financieros más importante del Reino Unido...

–Conozco Grayguard –dijo Hannibal–. Conocí a Arthur Grayson. Continúa.

–Considerando todo, ha hecho una carrera impresionante, y parece haberlo logrado sin hacer enemigos. Según dicen, es firme en sus creencias, pero de trato bastante agradable. Posee una encantadora casa en Kensington y...

–¿Orientación sexual? –dijo Hannibal. Hubo un silencio en la línea.

Finalmente, Anna respondió.

–No es promiscuo, pero parece ser gay o bi. En una entrevista, mencionó que está buscando una relación seria.

Hannibal recogió un encendedor del escritorio.

–¿La naturaleza de la relación con el hijo de Graham?

–Parece ser algo reciente –dijo Anna luego de un momento–. Ha habido especulaciones en los medios británicos, pero no puedo confirmar nada aún...

–No te molestes en hacerlo –dijo Hannibal–. No es importante.

Colgó y puso el teléfono en el escritorio, con mucho cuidado.

Luego sacó un cigarrillo de su bolsillo y giró la tapa del encendedor. Reclinándose en la silla, tomó una bocanada profunda, y luego otra.

Así que el chico finalmente había encontrado a su hombre perfecto. Bien por él.

Bien.

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