Rika
Tuve que pestañear varias veces cuando me encontré frente al dueño de la voz infantil. Un niño de unos diez años me observaba con el entrecejo fruncido y ojos acusadores, me observaba como si acabara de asesinar a alguien.
—¿No sabes que no entras a habitaciones de otras personas? —ahora su voz era tan acusadora como sus ojos.
Sus ojos eran de un café oscuro cálido pero su mirada era fría.
—¿Te comió la lengua un ratón? —me acusó.
Tragué con fuerza. ¿Qué se supone que hacía un niño allí?
—¿Qué haces aquí? —pregunté, ignorando su última pregunta. —¿Estás esperando a alguien? —él no respondió, solamente me observó por unos segundos en silencio.
—Vete. —exigió.
—Necesito encontrar un baño. ¿Me ayudas? —intenté sonreír y suavizar aquella mirada que me observaba como si fuese su peor enemigo.
Los ojos cafés se apartaron de mi rostro un momento antes de ir sobre una puerta en la habitación y luego sobre la cama. Lo había seguido con la mirada y abrí grandemente los ojos cuando observé una musculosa espalda desnuda.
Había alguien durmiendo boca abajo en la cama.
—Vete. —nuevamente exigía, pero me encontraba recorriendo la habitación. Había una enorme cama, un hombre desnudo y un pequeño niño allí. Los escenarios empezaron a explotar en mi cabeza y me obligaron a acercarme a la cama.
No me gustaron ningunos de los pensamientos que recorrían mi cabeza y fue por ello por lo que hice lo que hice. Tomé unas de las almohadas y golpeé fuertemente la espalda del sujeto que se encontraba allí.
—¡Enfermo! —grité cuando golpeé la espalda masculina. —¡Cochino hijo de perra! —golpeé y quise buscar algo más para lastimar al enfermo pervertido que descansaba en la cama.
—¿Qué diablos? —pero no escuchaba, estaba demasiado concentrada en encontrar algo con lo cual golpear al sujeto que no noté cuando éste se sentaba sobre el colchón.
Lo único que logré conseguir fue el cable de corriente del teléfono que se encontraba en la mesita de noche y me dispuse a golpear al tipo con este. Lo golpeé duramente en el pecho, sin embargo, estaba concentrada en herir al maldito.
—¡Hija de puta! —el gruñido no me hizo detener, intenté golpear nuevamente, pero me sujetó de la muñeca, poniendo demasiada presión para obligarme a soltar el cable, pero no lo hice. Simplemente forcejé, peleando con él hasta que me atrajo con un gran brazo de la cintura y de repente terminé bajo un grande y musculoso cuerpo.
Mi respiración era errática mientras forcejeaba, pero el sujeto era más fuerte y mis brazos se encontraban a ambos lados de mi rostro mientras me mantenía presionada con sus manos sobre el colchón. Intenté pegarle entre las piernas, quería hacerle daño al asqueroso enfermo.
—¡Haré que pagues! —prometí, sacudiéndome bajo su cuerpo cuando evitó que mi rodilla se estrellara contra su entrepierna.
—¡Rika! —el duro tono con el que fue pronunciado mi nombre me obligó a pestañar y mirar el rostro que se encontraba cerca del mío. Había perdido mis lentes en el forcejeo, pero aquello no evitó que pudiese ver unos ojos grises los cuales me observaban, la mirada en estos era peligrosa y llenas de promesas las cuales no deseaba saber.
Tragué grueso cuando finalmente pude enfocar la mirada en el rostro masculino. Romeo me observaba como si acabara de volverme loca y era una amenaza para la sociedad.
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Entre Mentiras
Ficção AdolescenteRomeo tuvo su Julieta Bonnie tuvo a su Clyde Jack tuvo a su Jill ¿Quién dijo que la vida se hizo para que todos fueran felices? Desde temprana edad, aprendes lo que son la maldad y la fealdad en las personas. Desconfiar de los demás no es difícil;...