Capitulo 4: Lucille

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Francoeur acababa de entrar.
La zona residencial del cabaret no era tan grande, pero estaba bien decorada y lucía acogedora.
Miró la pared llena de titulares enmarcados con la imagen de Lucille en ella. Se quedó pegado mirando la misma foto que el tenía en su casa del árbol, la de su primer debut como cantante con su cabello suelto y sus alas de ángel.
Era su fotografía favorita.

-¡Oh que pena! ¡No pienses que soy tan egocéntrica! A mi tía le gusta recortar de los periódicos los artículos donde salgo yo o el cabaret, dice que le alegran el día verlos- Dijo Lucille mientras tiraba de la manga de Francoeur- Ven, sígueme.

Lo llevó secretamente hasta su camerino, asegurándose de que nadie la viera.

-Ven, vamos a quitarte esa ropa mojada-
La pulga llena de vergüenza se negó al recordar que no llevaba nada puesto además del abrigo y la bufanda con el sombrero- ¿Que ocurre? Vaya, para ser una pulga gigante eres bastante pudoroso, mira, hay un vestidor allá, te buscaré ropa de tu talla aunque quizás seá algo difícil. Mientras tanto ve a secarte con las toallas que están por allá. -

El chico se dirigió a un gran biombo blanco donde aún así sobresalía su cabeza, sintiéndose estúpido al recordar que era un insecto gigante y que en realidad no había mucho de lo que debería avergonzarse ¿Que más iba a ver además de sus cuatro brazos? No sabía cómo funcionaba su anatomía ahora, pero le aliviaba que además de un monstruo no pareciese un exhibicionista.

-¡Si que tienes suerte Francoeur! Uno de los músicos que renunció dejó su traje en los camerinos, solía trabajar como guardaespaldas del alcalde así que era un hombre bastante grande. Ten- Dijo ella dejándole la ropa sobre el biombo y dándose la vuelta para no verlo.

Francoeur la tomó y comenzó a probársela. Era un pantalón blanco bastante ancho, zapatos negros, con una camisa blanca, un chaleco de color azul verdoso y una bufanda turquesa de seda. El chaleco le quedaba algo ajustado del pecho, pero fuera de eso, el conjunto le quedaba milagrosamente perfecto.
Salió algo tímido del biombo para mostrarle a la joven como le quedaba.

-¡Vaya! Que elegante mon ami -dijo muy sonriente- Encontré esta chaqueta que venía a juego con el pantalón, pero veo que tendré que hacerle algunos ajustes para tus brazos. Necesito que te la pongas mientras le hago algunos arreglos, puedes sentarte frente a mi tocador mientras lo hago.

Francoeur aun algo tímido, se sentó en el pequeño banquillo y se observó en el espejo, a pesar de que era un monstruo, con dicha ropa había recuperado algo de su humanidad. No se veía como solía verse en su forma humana, pero al menos se sentía mucho mas civilizado que con ese abrigo sucio y roto.

Empezó a mirar con curiosidad las cosas de Lucille, sus perfumes, maquillaje ¿aquí se sentaba cada noche antes de presentarse? Se sentía emocionado.

-Adelante, puedes mirar pero no rompas nada- Dijo con una sonrisa paciente mientras se sentaba a su lado con una aguja y un carrete de hilo.

Él tomó su perfume, observó la botella con detenimiento, miró el liquido rosa en su interior ¿a que flores olería? ¿Le gustarán los aromas dulces o cítricos? "Quizás la próxima vez que pueda regalarle flores con un aroma similar al de su perfume" Pensaba con una sonrisa.

-¿Quieres oler? Esto se llama perfume, y puedes oler la esencia que tiene dentro apretando esta pequeña almohadilla- Le enseñó Lucille mientras echaba un poco de perfume al aire para que Francoeur pudiera sentir su aroma.

-"Jazmines, la próxima vez que pueda darle flores serán Jazmines"- Pensó el chico deleitando.

-Veo que te gusta- Sonrió Lucille.

Francoeur volvió a echar del perfume un par de veces en el aire, quería memorizar bien dicha fragancia, pero al parecer fue demasiado para sus diminutas fosas nasales. Estornudando unas tres veces consecutivas, sacándole  algunas carcajadas a Lucille.

A monster in Paris: Una historia alternativaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora