Al día siguiente, estaba sentada en la cafetería cerca del periódico, leyendo la entrevista completa que iba a salir el lunes.
Me levanté a pagar, y me encontré detrás de la silla, a Frida.
— Frida, ¿qué haces? — pregunté agachándome a su altura.—
— Estaba escondida... Se van a enfadar conmigo...
— Pero no puedes esconderte, porque alguien se vaya a enfadar.
— Es que tengo miedo...
— Te contaré un secreto. Yo también lo tengo. Porque hay una persona en mi vida que está muy enfadada conmigo.
— ¿También has roto un vaso?
— Rompí algo peor. Su corazón.
— Si, lo tuyo es mucho peor Maca.
— Si. Y lo que estoy intentando es hablar con ella. Estoy haciendo todo lo posible, para que me perdone, y creo que tu también puedes hacer lo mismo.
Me levanté, y fuimos a ver al gerente del bar, a pagarle el vaso. Frida se disculpó, y regresamos a la mesa.
— Entonces, ¿qué hacemos? — me agaché de nuevo a su altura. — Tendrás más cuidado la próxima vez, ¿verdad?
— Tú me has enseñado hacer valiente. Eres mi heroína, Maca.
De pronto, sentí sus bracitos rodearme por el cuello, en un suave abrazo. Tardé unos segundos en corresponderle...
Se separó, y sonrió.
— Escúchame una cosa... No puedes ir abrazando a extrañas.
— Tú no eres ninguna extraña, Maca. Te he dejado una pista, para que me busques. — fruncí el ceño.—
No me dio tiempo a responder, porque ya se había ido. ¿Qué quiso decir, con eso?
Al girarme hacia la mesa, encontré un teni.
..........
Frida iba en mis brazos, hacia casa. Íbamos con Esme, en el coche.
— Te has quitado los tenis, y te has puestos otros. ¿Dónde los dejaste?
— Uno de ellos, se lo he dejado a Maca.
— ¿Por qué, cariño?
— Para que pueda encontrarnos.
— Cariño, Maca es una buena mujer, pero está ocupada.
— A mi me ha hecho mucho caso.
— No lo ha hecho, porque lo he visto en la galería.
— No mami, ella si me ha hecho caso. Y me ha contado cosas de ella.
— ¿Qué te ha contado?
— Que su fruta favorita son las cerezas, y que tiene miedo. Ella ha sido mi heroína, hoy...
Miré a Esme, y ella me miró a mi también.
..........
Estaba en la galería sentada, con el teni de Frida en la mano.
Alguien tocó la puerta del despacho, y entró. Era Rubí. Tenía el mismo teni que yo.
— Rubí. — me levanté. — Supongo que ha sido cosa de Frida. — le entregué el teni.—
— Maca... — susurró Rubí. — La dueña de estos tenis... — hizo una breve pausa. — Esa niña maravillosa, esa niña tan dulce, es mi hija. Y tu eres su madre.
Y tu eres su madre.
Y tu eres su madre.
Y tu eres su madre.
Esa frase, hacía eco una y otra vez en mi cabeza.
— Lo descubrí poco después de que terminaras conmigo. Al principio, no estaba segura. — su voz se quebró por las lágrimas. — Tú me dijiste que no me querías. Me echaste y me dijiste que no querías volver a verme... — hizo un pausa. — Maca, dime algo...—
Cerré mis ojos brevemente, para después volver a verla.
Salí de allí, y me encontré a mi padre y a la señora Ágata. Ni siquiera escuché lo que me decían, y me subí a la moto.
Poco después, me encontraba en el edificio corona. Donde todo empezó. Fui al departamento y a la que era mi habitación. Cerré la puerta, y me senté en el suelo apoyada a ésta.
Recordé cada momento con Frida, cada similitud... Todo el tiempo estaba delante de mi, y no lo vi.
— Maca... — escuché a Rubí al otro lado de la puerta. — Se que estás ahí dentro. Abre la puerta... Maca, quiero hablar contigo...—
— Vete, por favor...
— No puedo irme, porque tenemos que hablar. Maca, te lo ruego... — escuché como se sentaba detrás de la puerta. — Me quedaré aquí, el tiempo que haga falta.
Escuchaba sus sollozos al otro lado de la puerta.
— He querido decírtelo muchas veces. Un día llegue a tu puerta, pero me di media vuelta. Se que estás enfadada conmigo y que me culpas. Y tienes razón.
Segundos después, volvió hablar.
— Yo quería tener a mi bebe. Quería tener una parte de ti, conmigo. Que creciera a mi lado. Tenía miedo de tu reacción. Me daba mucho miedo que no la quisieras...
Tiempo después, abrí la puerta, y Rubí se había quedado dormida apoyada en la pared.
La tomé en brazos, y la recosté en la cama. Coloqué una manta encima suya, y me senté a su lado.
A la mañana siguiente, escuché unos pasos acercándose a la sala.
— Muy bien, vamos hablar Rubí. — tomé las tos tazas de café, y me senté en el sillón.—
Ella se acercó, y se sentó a mi lado.
— Tener a Frida, fue una decisión complicada. Pero no me he arrepentido de ello, en ningún momento. Solo lamento no habértelo podido decir. Debí de habértelo dicho desde un principio. Pero no podía. — su voz se quebró de nuevo. — Di algo, Maca. No te quedes callada... Grítame, si es lo que quieres...
— No... — negué. — No hay ningún motivo para gritar. Lo he estado pensando. Tienes razón. Creo que yo en tu lugar, abría hecho lo mismo.
— ¿Hablas en serio...? — asentí.—
— Si me hubieras dicho que estabas embarazada, que el tratamiento funcionó, quizás te habría dicho que... — susurré esto último... — Y Frida no había nacido. — respiré profundo antes de continuar. — ¿Qué le has dicho a Frida? ¿Qué su otra madre, ha muerto?
— Que eres una exploradora. — tras un largo silenció, volvió hablar. — ¿En qué piensas...?
— No puedo digerir esto tan deprisa. Necesito un poco de tiempo.
— Vale, está bien.
— Ahora prefiero, estar sola.
— Lo entiendo. — abrió su bolso, y puso en la mesa un pendrive y un libro. — Aquí hay vídeos y fotos de ella. Aquí lo tienes, por si acaso alguna vez quieres ver como ha ido creciendo a lo largo del tiempo. — se levantó lentamente, y se fue.—
..........
Nos leemos pronto :)
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