Capítulo 30: Seguro que si...

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Estaba en la galería. Era uno de esos lugares donde podía abstraerme del mundo, y pintar. 

Tomé un sorbo de vino, viendo la pintura que estaba haciendo. 

— No es justo que Rubí pagué por todo lo que tienes encima, Maca. — escuché la voz de Jose detrás de mi. — No tiene porque volver a sufrir de nuevo. — me giré mirándola.—

— Jose, si no contesté tus llamadas, es porque necesito estar sola. — puse la copa de vino en la mesa.—

— Tú no estás con Rubí, porque así lo decidiste. Ahora, asume las consecuencias. 

— ¿Qué cojones, Jose? — fruncí el ceño. — ¿Por qué me estás hablando así?

— Ya no tienes nada que ver, con Rubí. Ella ya no forma parte de tu vida. — me acerqué a ella.—

— ¿Y de la tuya, si? ¿Rubí si es para ti? — su rostro se mostró pálido. — Dime, Jose. ¿La quieres? 

Ella se sentó en el sillón lentamente, y me miró de nuevo.

— Si... Si, si quiero. Tu has sido incapaz de cuidarla, de defenderla. Lo único que te voy a decir, es que Rubí no tiene que pagar por los errores de nadie.

Agarré la botella de vino, y me senté a su lado lentamente, tomando un sorbo grande. La miré, y le tendí la botella. Jose hizo lo mismo.

— No sé por donde empezar... — susurró. — No sé por donde empezar, porque no sé cuando empezó. — me tendió la botella. — En estos últimos años, he estado cerca de ella. Conociéndola, apoyándola, cuidándola. Y te juro por lo más sagrado Maca, que no sé como pasó. Simplemente, sucedió. 

— No sé que decir... — negué...—

Se levantó, e hice lo mismo. Vi que tenía los ojos llenos de lágrimas...

— ¿Cómo hago para arrancarla de mis pensamientos? ¿De mi corazón? Si ella está presente en cada respiración...

Antes de poder decir algo, se fue. No sé cuanto tiempo pasó, que simplemente me quedé mirando la puerta...

Tomé mi copa de vino, y la tiré directamente sobre el cuadro.

— Esa no es la manera de resolver las cosas. — me giré, y vi a mi padre. — Vamos a sentarnos, hija. — me acerqué a el, y nos sentamos donde me había sentado con Jose.—

— Jose se acaba de ir...

— Lo sé. Ahora debe de estar con Ágata en nuestra casa, con un té en la mano, y haciéndose compañía. Ambas, con el paso del tiempo, han forjado una bonita comunicación. — acarició mi espalda. — Sé a que ha venido tu hermana. Me da tranquilidad, que te lo haya contado. ¿En qué piensas? — suspiré.—

— En todo y nada a la vez, papá...

— Rubí sabe de los sentimientos de Jose.— lo miré. — Ambas fueron sinceras, entre ellas. Todo quedó ahí. — asentí. — Hija, ¿puedo preguntarte algo?

— Si, papá.

— ¿Todavía amas a Rubí?

— Si, la amo.

— ¿Y a Frida? — inspiré profundamente.—

— Si.

— La amas a las dos. Hija, entonces, ¿por qué haces sufrir a Rubí? ¿Lo que han pasado no ha sido bastante, y te preguntas que más puedes hacer ahora...?

— Papá, yo no puedo cumplir las expectativas de Rubí. Nadie contaba, con que yo estuviera aquí. Si vuelve la enfermedad y muero, le fallaré a las dos personas que más amo. 

— Acaso perderte, ¿piensas que solo será duro para ellas? — dijo mi padre sorprendido. — Hay muchísimas personas a tu alrededor que te aman, hija. ¿Qué va hacer de nosotros si nos dejas? No puedes huir de todo el mundo y vivir sin amor. — mi padre tomó mi mano. — Escúchame, hija... Habla con tu doctor. Y si todavía existe esa posibilidad, lo dejaré estar. Pero Maca, hay una mujer que te quiere tanto como su vida, que se ha dedicado a ti. Y es una mujer muy hermosa. Cuando tienes algo así, un día con ella, vale por toda una vida. — besó mi mejilla, y se fue.—

A la mañana siguiente, fui a ver al doctor.

— Usted dijo que estaba curada, pero también dijo que la enfermedad podría volver en cualquier momento.

— Si, lo dije. Y realmente, el riesgo era alto.

— Es lo que necesitaba saber.

— Señora Correa, lo que le he dicho, es agua pasada.

— ¿Qué quiere decir?

— Que ya han pasado los cinco años de más riesgo. — fruncí el ceño.—

— ¿Y qué?

— Pues que tiene usted el mismo riesgo de desarrollar un tumor, como a cualquiera.

Al salir de la consulta del médico, fui a el parque de siempre. Me senté, y saqué de mi abrigo, un libro con fotos de Frida. 

Era un ser de luz. Su primera foto al caminar, su primer cumpleaños... 

De pronto, estaba a mi lado. Cerré el libro, y lo guardé.

— ¿Qué haces aquí tan temprano? — pregunté agachándome a su altura.—

— Como el parque está lleno de árboles, le quiero mandar una nota a mi mamá. — ella me enseñó la nota.—

La miré después de leer lo que ponía.

— "Mamá, hoy es mi cumpleaños." — leí en voz alta. — ¿Hoy es tu cumpleaños? — ella asintió. — Toma. — le volví a entregar la nota.—

— ¿Crees que le llegará a mi mamá? — dijo mientras dejaba que la nota se la llevase el viento.—

— Seguro que si... — susurré.—


..........


Nos leemos pronto ;)















AMAR DESPUÉS DE AMAR |RUBIRENA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora