La posesión

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Mi nombre es Katy y trabajo en un almacén a las afueras de la ciudad. El día de hoy me encuentro en mi lugar de trabajo, estoy por recibir un gran pedido. Un trailer de doble remolque se encuentra esperando a que le autoricen la entrada a nuestro espacio. Después de un rato el portón automático es accionado, y el trailer entra. En cuanto apagan el motor, me acerco al encargado de la entrega, y comienzo a registrar los distintos insumos que bajan del transporte. Los insumos son pequeños muñequitos y plantas decorativas.

Después de un rato, comienzo a percibir una energía extraña, y con el rabillo del ojo, veo destellos blancos que emergen de algunas figurillas.

—Amm, señor Carlos, ¿no siente algo raro? —le pregunté al encargado de entregar el pedido.

—No señorita Katy...

Por el momento decidí dejarlo por la paz, y seguí concentrándome en mi actividad. Aunque no pasó ni un minuto, cuando una nube de humo color negro rodeó una de las figurillas, y de allí salió una clase de demonio, espíritu, manifestación, no sé qué era. Tenía cuerpo de humano; era robusto, con uñas de pies y manos largas. Su piel era naranja, los ojos amarillos, su pelo era rojo y le llegaba a los hombros. Tenía unos grandes dientes negros que se asomaban pues mantenía una sonrisa. Estaba levitando.

—No, ¡qué es eso! —grité con horror.

Como el portón del lugar se encontraba abierto, la gente comenzó a entrar. Cada vez había más y más personas; la presencia sobrenatural las atraía (y me atraía también). De un momento a otro, el ser se encontraba rodeado de gente.

El ser naranja que hace un momento levitaba inmóvil, sacudió su mano derecha y apuntando a un joven hombre, lanzó una especie de rayo púrpura.

¿Qué está pasando? No soy yo, no soy Katy. Parece que me he transportado al cuerpo del chico al que hace un instante vi que atacaron. ¿Qué habrá sido de mí?... ¡Ah! Me siento muy muy muy caliente, nunca me había sentido así en mi vida. Quiero, deseo que alguien me penetre. Mi pene está muy duro, ¡que alguien me ayude! Mis piernas pierden fuerza y caigo de rodillas al piso. La presencia naranja se acerca. No sé por qué siento que él es el único que me puede satisfacer. No me importa que toda la gente me esté viendo.

—¡Penétrame! ¡Cógeme! ¡Méteme la verga! ¡¡Te lo suplico!!

El ser se acerca orgulloso, tiene un pene humano muy negro, ancho y de unos 25 centímetros. Con una violencia extrema me arranca la ropa y me deja desnudo y raspado de las rodillas y brazos. Sin piedad alguna me toma de la cadera con sus grandes manos, y me mete la verga de una estocada.

—¡Aaahh! —No puedo evitar gritar de dolor. El monstruo o lo que sea, secreta en mi culo una sustancia viscosa y comienza a cogerme como nadie nunca lo había hecho en toda mi vida.

—¡Ah, sí, sí, ah!

Todos al rededor se encuentran en una especie de trance. Sólo se quedan viendo con una expresión plana.

—¡Ah, ah, aah! —El demonio o lo que sea me acaba de levantar, agarrándome de las piernas mientras las abre lo máximo posible, quedando mi pene a la vista de todos. Me coge fuerte, muy fuerte estando de pie, cargándome por completo.

Después de un rato el ser amarillo lanza otro rayo a otro chico de la audiencia. Este se acerca bajándose los pantalones, mostrando su erección, y no duda ni un segundo, en meter también su pene en mi culo.

—¡Ah, no, no, no puedo, no! —Ambos me están penetrando muy muy fuerte. La manifestación secreta más sustancia viscosa y los dos penes embonan perfectamente en mi orificio.

—¡Ah! ¡Sí, así, uummm! —nunca creí sentir esto.

Cogiéndome así, penetrándome, ambos caminan hasta alejarnos de ese lugar, y luego...

Escucho que están tocando la puerta. Abro mis ojos con parsimonia. Me encuentro en el escritorio de mi oficina en el almacén...

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