Por estos días de pandemia (año 2021), resulta común hacerse exámenes de antígenos o PCR. Ese fue el caso en esta historia...
En mi patria mexicana, una prueba PCR no demora más de 3 horas en estar lista. Pero qué les cuento, en Francia toma 48 horas. Una sola palabra es la culpable: burocracia. Reservé una cita en línea y programé mi alarma para el siguiente día.
Me presenté por la mañana en el hospital más cercano a mi residencia, necesitaba el examen para un viaje al extranjero. En la recepción se encontraba una joven de mediana altura, morena y con una cara... de aburrimiento diremos.
— Bonjour madame ! Je voudries me faire un test PCR, j'ai déjà un RDV, qu'es-ce que je dois faire ? ("¡Buenos días señorita! Me gustaría hacerme un test de Covid, ya tengo cita, ¿qué debo hacer?")
—Suba escaleras y fondo a la derecha —contestó con desdén en español, ignorando todo mi esfuerzo para hablar el idioma local.
—Okay, muchas gracias.
Sólo alzó las cejas y comenzó (o fingió), a escribir en un cuaderno.
Definitivamente fue un servicio... poco agradable.
Seguí las instrucciones y me encontré con una puerta de madera, de color oscuro y detalles tallados que la hacían ver muy elegante. Toqué un par de veces con mi puño, y después entré: Se trataba de una habitación cuadrangular, con paredes de color blanco. En el medio había una cama, con sábanas y una almohada blancas también. Frente a la puerta había un escritorio, pero no había nadie. Tomé asiento frente a él.
No pasó ni un minuto cuando una mujer con piel blanca, ojos grandes y verdes, enmarcados por unas grandes ojeras y arrugas al rededor de ellos, delgada, con pelo hasta los hombros y castaño claro, entró al consultorio.
—Bonjour monsieur ! ("¡Hola joven!")
—Bonjour ! ("¡Hola!")
Definitivamente era la doctora, y definitivamente era francesa.
—Qu'es-ce que je peux faire pour vous ajourd'hui ? ("¿Cómo puedo ayudarle?")
—Oui, j'suis içi pour un test PCR. ("Estoy aquí por una prueba PCR")
—D'accord, deshabillez-vous et restez sous la lit s'il vous plâit. ("Muy bien, desvístase y súbase a la cama, por favor").
—... D'accord ... ("Okay") —Respondí con un poco de desconfianza.
—Ah, et restez-vous sous vous même s'il vous plaît. ("Ah, y recuéstese boca abajo, por favor")
—... D'accord ... ("Okay")
Esas instrucciones habían sido muy extrañas, pero al fin y al cabo estaba en un lugar profesional, así que me desvestí y me puse boca abajo en la cama.
—Et l'examen ? ("¿Y el examen...?")
—Ça a été la première partie... ("Esa fue la primera parte...").
Me encontraba boca abajo y no acababa de comprender la situación, cuando sentí unas frías manos tocando mis tobillos. Abrí los ojos de la impresión e iba a rebatir, cuando la doctora comenzó a masajear mis dos pantorrillas. Se sentía muy bien, sabía lo que hacía.
Posteriormente sentí cómo deslizó una de sus manos suavemente por mi pierna hasta llegar a la cara interna de mis muslos; un área que, personalmente, me excita rápido. Antes de poder reaccionar con un gesto o alguna frase, la doctora posó la palma de su mano por mi espalda diciendo que no me contuviera, que la sensibilidad no era motivo para sentirse incómodo. Más tardó ella en decirlo, que yo en darme cuenta de que me lo había dicho al oído. Sentí una descarga eléctrica en la espina dorsal, y todos mis vellos se erizaron. La doctora comenzó a besar mi espalda. Su lengua me lamía como si estuviera tomando un helado.
—Mmm —No pude evitar exclamar, me estaba gustando mucho lo que sucedía.
La francesa fue chupando mi espalda mientras acariciaba mis costados. Me lamía como si fuese un dulce. Estaba tan concentrado en sus acciones, que me percaté de que cada vez bajaba más y más, y de que se dirigía a mis nalgas. Fue allí cuando detuvo su lengua, y comenzó a masajear con ambas manos.
—¡Ah! —Era la primera vez que me tocaban con tanta maestría: sus manos apretaban y masajeaban mis nalgas. Mientras, mi pene se restregaba con las sábanas blancas de la cama. En este punto me encontraba muy, muy excitado.
Disfrutaba tanto del masaje en mis glúteos, que cuando ella se detuvo, sentí la necesidad de que el masaje siguiera. Y entonces pasó algo aún más inesperado: La doctora me tomó de las caderas y elevó mi culo. De esta manera mi ano quedó expuesto. Nunca me había sentido tan abierto y dispuesto. Mi pene tembló de excitación y mi esfínter comenzó a palpitar por sí sólo.
La doctora acercó su cara cada vez más, y comenzó a chupar mi culo.
—¡Ah ah, mmm! —Ah, ¿por qué no lo había intentado antes? —Aah, síii, aah —la lengua y labios de la mujer se restregaban, chupaban y comían mi esfínter. Sentía cómo sus suaves labios y lengua lo estimulaban y llenaban de atención y placer.
Cuando creí que ya no podía pasar nada más, la doctora comenzó a estimular mi pene.
—¡Ah! —su mano se movía de arriba a abajo, mi pene estaba bien lubricado por todo el líquido preseminal que había expulsado.
Y sin avisar, la doctora se detuvo. —Mmm —quería más, más. Así que no me moví.
Fue cuando escuché un sonido de una botella siento abierta y presionada. Volteé por un segundo, y vi cómo la mujer se llenaba los dedos de la mano derecha con lo que parecía ser un lubricante. Ya no me importaba si me iban a penetrar. A estas alturas lo deseaba. Si se sentía tan bien con una chupada, ¿cómo se sentiría si me penetraran? Dejé mi culo al aire, con mi ano palpitante y deseoso de estimulación.
La doctora se acomodó detrás de mí. Acercó de nuevo su cara a mi culo y lo chupó un poco.
—¡Mmm! —ah, el paraíso. Y de un momento a otro sentí como uno de sus dedos se introducía. Era una sensación extraña, pero al mismo tiempo me excitaba mucho. Ella comenzó a meter y sacar el dedo con mucha facilidad, así que metió un segundo.
—Mmm, ah —qué glorioso se sentía que me estimulara por dentro.
Su mano se movía de adentro hacia afuera, cada vez más rápido. La sensación extraña comenzaba a desaparecer paulatinamente. Sin aviso, detuvo su movimiento y cambió el ángulo de penetración, comenzó de nuevo el vaivén.
—¡Ah, ah, ah! —¿qué estaba haciendo! El estímulo se volvió mucho más fuerte, sentía que estaba a punto de venirme. —¡Ah, ah, ah! —tomé la almohada y hundí mi rostro en ella. Ya no podía controlar mis gemidos. Estaba muy, muy cerca de eyacular.
La doctora me penetraba fuerte y rápido, luego lento y entonces tocó una parte dentro de mí...
—¡Aaaaah! —el semen salió disparado, ensuciando las sábanas, y mis caderas se relajaron, recostándome totalmente en la cama.
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Relatos eróticos
General FictionSerie de relatos eróticos en los que emergen y convergen multiversos. En los que no existe diferencia entre el bien o el mal, la moral o la justicia.