Después de la misión

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        Después de una ardua misión regresamos a nuestra nave. Lo primero que hacemos: bañarnos. ¿Por qué? Fue una misión extensa, y con escenarios distintos. Nos dirigimos al baño común y después de que todos mis compañeros se van (menos uno), éste se dirige a mí.

        —Al fin solos. —Se acerca a mí, rechinando de limpio. Me mira a los ojos, sostiene la mirada y se acerca lento, cada vez más... Toma uno de mis brazos y me jala. Ahora su cuerpo está pegado al mío. Puedo sentir sus huesos iliacos, pero sobre todo, puedo sentir su pene que roza con el mío. Él comienza un beso y yo sigo sin dudarlo. Esperé mucho para saborear su saliva y sentir sus labios y su lengua. Sus manos recorren mi espalda y la acarician, besa mi cuello y aprieta mis nalgas. Ambos penes están al máximo y listos para la acción. Él sigue acariciando mi trasero, después toma mi miembro y toca la punta. No puedo evitar gemir. Mi compañero me masturba y después toma un poco de jabón y se dirige a mi esfínter, yo abro las piernas. Introduce un dedo y mi cuerpo se tensa por la intromisión, al mismo tiempo una corriente de placer recorre mis sentidos. Su boca recorre ahora mi pecho, lame con experiencia mis pezones, y siento que otro dedo se adentra. Ya no lo soporto más y me doy la vuelta, recargándome en la pared mojada.

        —¿Estás listo?

        —Sí...

        Mi amigo se agacha y comienza a lamer mi culo.

        —¡Ah! —él besa mi esfínter, succiona suave y luego fuerte. Su lengua también participa. —¡Ah, así!...

        Él se levanta y siento la punta de su miembro en mi ano. Se introduce lento, yo siento un dolor inicial.

        —Ah, despacio...

        Mi compañero sigue entrando poco a poco, hasta tocar los testículos con mis nalgas.

        —Mmm... —Me duele, pero pronto mi cuerpo se expande.

        Él comienza a moverse.

        —Uh, sí... —aumenta la velocidad.

        —¿Te gusta eh, lo extrañabas?

        —Sí, sí, sigue, umm...

        Él penetra fuerte, llega a mi punto favorito. Cambia el ritmo, más lento pero fuerte, luego más rápido. Después de un rato él sale de mí y eyacula sobre mis piernas. Se enjuaga bajo una regadera y se va. Yo me quedo bajo el agua, con los ojos cerrados, sintiendo las gotas que golpean mi espalda.

        —¿Qué haces tan sólo ahí? —alguien pregunta.

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