Violet

94 13 11
                                    

La ciudad estaba rodeada de una gran muralla. Puestos de vigilancia estaban ubicados estratégicamente para tener un control absoluto del perímetro. Violet y Hodgins estaban observando este complejo desde una distancia prudente, con la esperanza de encontrar una debilidad para entrar.

— Es imposible —exclamó Hodgins —. ¿Tienes alguna idea?

Violet seguía analizando. Es cierto que existían algunas maneras para entrar, pero las probabilidades de éxito eran bajas: podían dar de baja a un guardia, sin embargo, no sabrían que les espera después.

Otra alternativa era hacerse pasar cómo comerciantes. Pero Violet descartó inmediatamente eso, ya que a toda persona que entrará se les pedía documentos (si ellos daban los suyos, lo reconocerían cómo enemigos al ser de otra nación). La única manera era pasar desapercibidos: escondiéndose en la mercancía de algún comerciante que lograsen sobornar.

Violet le contó la idea a Hodgins (el cual estuvo de acuerdo de inmediato).

Ambos caminaron en dirección contraria al pueblo, andando entre el forraje de los árboles. Tenían que apresurase porque en un par de horas el ocaso haría presencia, y pasar otra vez la noche al aire libre no era una opción para Hodgins.

Luego de andar un par de kilómetros, encontraron una caravana que se dirigía al pueblo. Al parecer se trataban de comerciantes que iban a vender arroz y algunos productos más.

Dos hombres, uno de barba blanca y otro de gran bigote, conducían la carroza. También había una mujer, que abrazaba a dos niños para mantenerlos calientes.

— Pequeña Violet, yo me hago cargo.

— En realidad sería mejor que yo...

— Buenas tardes estimados compatriotas —dijo Hodgins saliendo de su escondite.

En seguida los hombres detuvieron la carroza. El hombre con un gran bigote sacó un revólver y el de barba blanca un mandoble.

— ¡Quién eres! —preguntó desafiantemente el hombre de barba blanca.

— Necesito ayuda con mi hija, por favor: está enferma.

— Pero jefe... —dijo Violet, que también había salido de su escondite.

— Ah, hija mía, ¡estás muy enferma! —interrumpió Hodgins con tono dramático —. ¿Nos pueden llevar al pueblo?

Ambos hombres intercambiaron miradas discretamente. Después de unos segundos, el hombre de bigote dijo:

— ¿Por qué está enferma?

— Tiene un fuerte resfriado y no creo que pueda seguir caminando —respondió Hodgins de inmediato—. Sólo necesitamos estar en "cerca" a su mercancía.

Violet no entendía bien la situación, pero decidió un poco más. Los hombres parecían entender perfectamente a Hodgins.

— Está bien —dijo el hombre de barba blanca—. Pero diremos que nos secuestraron si nos descubren.

— ¡Perfecto! Vamos Violet.

Y sosteniendo la mano de Violet, Hodgins subió y se escondió en la mercancía. Violet preguntó qué estaba pasando, Hodgins sólo dijo: "Te lo explicaré cuando lo logremos".

Todos se pusieron en marcha y el cabo de una hora la caravana había llegado a la ciudad. Después Violet y Hodgins estaban en un callejón asegurándose de que nadie los había visto bajar: habían logrado entrar.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 19, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Violet Evergarden: La casa de coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora