Violet Evergarden: La casa de colores

Prefacio Segunda Parte

—¿Crees que Violet y el jefe estén bien? —Cattleya estaba en una pequeña cafetería de la estación. Luculia, su amiga, también estaba con ella.

Ambas miraban por la ventana como la nieve caía. Habían estado allí por varios días, pero como las vías del tren están completamente cubiertas de nieve, no había esperanzas en puedan partir. La angustia las consumía poco a poco.

—Hmm... De seguro sí —Luculia tenía su cara apoyada sobre su mano, al parecer estaba aburrida.

—Ya vuelvo.

—¿Adónde vas?

—Iré por más café. Espérame aquí.

Cattleya se levantó y salió de la cafetería. Había poco ajetreo en la estación, así que pudo avanzar tranquilamente.

Como era de esperar, ningún tren había salido o había vuelto, todos estaban totalmente fuera de servicio. Había algunas personas reclamando por el caso, pero los oficiales simplemente les decían que ellos no podían hacer nada, y solo tenían que esperar.

—Ahh —dijo desanimada Cattleya—. Je,je.

Ella se reía de su propia estupidez. Al parecer, debido a la preocupación, no había estado tomando en cuenta sus acciones.

—¿Encontraste más café? —la voz de Luculia vino de su espalda.

—Ja.

[Nota. Cattleya Salió de la cafetería por más "café", sin embargo, no había necesidad de ello porque ella ya estaba en la cafetería]

En ese momento, una voz de un oficial se escuchó por toda la estación:
"—Estimados pasajeros, les informamos que el servicio del tren a quedado suspendido por un mínimo de una semana. Gracias".

Se escucharon varias voces desanimadas, los pasajeros se apresuraron a salir rápidamente para no perder más tiempo.

— ¿Y ahora? —susurró Luculia.

Solo existía en una opción.

—Volvamos al trabajo —dijo desanimada Cattleya.

—¿Y luego?

—Esperaremos a que regresen, es lo único que podemos hacer.

Era cierto. Ya no podían ir a ver a Violet y a Claudia, ellos probablemente harían todo el camino de regreso caminando, así que era casi imposible que los encontrasen

—Sí, esta bien —dijo Luculia intentando esbozar una sonrisa —. Iré a visitarte, no te olvides ¿eh?

—Te espero, entonces.

Y así, dos amigas abandonaron la estación bajo la intensa nieve, con el temor a recibir las peores noticias.

La noche cayó.