Violet

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— ¿¡El tren se ha detenido!? —Claudia estaba confundido.

— ¡Esto es imperdonable! —agregó otro pasajero.

—Lo siento —dijo con gentileza el pobre maquinista, que había salvado la vida de todos, solo que ellos no se daban cuenta—. Ya pedí ayuda a la estación, llegarán mañana a medio día, hasta entonces, nos piden que nos mantengamos en el tren.

— ¿No puede hacer nada? —dijo una señora, en tono sumamente brusco.

—Lo siento, señora. No puedo hacer nada: la nieve ha bloqueado el camino por completo. Tendríamos que quitarla toda y asumo que el camino está así por todo un kilómetro.

—Una avalancha, sin duda —corroboró un señor con un bigote "a la francesa" extremadamente cuidado. También llevaba en la cabeza un sombrero en forma de hongo—. Lo mejor será esperar la ayuda y volver a la capital.

— ¿En qué dirección se encuentra Shrucller? —todas las personas de volvieron hacia Violet.

— ¿Qué dijo señorita? —dijo el maquinista, tratando de dar crédito a la que oyó—. ¿Quiere ir a Shrucller?

—Eso mismo —dijo serenamente Violet—. ¿En qué dirección está?

—Hacia allá —dijo el hombre de bigote, señalando con su dedo el acantilado que tenían a su lado—. Si quiere llegar a Shrucller tiene que ir en dirección a donde se oculta el sol, o sea el oeste.

Violet dio un vistazo rápido a la dirección señalada y pude ver un espectáculo increíble: el ocaso. El sol tenía un color levemente naranja y ya se ocultaba tras la cordillera, todo un espectáculo, la verdad.

— ¡Tiene que estar bromeando! —Dijo con humor Claudia, pero al ver que el hombre de bigote no respondía, le saltaron los ojos de la impresión—. ¿! En serio!?

—Jajaja —rió Luculia—. El Jefe tiene miedo de ir por la nieve el solo —se burló.

— ¡No tengo miedo! —Dijo de inmediato Claudia—. Y puedo ir soló a donde quiera —bufó.

—Vamos, tranquilos —intentó tranquilizarlos Cattleya—. Tenemos que ponernos de acuerdo en lo que vamos hacer. ¿Qué dices Violet?

—Tenemos que avanzar —dijo Violet, sería como siempre.

—Avance y morirá, señorita —dijo el maquinista.

—Sin duda alguna —corroboró el hombre del bigote.

—De ninguna manera —dijo testaruda Violet—. No hay marcha atrás.

—El tren puede dar marcha atrás —dijo el hombre de bigote, mientras encendía su pipa.

— ¡En serio! —dijo maravillado Claudia.

—La tecnología, señor.

— ¡Jefe! —dijo Cattleya.

—Perdón, perdón. Entonces, ¿qué hacemos Violet?

—Ustedes regresen —dijo Violet—. Yo puedo ir sola: he atravesado mayores obstáculos que estos.

—Entiendo, Violet —dijo Claudia aliviado, pero cuando vio que Cattleya estaba poniendo cara se asesina, se retractó enseguida—. De ninguna manera, Violet —dijo nervioso—. No te dejaré ir sola por allí, ¿sabes?

Entonces Violet entendió lo que pasaba, por eso, se puso a lado se Claudia y le habló al oído.

—Jefe, mire a esas dos—dijo Violet refiriéndose a Luculia y a Cattleya—. ¿De verdad cree que puedan resistir todo el viaje?

Claudia lo meditó un poco.

— ¡Tienes razón, Violet! —Dijo de forma honorable, Claudia—. ¡El deber llama!

— ¿Cuál deber, Jefe? —dijeron a la vez Cattleya y Luculia, como si estuvieran poseídas (no se me ocurría otro término).

—Tenemos que regresar para no interrumpir a Violet.

—No hay problema —dijo Violet—. Será lo mejor.

—Está bien, Violet —dijo Cattleya—. Regresaremos, pero cuando el camino se despeje te seguiremos. Y —se volvió a Claudia—, en cuanto al jefe... él te acompañará.

— ¡Eso! —apoyó Luculia.

— ¿¡Pero por qué...!? —quiso saber Claudia.

—De acuerdo —dijo Violet—. Andando jefe, no hay tiempo que perder.

— ¿Yo que hice? —lloriqueó Claudia, mientras que Cattleya y Luculia se despedían haciendo señas con las manos. "Buena suerte", decían, "nos vemos en las estación de Shrucller".

—Señorita —dijo el maquinista—, tenga este mapa —le dio un papel viejo y enrollado.

—Gracias —sonrió Violet.

—No se olvide, siga hacia el oeste —señaló el hombre de bigote—. Sígalo bien, y en un par de días llegará a Shrucller.

—Gracias a usted también señor.

—De nada, señorita Evergarden.

Eso sorprendió a Violet.

—Señor...

—Hace frío —le cortó el señor del bigote—. Vamos a dentro —todo asintieron y dejaron solo a Violet y a Claudia.

— ¿Qué pasó Violet? —dijo éste último, que ya no estaba lloriqueando.

—No pasó nada, Jefe —dijo después de un rato Violet— Hacia el oeste —murmuró, mientras veía lo que les esperaba: un acantilado, el cuál tenían que bajar; un gran lago congelado, que se perdía hasta donde alcanzaban ver... Y luego Shrucller, Shrucller y los niños del orfanato...

Ambos empezaron a bajar, mientras la nieve empezaba a caer nuevamente. Un paso en falso y todo terminaría... todo.

Violet Evergarden: La casa de coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora