Derek

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Había pasado dos o tres días, Derek no estaba seguro, pero de lo que estaba seguro es que se moría de hambre y la pierna le dolía demasiado. Salió del armario en donde se había escondido, y trató de adaptarse a la luz de la mañana que entraba por una pequeña ventana al sótano. Subió con cautela las escaleras tratando de hacer el menor ruido posible, ya que no estaba seguro si los soldados se habían marchado. No había nadie, la casa estaba desierta pero a Derek le parecía que estaba más sombría. Buscó en la cocina las provisiones y la encontró: dos peces congelados, un puñado de arroz y carne seca. «Es lo único que pudimos conseguir» recordó Derek la vez que habían ido al mercado con sus compañeros.

—Conque ahí estabas —dijo Roth al entrar a la cocina, que llevaba una red con peces en la espalda—. Pensábamos que los guardias te habían llevado con ellos —dijo mientras tiraba la red al suelo—. Lástima que no fue así.

— ¿Dónde estabas? —dijo Derek bajando la cabeza.

—Como vez —dijo Roth señalando a los peces recién pescados—, tenemos que comer.

— ¿Y los otros?

—Fueron al bosque a buscar leña. Si aún eres útil ve a ayudarles.

Cuando Roth dijo eso, Derek ya había salido de la cocina y se dirigió afuera. La nieve caía escasamente, pero aun así había bastante en la tierra. «Debe haber nevado toda la noche» pensó. Camino por el sendero que iba hacia el bosque y se internó en él: los árboles estaban pintados de blanco y una que otra ardilla se paseaban por ellos. Eso le recordó a sus padres, cuando aún los tenía...

— ¡Ya basta! —Gritó Gretchen, que tenía el pelo castaño cubierto de nieve—. ¡Ya basta, gordo!

Otis dejó de tirar bolas de nieve, avergonzado.

—Perdón —susurró.

—Ya, ya —dijo Gretchen, que aparentemente no trababa de ofenderlo— ¡Mira, es Derek!

Otis volteó a mirarlo, cuando corroboró la información con sus propios ojos, saltó de alegría y fue a abrazarlo gritando: "Derek, Derek".

—Derek —dijo Otis cuando lo abrazó—. ¿Dónde has estado?

—Escondido, ¿y ustedes?

—Bueno, pues, nosotros...

— ¡Derek! —Interrumpió Gretchen, dándole un golpe amistoso en el brazo—. Nos tenían preocupados, menos mal que estas bien. Te buscamos por todas partes, pero no te encontramos —dijo con su habitual sarcasmo.

—Gracias, Gretchen —dijo Derek, frívolo—, por tu preocupación.

En ese momento Jenell salió desde los árboles. En los brazos tenía varias ramas, cuando vio a Derek tiró la leña y fue directamente hacia él. Lo abofeteó tan fuerte que provocó que Derek cayera.

— ¡Dónde estabas! —Le gritó Jenell—. ¿Tienes idea de cuánto tiempo hemos pasado buscándote?

—Perdón —dijo Derek intentando levantarse—. No sabía cuándo salir. Si salía cuando ellos estaban, de seguro que me atrapaban: no puedo correr.

— ¿Por qué? —Dijo Gretchen.

Derek miró su pierna rota.

— ¿Aún sigues con eso? —preguntó Otis, haciendo un gesto de dolor al ver la pierna herida de Derek.

—Sí —dijo Derek—. No he podido arreglar el hueso, creo que me quedare cojo de por vida.

—A ver —dijo Otis, agachándose para poder ver mejor—. ¿Te duele? —dijo tocando la canilla.

— ¡Sí! —sollozó Derek.

—Pues sí, está rota —dijo Otis levantándose—. Pero nada que yo no pueda arreglar. Mi padre fue un médico militar, ¿saben?, quizás un día venga a llevarme para que yo pueda seguir aprendiendo —suspiró—. Vamos a dentro Derek, creo que puedo arreglar esa pierna.

— ¿Crees? —dijo Jenell en tono muy preocupado—. Perdón —cambió su tono a uno indiferente—, ¿crees?

—Por supuesto —asintió Otis—. No hay razón para que te preocupes... por tu novio.

Ese comentario hizo que se ruboricen tanto Derek como Jenell, pero Jenell lo disimuló muy bien que incluso gritó:

— ¡Que dices! Él no es mi novio... Más te vale curarlo bien porque de nada nos sirve un cojo —se volvió a Derek—. Ahora váyanse y déjennos trabajar.

Otis se apresuró y dejó que Derek se apoyara en él. Ambos fueron por el sendero para ir de regreso al orfanato. Empezaba a nevar, y mucho.

— ¿Por qué dijiste eso? —Preguntó Derek—. Un poco más y haces que me golpee de nuevo.

—Ay, Derek —suspiró Otis—. ¿No te das cuenta?, Jenell se preocupa mucho por ti. También nos ordenó que te busquemos, búsqueda que duró tres días, por cierto.

Derek no respondió. Sabía que Jenell nunca se preocuparía por él, lo sabía... o quizás no.

—Crees que podrás arreglar mi pierna —preguntó después de un rato.

—Ya te dije que sí —respondió Otis, fatigado.

—Y que querían los soldados —dijo Derek, cambiando de tema.

—Estaban buscando a un rehén que había escapado de la prisión del pueblo. Un tal Bougainvillea

— ¡¿Gilbert?!

— ¡Ese mismo! —Dijo Otis—. Gilbert Bougainvillea.

Violet Evergarden: La casa de coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora