El tren que iba hacia el norte, a la frontera, estaba retrasado. Violet había llegado muy temprano y había estaba esperando más de un hora en la estación.
—Mantenimiento del tren, señorita —le habían dicho cuando fue a preguntar.
Mientras Violet esperaba, estaba repasando la carta que le había llegado. Pensaba cuanto estaban sufriendo esos niños, sobre todo Derek...
—Hola, Violet —dijo una voz a su espalda—. Bonito día para ir de viaje ¿no? —dijo mientras se sentaba a su lado.
Violet se sorprendió mucho al percatarse que se trataba de Cattleya, que iba increíblemente equipada: traía un vestido azul, con bordes blancos, también traía un sombrero, del mismo color; pero lo que más le impactó a Violet, era la gran maleta que Cattleya traía consigo.
— ¡Cattleya! —Dijo Violet, con los ojos abiertos de par en par—. ¿Qué haces aquí?
— ¿Tú que crees? —Dijo Cattleya, mientras sacaba una bolsa de galletas de su maleta—. ¿Quieres?
—Dije que vendría sola —dijo Violet, haciendo caso omiso a las galletas—. Tú serás un estorbo...
— ¡Que grosera! —Dijo Cattleya, tomándose la situación con gracia—. Pero no vengo sola, Violet, mira allí —le dijo señalando a la puerta de la estación.
En la entrada estaban Luculia y Claudia, que intentaban encontrar con la mirada a Violet y a Cattleya.
— ¡Eh, chicos, por aquí! —dijo Cattleya alzando la mano.
—Por fin las encontramos —dijo Claudia con llegó a su lado—. Como nos hicimos tarde, creímos que perderíamos el tren.
—Está retrasado más de un hora —gruño Violet, a la que lo le agradaba que hayan hecho planes a su espalda—. Pero más importante, ¿qué hacen todos aquí?
— ¿No te lo dijo Cattleya? —Dijo Claudia, mirando a Cattleya malévolamente.
—Quizás no le informé unos o dos detalles, jejeje —dijo nerviosa Cattleya.
— ¡Serás...! Mira Violet, como nos dijiste que irías a Shrucller, sola, nos pusimos de acuerdo en que no podíamos dejarte ir sin compañía, así que: aquí estamos.
—Pero sólo serán un estorbo, sin ofender, jefe —dijo Violet.
— ¿Qué dices Violet? —dijo Luculia, mientras se sentaba—. Cuando fui niña, me uní al club de los exploradores...
—Del cual fuiste expulsada la primera semana —terminó Violet.
—«No tenías que decirlo tan alto» pensó Luculia.
—De igual manera —dijo Cattleya—. No te dejaremos ir sola porque somos tus amigos, Violet. Sí quieres ir a Shrucller, adelante, pero no nos pidas que nos quedemos atrás porque no lo haremos.
Violet meditó un poco la situación. Si iba con ellos, más que un estorbo, todos correrían un gran peligro. «Con un grupo tan grande» pensó.
—No me detendré por ustedes —dijo al final.
—No te detengas —respondió Claudia.
—No me preocuparé por ustedes.
—No te preocupes.
—No voltearé para ayudarles.
—Cómo debería ser un soldado.
—Una cosa más —dijo Violet, mostrando una sonrisa—. No podré hacer nada de lo que dije antes.
—Pues no lo hagas —dijo Claudia que también sonreía, mientras que Cattleya y Luculia abrazaban a Violet.
Chuuuu. Sonó el tren.
—Será mejor apresurarnos —dijo Claudia, mientras ayudaba a Violet con su pequeña maleta—. No queremos perder el tren, ¿verdad?
—No —dijo Violet, feliz.
El grupo de cuatro compañeros y amigos se encaminan al norte, dónde quizás puedan perder hasta sus propias vidas, pero el aprecio y respeto que se tienen impide que se separen. «Ya está hecho —pensó Violet mientras tomaba su asiento en el tren—. Ahora lo importante es llegar a ese orfanato».
El tren partió con el calor de la mañana.
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Violet Evergarden: La casa de colores
Fiksi PenggemarViolet, una chica que perdió sus brazos en la guerra y ahora se dedica escribir cartas, tiene que partir en medio de la guerra hacia Shrucller, un pequeño pueblo al noroeste del país, que a quedado atrapado en medio de la batalla. Pero Violet va por...