Había una vez en el Santuario de Poseidón, dos marinos: uno se llamaba Sorrento de Sirena y el otro, Kanon de Dragón Marino; ambos eran fieles sirvientes del dios Poseidón, quien reinaba sobre los mares y océanos: maremotos, inundaciones y lluvias torrenciales se movían bajo la voluntad de este dios, por lo que se ganó mala reputación.
Los dos marinos tenían altos rangos. Sin embargo, había algo, sobre todo en Kanon, que le hacía repudiar totalmente a su compañero Sorrento; ¿por qué? No se sabía, lo cual era peor, porque eso significaba que hasta que la causa fuera detectada por alguien más —se dudaba que Kanon se pusiera a pensar por que molestaba tanto a su compañero, así que alguien más tendría a cargo esa “noble” labor—, Sorrento tendría que soportar una y otra vez que su compañero lo vejara constantemente.
Sin embargo, lo extraño era que Sorrento no parecía cogerle rencor a Kanon. Cada vez que tenía que hablarle, no lo hacía con mal humor ni resentimiento. Pero esto sólo parecía azuzar las ganas de molestar que Kanon llevara dentro. Con el tiempo, este comportamiento se hizo muy evidente, logrando suscitar intrigas y rumores.
— ¿Qué le pasará? —decía uno.
— ¿Por qué Sorrento no le responde como se merece? — inquiría otro.
Y así el chisme iba y venía. Todos ahora vivían a la expectativa de ver en qué terminaban las contiendas entre los dos marinas de más alto rango en el santuario del mar.
***
Un día, Kanon se hallaba recostado en su pilar, con una expresión de hondo fastidio en su cara. Tenía ganas de descargarse con el joven Sirena, pero éste seguramente jamás pasaría por ahí.
Kanon era un hombre de unos veintiocho años. Tenía el rostro alargado y una mandíbula cuadrada. Medía un metro ochenta de estatura, por lo que tenía suficiente corpulencia para derribar a cinco hombres con un leve golpe de su puño.
Su expresión usualmente estaba trabada en un ceño constante; los ojos denotaban dureza y resentimiento: eran ojos que translucían lo dura que había sido su vida antes de ser marina de Poseidón.
Kanon odiaba a Sorrento con mucha fuerza, no podía ni verlo. Le provocaba caerle a golpes y destrozarle esa horrorosa cara de niño bueno que no rompía un plato; odiaba su modo de hablar y su horrendo acento extranjero. Cuando Sorrento aprendió finalmente a hablar griego, Kanon se comenzó a burlar de su acento. Se burlaba y mofaba cuando este se equivocaba al pronunciar alguna palabra. Todo en su plan de hacerle la vida de cuadritos.
Kanon soltó una carcajada al recordar el rostro levemente atribulado del marina cuando se equivocaba al hablar; dioses, eso sí era para morirse de la risa. El chico enmudecía y Kanon se reía con descaro, sin importarle quién estuviera allí oyendo. Claro está, no lo haría delante del señor Poseidón, pues éste era una persona muy delicada. Sí, delicada... además, era quien lo había ayudado a salir de esa celda horrible de Cabo Sunión.
Kanon creció en un ambiente de orfandad, pues había perdido a sus padres a muy temprana edad en una guerra contra los romanos. Lo único cercano a la familia que le quedaba era Saga, su hermano gemelo.
Eran como dos gotas de agua; mismo rostro, misma expresión, mismo color de cabello, pero dos personalidades distintas, como el ying y el yang: Saga era el día y Kanon la noche.
Esas diferencias de personalidades fue lo que trajo conflicto tras conflicto. Ambos simplemente no podían soportarse, ni mirarse siquiera unos minutos. Sin embargo, mientras Kanon buscaba pelea, Saga era reacio, pero cuando Kanon se excedía, Saga se tornaba particularmente violento. Una vez lo llegó a golpear con tanta violencia que Kanon pensó que lo iba a matar.
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El cielo o el infierno del mar
FanfictionCegado por su inquina hacia Sorrento, Kanon de Dragón Marino se propone hacer de su vida un completo infierno sometiéndolo a una serie de abusos y torturas sexuales hechas de una manera sistemática y constante, con el solo objetivo de mellar en el c...