Capítulo 2

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Sirius lo olió antes de atravesar la puerta abierta del comedor. 

Incluso cuando era niño y vivía con su horrible madre, Sirius bajaba a esta sala o a las cocinas para pensar. Diablos, incluso a la sala de calderas. Por aquel entonces, la cocina estaba repleta de elfos domésticos, y sus constantes jugueteos en la cocina ayudaban a ahogar los chillidos de arpía de Walburga. Ahora estaban en silencio, salvo los ocasionales murmullos de Kreacher, pero los viejos hábitos de Sirius lo habían llevado a su antiguo escondite.

-¿Sirius?-.

Abrió sus ojos azul grisáceo. Estaban tormentosos, pero ver a Harry los hacía brillar. Como el agua que brilla al sol. 

-¿Molly ya está en pie de guerra?- Preguntó Sirius, cortando un trozo de pan de la barra.

Harry frunció el ceño. -Hay demasiados doxies de nuevo y no hay suficiente spray. Es como si por fin limpiáramos una habitación y la siguiente estuviera aún peor. Tardaremos siglos, incluso con la ayuda de Kreacher... él conoce la casa mejor que nadie-.

Sirius enarcó una ceja como si dijera que Harry era un tonto al pensar eso. Nunca superó su rencor hacia el elfo, incluso después de su expiación.

-Mi querido ahijado-, se burló. -Piensas demasiado en eso...- Hizo una pausa cuando Harry le dirigió una mirada sentenciosa. Sirius dejó el tema y sonrió. -Come. Oigo cómo te ruge la barriga. ¿No te ha dado Molly de comer?- Se arrepintió de su pregunta. Harry se había criado con unos parientes horribles que le negaban la buena comida a menudo. Correr de un lado a otro limpiando desde el amanecer sólo le dio hambre de nuevo. La sonrisa despreocupada de Harry le decía que tampoco debía preocuparse.

-¿Algún plan para hoy? Seguro que no vas a pasar todo el día en este monstruo de casa-, preguntó Sirius, untando con mantequilla su tercer trozo de pan.

Harry bajó los hombros. -La señora Weasley me sugirió que hoy pasara tiempo con Ginny. Dijo que habíamos pasado mucho tiempo separados y que debería intentar compensarlo. No estoy seguro de cómo... o de si quiero hacerlo-. 

La frente de Sirius se arrugó. -¿Creía que estaban enamorados? O al menos...- se interrumpió. 

Harry se revolvió con las manos. -Supongo que lo estábamos... pero eso parece que fue...- miró al techo, entrecerrando los ojos. -Hace años-.

-A mí me parece una excusa...- Sirius ladeó la cara. -Los vi juntos después de la batalla, en Hogwarts. Parecías feliz de unirte a ella entonces-.

Harry se mordió el labio y le ofreció una apretada sonrisa. -Creo que fue sólo, la adrenalina, tal vez. No lo sé. Puede que sea demasiada presión... creo. No sé de qué hablar con ella y a veces simplemente... no sé-.

-Bueno-, Sirius se acercó a él y le apretó suavemente la rodilla, dedicándole una sonrisa alentadora. -En este momento no necesitas saber nada. No le debes nada a Ginny o a Molly, para el caso. Has hecho más de lo que nadie debería haberte pedido. Sigue la corriente, tienes permiso para hacerlo, ¿sabes? Llévala a una cita, a ver cómo va-.

Harry asintió pero su pequeña sonrisa no parecía reflejar su mente. Sirius suspiró pero trató de animarlo.

-Entonces, ¿qué quieres hacer? Hay un parque cercano que solía visitar cuando mi madre se ponía insoportable y mi pequeño escondite aquí no servía. Me pregunto si el Sr. Stevens todavía lleva la heladería. Ya debe ser bastante viejo. Siempre me daba una cucharada doble...- Sirius se interrumpió.

-¡Vamos, entonces!- exclamó Harry, casi saltando de su asiento.

-Harry, no querrás que tu viejo padrino te acompañe en tu cita-, se burló. 

THE MENTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora