Capítulo 5

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-¡Bienvenidos!-, saludó la amable bruja mientras sonaba la campana sobre su puerta. -Tenemos una oferta especial de caracoles con cáscara de joya y acabamos de recibir diez gatitos Kneazel...- hizo una pausa y entornó los ojos para mirar a Harry. -¡Te conozco!-, dijo. Harry gimió, hasta ahora había logrado escapar del ojo público, pero quizás hoy no era su día de suerte. -Viniste hace unos años con tus amigos. La chica compró a Crookshanks y el chico preguntaba por esa rata antigua y fea-. 

La dueña de la tienda de mascotas sabía quién era, pero supuso que estaba cansado de la atención, aunque recordaba claramente aquel día en que llegó a su tienda. Todos estaban muy contentos de que el extraño gato no estuviera allí para saltarles encima desde las sombras. 

Harry miró alrededor de la tienda, asombrado de lo rápido que había sido reconstruida después de los ataques al Callejón Diagon. Ahora tenía un aspecto mucho más agradable, con una decoración más elegante y animales que piaban y parecían contentos de que entrara algo más de luz por los grandes ventanales.

-Eh... sí-. Sonrió. -¿Cómo está usted, señora?-.

-No me puedo quejar-. Ella le devolvió la sonrisa mientras colocaba la comida de las mascotas. -Por cierto, ¿cómo están? ¿Tus amigos y sus peludos?-.

-¡Oh! Mis amigos son maravillosos. Crookshanks está bien y es un gato muy dulce. La rata...-

Sirius cubrió su sonrisa con la mano. 

-Bueno, la rata falleció-, dijo Harry.

-Bueno, esa rata era rara-, dijo la bruja, Madam Zola, acercándose al mostrador. -¿En qué puedo ayudarte, querido? Tú y tu apuesto padrino-. Sus mejillas se tiñeron de rosa claro al ver la sonrisa de Sirius. 

Por supuesto, todo el mundo que conocía a Harry Potter conocía a su infame padrino Sirius Black. El hombre que se creía que era un mortífago que traicionó a sus amigos, pero que fue declarado inocente todo el tiempo. -Sabía que eras inocente-, comentó mientras se palpaba para asegurarse de que su moño estaba en su sitio.

-Es bueno saberlo, señora-.

Sonrió. Tuvo que felicitarse al ver su reflejo en una ventana. Todavía se las arreglaba para encantar a las damas... y a algún que otro hombre. Su atención volvió rápidamente a lo que atesoraba por encima de todo en el mundo.

-Harry, ¿qué quieres? Crookshanks podría querer un compañero de juegos. Aunque los gatos no son mi animal favorito. Las ratas son las que menos me gustan, por supuesto...-

Harry estaba examinando un grupo de perchas en una parte sombreada de la tienda. Más concretamente, admiraba a las criaturas que colgaban de ellas mientras estiraban las alas para lucirse un momento antes de volver a plegarlas y quedarse dormido. En su opinión, era demasiado temprano para estar despierto.

-¿Qué te parece?-, preguntó a Sirius mientras acariciaba con cuidado el vientre de un murciélago blanco como la nieve que destacaba entre sus hermanos marrones y negros.

Sirius sonrió y se acercó a Harry. Recordaba que en la cueva en la que se alojaba cerca de Hogsmeade había muchas de esas criaturas rondando por allí y que de vez en cuando les chasqueaba juguetonamente como si fuera un perro, simulando morderles para pasar el rato. 

-Me gusta-, dijo Sirius, acariciando ligeramente el pelaje alrededor de las grandes orejas, rozando también accidentalmente la mano de Harry. 

El adolescente giró la cabeza para dedicarle a Sirius una mirada y una sonrisa anhelantes, con la mano todavía acariciando distraídamente el vientre de la pequeña criatura. Sirius se dio cuenta de que era observado por su ahijado y se volvió hacia él, devolviéndole la sonrisa. 

THE MENTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora