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Sentía como si hubiera dormido mil años. Desperté completamente recuperado, pero la cama de Jooheon estaba vacía. Él no me había despertado. ¿Qué hora sería? ¡Llegaría tarde al trabajo! El pánico me invadió. Busqué mi móvil. 1:36 pm. Tendría que asumir el descuento.  Justo entonces, la puerta se abrió y vi a Jooheon, con un delantal puesto, sonriendo.

—Ven a la mesa, ya está el almuerzo — dijo, su voz tranquila contrastando con mi creciente ansiedad. La mesa estaba puesta con una elegancia inesperada, con flores frescas y servilletas de tela.

Me puse las sandalias que él había dejado y lo seguí hasta la mesa de madera. Había una cantidad increíble de comida, un verdadero festín. Parecía un bufé. ¿Acaso íbamos a comer todo eso solos?  Jooheon me sirvió un plato lleno de comida coreana, que olía delicioso.

—Es muy tarde… Dijiste que me despertarías — le reproché, mi voz aún ronca del sueño.

—Te vi muy cómodo, así que te dejé descansar — respondió Jooheon, su sonrisa un poco traviesa. Noté que llevaba un pequeño corte en la mano, apenas visible.

—Me costará un descuento — murmuré, la preocupación apretándome el estómago.

—Claro que no, ya lo arreglé. Ahora come — me tranquilizó, pero la tensión seguía ahí.

—¿Qué? Explícame — insistí, necesitando saber qué había hecho. La curiosidad me carcomía.

—Mientras comes te explico, ¿sí? — dijo, y aunque quería protestar, el aroma de la comida me convenció.

Comí en silencio, la explicación de Jooheon resonando en mis oídos mientras masticaba.

—Tomé tu teléfono, lo siento, algo entrometido de mi parte. Llamé a tu jefe y le informé que no irías hoy. Al principio se negó, pero le dije que le pagaría todo lo que se vende en un día para que descansaras. — confesó, su mirada llena de una ternura que me dejó sin aliento. Su preocupación era abrumadora.

—Es mucho dinero, Jooheon… — susurré, abrumado por su generosidad.  Y por su discreción.

—No te preocupes, creo que es lo de menos. Mientras estuve de gira, tú te descuidaste, pero ya volví para cuidarte, pequeño — dijo, y aunque me molestó el "pequeño", su cariño era evidente. Había una calidez en su voz que me conmovió.

—No soy un niño, sé lo que hago, pero… gracias por hoy — admití, mi orgullo herido, pero agradecido por su acto.  Su bondad era desmesurada.

—Y… tu padre te llamó, deberías devolver la llamada — añadió, y mi estómago se encogió. Sabía que esa conversación sería difícil.

—¡Debiste decir eso primero! — exclamé, arrebatando el teléfono.

La llamada con mi padre fue breve, pero explosiva. Sus gritos resonaban en mis oídos incluso después de colgar. Me había quedado dormido y ahora estaba furioso. Me ordenó que regresara a casa inmediatamente, sin importar mi trabajo. Colgó sin darme oportunidad de explicar. Sentí un escalofrío de miedo.

Miré a Jooheon, el pánico regresando con fuerza. Noté que su sonrisa había desaparecido, reemplazada por una expresión de preocupación.

—Me tengo que ir, mi padre está enojado… — dije, mi voz temblorosa.

—Entonces te llevo — ofreció Jooheon, sin dudarlo. Su respuesta fue inmediata, sin vacilación.

—No creo que sea bueno… — protesté, pero mi cuerpo ya se estaba moviendo, obedeciendo a la urgencia de la situación.

—Llegarás más rápido y si necesita una explicación, yo sé cómo dársela… — dijo, su tono firme y protector. Sentí una oleada de gratitud.

Subimos al auto. El viaje fue tenso. Jooheon me miraba de reojo, notando mi nerviosismo. Me ofreció un chocolate, un pequeño gesto que me ayudó a calmarme. Cuando llegamos, salí corriendo hacia la puerta, dejando a Jooheon esperando en el auto. Su paciencia era admirable.

La escena que siguió fue un torbellino de gritos, insultos y violencia. Mi padre me acusó de cosas horribles, de ser un homosexual, un mentiroso, un delincuente. Me agarró del cabello, golpeando mi cabeza contra la puerta. Jooheon intervino, defendiéndome con una valentía que nunca esperé. Su intervención fue rápida y efectiva, protegiéndome de los peores golpes. La discusión escaló, mi padre incluso amenazó con demandar a Jooheon por “robarme”. Me dio una bofetada, y yo solo podía llorar, temblando de miedo y humillación. Jooheon, sin embargo, se mantuvo firme.
  Amenazó con llamar a la policía y con iniciar un juicio si era necesario. Su presencia imponente intimidó a mi padre, quien finalmente se calmó.  Finalmente, tomó mi brazo y me sacó de allí. Su fuerza física fue impresionante, pero su determinación fue aún más impactante.

—Nos vemos, señor Im — dijo Jooheon, su voz fría y llena de desprecio. Su mirada era implacable.

En el auto, el silencio fue pesado.  Jooheon me ofreció una toallita húmeda para limpiar mis lágrimas.

—Te juro que no robé nada… — susurré, las lágrimas corriendo por mi rostro.

—Lo sé, no te preocupes, lo solucionaremos — me consoló Jooheon, su voz suave como un bálsamo. Su comprensión era un gran alivio.

—Lamento que hayas visto eso… — dije, avergonzado.

—Está bien, pequeño, ya no te preocupes — respondió, y aunque su tono era reconfortante, sentía una profunda culpa.

—No… No se supone que vieras eso, ni que levantaras cargos… Yo podía solucionarlo todo — protesté, mi voz llena de angustia.

Jooheon detuvo el auto y me miró con seriedad. Su mirada era penetrante, pero también llena de cariño.

—Dejando que te golpeen y te acusen de algo que no hiciste? Chang, eso no está bien. Tu padre no debería tratarte de esa manera. Eres mayor de edad, y aunque esa fuera su forma de educar, las cosas no se hacen así — dijo, su mirada llena de comprensión y preocupación. Sus palabras eran firmes, pero llenas de afecto.

—Pero me quedaré sin casa… ¿Dónde dormiré? No puedo darme el lujo de gastar en una habitación, cuando se supone que estoy ahorrando para mi propio negocio… — la desesperación me inundaba.

—Entonces te quedarás en mi departamento — dijo Jooheon, su respuesta tan simple, pero tan liberadora. Su propuesta era inesperada, pero bienvenida.

—Es una habitación VIP y yo… lo más que te puedo ofrecer son servicios domésticos — respondí, mi voz apenas un susurro.

Jooheon tomó mis manos, sus dedos entrelazados con los míos. Sus ojos, llenos de una ternura que me conmovió profundamente.

—Trabaja medio tiempo en la cafetería y el resto para mí. Puedes hacer algunas cosas del hogar, como arreglar un poco la sala. Te pagaré el doble de lo que te pagan en un día en la cafetería, así podrás darme por lo menos 10,000 wones al mes por la habitación. ¿Qué te parece? — propuso, su voz suave pero firme.  Su generosidad era inmensa.

—Yo… bien, pero debería darte más que 10,000, sé que cuesta más… — respondí, aún sintiendo la culpa.

—A mí parecer está bien. Me gustaría que cuando llegue a casa huela a arroz recién hecho, así que te daré también para los insumos, y podré pasar más tiempo contigo — dijo, y una sonrisa tímida apareció en su rostro. Su deseo de compartir conmigo era evidente.

Entre lágrimas, una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro. Salir de la casa de mi padre, de sus abusos… y pasar más tiempo con Jooheon… era una idea que me llenaba de una felicidad inesperada.

Jooheon dijo, con una sonrisa tranquilizadora que no llegó a alcanzar sus ojos: —Quizá algunas veces los vecinos te molesten, son mis amigos—.  Sus palabras, aunque amables, resonaron con una ligera tensión que yo percibí.

Descanso (Jookyun) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora