Capítulo 3.

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Después de que Elliot se marchará al baño para poder cambiarse Olivia suspiró profundamente y tomando su ropa que se encontraba esparcida en el suelo comenzó a cambiarse tranquilamente. La sonrisa no se borraba de su rostro y no era para menos después de los maravillosos momentos de sexo y pasión que habían vivido con ese hombre. Su cuerpo aún expulsaba el aroma del perfume varonil de Elliot y no podía negar cuánto le gustaba ello.

Luego de abrocharse el sostén Olivia se puso la blusa y aún en bragas pudo sentir la presencia de Elliot detrás suyo, pudo presentir como él sonreía ante la imagen que gratuitamente ella le brindaba.

—No me equivoco al pensar lo hermosa que eres. —Suspiró él acercándose a ella, y tomándola de la cintura— Vuelves loco a cualquier persona que te mire.
—Tú no te quedas atrás, debo decirlo. —Afirmó Olivia mordiendo su labio inferior, mientras miraba fijamente las pupilas azules de Elliot— ¿La pasaste bien?
—No tengo palabras para explicar lo que me hiciste sentir.
—Es una fuerte aclaración, de verdad. —Sonrió ella dejando un cálido beso en sus labios, aprovechando a morder antes de alejarse el labio inferior de Elliot— Yo también no puedo explicar lo que sentí al estar contigo.
—No pensé que una equivocación me daría el mejor día de mi vida.
—Siempre hay consecuencias por nuestros errores, pero en este caso, fue bueno.
—Muy bueno.
—¿Te quité un poco la tristeza?
—Sí, creo que fue en lo que menos pensé cuando estuvimos juntos.
—Me alegra saberlo.

Olivia sonrió y soltándolo se colocó el jean, se realizó una coleta en el cabello para sentirse más cómoda y dejando sus pies descalzos volvió a observar a Elliot que ya estaba completamente vestido, él intentó dejar sus manos quietas y sacudiendo su cabeza se permitió pensar en otra cosa, si se dejaba llevar acabarían nuevamente en la cama.

—¿Tienes unos minutos más? Te invito una copa de vino. —Ofreció Olivia con una sonrisa, y él asintió con su cabeza también sonriendo— Y se me antoja una pizza.
—Me parece una buena idea, de verdad.
—Ven.

Los dos se dirigieron a la cocina, y mientras Elliot se encargaba de llamar al delivery Olivia se ocupó de servir un poco de vino en dos copas, entregándole una de ellas una vez que él finalizó la llamada.

—Listo, ya está hecho el pedido. —Aseguró Elliot con una sonrisa y mirando fijamente a Olivia procedió a beber un poco de vino— Que sexi te ves así.
—¿Así cómo? —Indagó ella de manera provocadora mientras repetía la acción anterior.
—Así, bebiendo un vino como si nada te importara, disfrutando el momento.
—Es mi modo de vida, Elliot y no elijo cambiarla por nada en el mundo.
—¿Ni por nadie?
—Tiene que ser una persona que me haga enloquecer cómo para cambiar.
—¿Hace mucho elegiste vivir en ese modo?
—No mucho.
—¿Qué te hizo cambiar?
—Responderte esta pregunta sería brindarte muchísima información que no estoy lista.

La respuesta de Olivia logró desconcertar a ese hombre, que continuó mirándola y luego de beber un sorbo de vino le regaló una sonrisa, a modo de disculpa.

—¿Y tú? ¿No has pensado en vivir de una manera más relajada? —Indagó ella con una sonrisa amable, apoyando luego en la mesada la copa de vino.
—Sí, pero simplemente no me sale.
—¿No te sale?
—Mi mente me juega una mala pasada, ser tan exigente conmigo mismo no me lo permite.
—No se notó eso cuando estabas dentro mío. —Exclamó Olivia y Elliot casi se ahoga con el vino, provocando una risa por parte de la castaña.
—Que directa. —Susurró él limpiándose la boca con una servilleta, y aprovechando eso la mujer se acercó hacía donde Elliot estaba.
—¿O me equivoco señor perfección? —Susurró ella cerca de sus labios y él negando con su cabeza la besó dulcemente.

Los besos fueron dulces y lentos, la conexión que experimentaban con sus labios no tenía precedentes. Elliot movía sus labios con una pericia exquisita, recibiendo de parte de Olivia dulces jadeos que le indicaban cuánto le estaba gustando. Apoyando sus manos en la cintura femenina la apegó a su cuerpo, pero sin intenciones de algo más, lo único que deseaba era seguir, seguir investigando la carnosidad de esa piel que lo había enloquecido y que, esperaba en algún momento, revelará más de esa mujer que le resultaba interesante.  

La carta || Bensler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora