Capítulo ocho

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En sus doscientos y tantos años, Shion y Dokho creyeron que habían visto todo, pero presenciar a una joven diosa actuando como la niña que no podía ser, al respetable caballero de Acuario sonriendo bajo el lodo de su cara, el chiquillo, que se apagaba a las reglas y los protocolos, abrazando como si nada a la chica de cabello morado y al temible caballero de Escorpio que lucía un alegre vestido todo empapado... Esta bien, no habían visto todo.

— ¿Se puede saber qué demonios pasó por sus malditas cabezas para hacer esto? — bramó Sage.

Las cuatro personas que estaban siendo regañadas se miraron entre sí, era notable que la risa quería salir de sus bocas, solo pudieron agachar la cabeza para controlarse y la muchacha fue la que habló.

— Es una larga y muy buena historia...

...

Una mañana, Sasha despertó con una gran tristeza, inevitablemente su cosmos fluyó por alrededor, dando una alerta a sus caballeros de que su diosa estaba mal. Sin embargo, nadie quiso acercarse.... bueno... casi nadie.

— ¿Qué es esa cara tan larga, mocosa? — la joven saltó cuando escuchó una profunda voz masculina a milímetros de su oído.

— ¡Kardia! — exclamó la chiquilla, más de emoción que susto — ¡Qué bueno que estés aquí!

Los brazos delgados de la niña rodearon rápidamente a Kardia, quien no hizo ningún movimiento para quitarse a la más joven de encima, se dejó abrazar por unos segundos antes de que la chiquilla se apartara y le regalara una enorme sonrisa, la cual contenía intenciones ocultas.

— ¿Te alegra tanto verme? — preguntó con una sonrisa engreída.

— Sí.

El escorpión podía admirar en la cara de la pequeña como los engranajes de su cerebro comenzaban a funcionar a una velocidad increíble en un plan.

— Bien, niña, escúpelo... ¿Qué estás tramando?

Los ojos esmeraldas brillaron casi con la misma picardía del hombre que tenía a su lado. Se encargó de mirar para todos lados que no hubieran moros en la costa y finalmente habló.

— La verdad, Kardia... Es que estoy demasiado aburrida, no ha pasado absolutamente nada además de la llegada de los caballeros del futuro... Estoy cansada... Entonces... — miró al hombre al lado suyo, quien había arrugado sus ojos con su astucia clásica.

— Creo que ha pasado mucho tiempo desde las aventuras del grandioso Kardia y la pequeña Sasha — interrumpió — ¡Qué dices, enanita! ¿Quieres volver a ver a Calvera? — una mano fue extendida en su dirección, esperando a ser tomada y llevada a una nueva aventura. 

La niña sonrió, sonrió tanto como pudo, sin pensarlo dos veces se levantó gracias a la ayuda del peliazul y comenzaron a descender muy cuidadosamente las escaleras del templo. Si querían hacer esto debían de ser demasiado discretos.

...

No tenían la menor idea de como cruzaron Piscis sin envenenarse, desmayarse o pincharse con las rosas, pero lo hicieron... Solo esperaban que Afrodita y Albafica no notaran la tela blanca del vestido de la pelimorada enganchado con las espinas. Caminaron lo más rápido posible, apenas y hacían el mínimo ruido, Kardia sabía como la palma de su mano como funcionaba el templo de acuario, en aquellas horas Dégel se encontraba afuera, entrenando, por lo que por él no habría problemas... Solo los de su generación sabían que algo tramaban esos dos. 

Estaban casi saliendo de la casa cuando escucharon unos pasos metálicos, velozmente se escondieron atrás de los pilares, tapando sus bocas y escuchando atentamente al intruso que quería arruinar su plan. Sasha había desarrollado una gran habilidad para reconocer a alguien gracias al sonido de sus pasos, usualmente lo aplicaba cuando los caballero iban a su alcoba, así que fácilmente pudo descubrir las identidades de las personas que se acercaban... Yato y Dégel.

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⏰ Última actualización: Apr 18 ⏰

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