Inusual

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Sábado cualquiera, pero no tan cualquiera, salgo apurado de casa, voy 15 minutos tarde, llego a la parada. Pasa un muchacho, pierde un tornillo de la moto, una señora se burla de él.

Colectivo lleno, nada interesante. Cuando logro sentarme empiezo a leer. Miro la hora, falta media hora, avanzamos lento por el tráfico. Sube una señora con un bebé en brazos, la gente le ofrece el asiento, ella acepta y el bebé empieza a llorar, la pobre madre, llena de vergüenza se vuelve a parar para que el bebé se calme, la miran con lástima.

Llego a la parada, empiezo a correr, por lo menos a la hora de abrir debo llegar. Me entretiene una señora a la que se le escapa el perro y la ayudo. Los lapachos en flor, cuando paso bajo uno, este suelta una flor, la atrapo evitando que esta se convierta en parte de la alfombra rosada. Las bahuinias, las rosadas y las blancas, también dejan caer flores cuando paso.

Pienso en mi abuela, ella no me creería si le contara. Evito seguir pensando en ella por el peso que se está acumulando.

Llego, hay una chica nueva, pregunto por la anterior, "se fue" me dicen, no entiendo, pero evito seguir preguntando. La nueva es buena, consigue que hable más que lo que suelo hacer con los demás. Se está por graduar, ya sabe lo que quiere, me lo pregunta también, no sé que responder, ya he perdido mi rumbo.

Empiezan a llegar los perros, me enfrento al muchacho que trabaja conmigo, siempre mira mal, se da cuenta de su actitud, empieza a ser más cálido, ahora sí me agrada. Habla de su familia.

La doctora también actúa un poco más agradable, ya no da tanto miedo, se ríe porque acccidentalmente metimos dos perros en la misma jaula que una tortuga que, prescisamente fue atacada por un perro, pedimos disculpas.

Llega una cobaya a consulta, no logro escapar para escuchar, me decepciono un poco, pero el perro con el que estoy se porta bien.

Van y vienen por mi mano varios perros, chicos, grandes, de pelo largo, corto, blancos o de otros colores. Pasa la hora.
Tengo sueño, quiero escapar, asi que aprovecho la hora del almuerzo, no tengo hambre por lo que solo me tomo una gaseosa mientras estoy sentado en una vereda.

Pasa un colectivo, tras el un auto. Una moto comete infracción y casi es atropellada por el coche, ambos conductores se discuten, confirmo mi bendita suerte al comprobar que la moto se detuvo a casi un metro de mi luego de que el conductor se tirara para evitar el choque.

Pasa la tarde, cuento los minutos, la doctora me regaña por hacer una pregunta que no sé si fue inoportuna, el muchacho dice que no.

Me despido del perro, de mis compañeros y de la doctora, cobre un poco menos, no me molesta.

Voy a tiempo para el próximo colectivo, sencillo la plata sa guasu, entran unos niños, el que me despacha bromea con ellos y conmigo usándome de ejemplo, cree que tengo 13, sonrío, me he acostumbrado a eso.

Junto al hospital, una señora llora por su hermano, siendo consolada por su hijo. Saco la flor de bahuinia, la blanca, se la entrego sin decir nada, le ofrezco una sonrisa a pesar del tapaboca, la señora con lágrimas y voz entrecortada me agradece. No sé porque hice eso, no me detengo a pensarlo mucho.

Ya casi llego a la parada, veo a un anciano dentro de su casa, mirando un retrato viejo en acuarela, llora y luego abraza la foto, supongo que era su esposa.

Unos señores me saludan al pasar, les respondo con un asentimiento. Me los volvere a encontrar cuando suba al colectivo.

Paso por donde una señora riega el pasto de la calle, miro hacia su patio sin intención, retrocedo un poco y le comento que es su jardín es hermoso, la señora me agradece y me invita a ver sus orquídeas, con algo de duda acepto.

Me cuenta un poco del lugar, vive hace casi 50 años allí, desde entonces ha recolectado distintos tipos de orquídeas, yo le cuento que desde que mi abuela murió, mis orquídeas no han vuelto a florecer, dice que han de extrañarla, pero que yo debo hacerme cargo, con algo de tristeza le cuento que las plantas no me quieren.

El colectivo llega tarde, me resigno, me apuré por nada, hay una señora con su hija y su nieta esperando, las saludo, me miran mal. Me encojo de hombros y las ignoro.

Llega el colectivo, mi lugar favorito está vacío, corro a sentarme allí, desde ese puesto puedo observar a la gente, tratando de adivinar sus historias como juego privado.

Pasamos de vuelta por donde los señores, levantan las guampas de tereré en mi direccción, les saludo con la mano.

Trato de sacar fotos de varios tajy, las descarto porque salen borrozas, así que me rindo, incluso con mi favorito de todos los de Asunción.

A medida que oscurece, miro hacia arriba, Venus empieza a brillar, vuelvo a mis 9 años,  cuando solía imaginar, antes de saber, que era una estrella que había dedicado a mi otra abuela.

Mientras escribo esto, veo un colectivo averiado, la gente plagueándose por la ineficiencia de la línea, suspiro agradecido de que la mía sea responsable en casi todos los sentidos.

El Confuso me recibe al llegar a la ciudad de mis amores, luce oscuro y aterrador, pero lejos de dar miedo, invita a adentrarte en él. No sé que otra historia me encontraré al bajar del colectivo, pero me detengo de escribir en este punto, solo agregando el siguiente párrafo.

Ha sido un sábado cualquiera, pero bastante inusual, pienso en mi sobrina que se queja de que hablo con todo el mundo. Lo que ella no sabe es que no lo hago a propósito y que es la gente quien empieza a hablarme. Mediante ese don he conseguido inspiración para muchas historias que serán o no escritas, así como esta que elegí plasmar.

Historias De Un Solo CapítuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora