Quiebre

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Caminaba por la desierta calle, sin ir a algún lado en específico, sentía tanto frío pese a que era verano, parecía que se iba a congelar hasta los huesos.

Se detuvo un segundo, miró a su alrededor, estaba en la costa del río que mansamente corría constantemente, con un suspiro, miró hacia las oscuras rocas que sobresalían peligrosamente, como una amenaza para todo aquél que se acercaba.

Como una cabra, saltaba entre piedra y piedra, sin temor a caerse, como si supiera donde tenía que pisar incluso en la oscuridad. Las olas chocaban produciendo un sonido relajante y se escuchaba el "Crac, crac" de algunos cangrejos que recorrían por ahí.

Se sentó en la piedra que más estaba dentro del río, miró a la nada, todo era invisible bajo el manto nocturno, sonrió con tristeza y cerró los ojos dejándose arrullar, el frío que sentía no calmaba, así que solo ignoró los pequeños temblores que daba.

Se soltó a llorar, el frío era proveniente de su alma que poco a poco perdió su calor, su corazón pesaba, estaba tan roto que ni siquiera podría repararse.

Otra vez estaba sola, siempre lo había estado. Cada vez que intentaba formar nuevos lazos, estos terminaban rompiéndose como si nada. Tal vez era su culpa por sus pocas habilidades sociales o era culpa de los demás por no entenderla. Tal vez fue su estúpida esperanza, que le permitió abrirse de nuevo con la gente, pese a todo lo que había pasado antes.

Empezó a gritar a todo lo que su garganta y pulmones daban, maldijo su suerte, maldijo a las personas, se maldijo a sí misma.

Pensó en que debía disculparse con sus... no, ellos no eran sus amigos, alguien que te da las sobras de su tiempo no merece llamarse amigo, alguien que no te busca pese a que tratas de acercarte y, mucho menos quienes hablan a tus espaldas. No, ellos no merecían disculpas, decían que habían intentado incluirla, pero, no se notaba.

Si solo se hubiesen sentado a poner las cartas sobre las mesas, ella no se hubiese sentido tan lastimada, pero no, ellos prefirieron empezar a hacerla a un lado, sin dar explicaciones.

No podía decir que todos eran iguales, pero, hasta ahora parecía que sí. Pensó en un par, tal vez... esas personas eran sinceras, pero, ya no quería ilusionarse.

Dejó salir todo lo que llevaba a cuestas, se acurrucó en sí, el agua la llamaba, quería hundirse en ella ¿Y si tal vez...? Se sacó los zapatos que acomodó con cuidado detrás de ella y metió los pies, quería hacerlo, perderse en la oscuridad, quizás así no sufriría más.

Se metió a su cama debajo de sus cobijas, temblaba de frío pero, se sentía más liviana, tal vez el contarle sus penurias a la noche había servido para calmarla hasta quien sabe cuanto tiempo, después de todo, tardaría mucho en volver a llegar al punto de quiebre.

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