Ami, fingiendo un sincero estado de indignación, realizó una llamada al expresidente Miller. Marcó el número que se le fue dado por uno de sus aliados más cercanos.
Acompañada de Celeste, su madrina, sonrió a la espera de la contestación del reciente exmandatario peruano. Timbró varias veces, hasta que, a la tercera, cuando ya se sentía forzada para presionar el rojo, colgar y realizar nuevamente la llamada, respondieron:
—¿Aló?
Ami sonrió al escuchar su lenta y decadente voz anciana. Tomó un suspiro, y habló:
—Presidente Miller. ¿Cómo está? —sonreía maquiavélicamente, ocultando la existencia oblicua de sus ojos. — Tanto tiempo que no se sabe nada de su persona. Ni rastros de usted, si quiera...
—¿Turner?
—No era necesario que escape, presidente Miller. Chalco, por el momento, aún no ha dicho nada.
—Usted misma lo ha dicho: "por el momento".
—¿Tiene miedo que diga o se sepa algo de usted?
—No, señora. A lo que sí tengo miedo es a que todos malinterpreten lo que diga.
—No creo que por una simple malinterpretación usted vaya a tener un tipo de problema con la justicia peruana, ¿no cree usted eso?
El ahora Expresidente hizo una breve pausa luego de un suspiró que soltó, desanimado.
—¿Por qué haces todo esto, Ami?
—Hagamos algo, presidente Miller. El congreso, con las elecciones generales para el parlamento, será mío. El ejecutivo, por el momento, me pertenece. El judicial está a punto de serlo, aunque usted no me lo crea. Ya se ha nombrado al nuevo Presidente de la Corte Suprema que, por cierto, lo he nombrado yo mediante todos los jueces y fiscales. ¿Qué le parece si, le devuelvo a usted el ejecutivo, converso con el siguiente legislativo, con mis congresistas, que serán reelegidos, para que no se opongan hacia su persona, pero con la única condición de absolver a mi hermano Dimitri de prisión de una vez por todas?
Miller no lo pensó dos veces y, a lo apresurado y malpensado, aceptó, aunque con un poco—demasiado—temor y duda en sí.
—De acuerdo, Ami. Usted gana—dijo realmente dudando. —No me queda de otra que confiar en su palabra de mujer. No creo que me traicione—tras una breve pausa de tartamudeos por parte de El Expresidente Miller, agregó: —¿Cuándo podría regresar entonces, señora?
Ami sonrió maliciosamente, pero aquel gesto no lo pudo presenciar ni sospechar Miller.
—Cuanto antes posible, señor Miller.
Miller estaba radicando en los Estados Unidos, sin siquiera poder disfrutar de su estadía, debido a los perturbadores e incómodos pensamientos y, sobre todo, a su conciencia que le perturbaban todo el día. ¿Por qué era tan ingenuo, luego de haber vivido lo suficientemente, para caer en una trampa tan notoria que Turner le había preparado? O, ¿por qué era tan estúpidamente tonto? Creer en Turner era como creer a un borracho cuando dice que ya no va a tomar, o creer a un drogadicto que ya no se va a drogar. Se haría un sinfín de analogías que, faltarían dedos para contarlas.
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El avión en el que vino El Expresidente Miller fue contratado, sin que él lo sepa, por Turner. Al mirar por la ventana y percatarse que iba a aterrizar cerca de la plaza de armas, y no en el aeropuerto internacional Jorge Chávez, sintió el último de los miedos finales. Aquel miedo que le recordó cuando huyó de la dictadura militar, en la que se fue como rata en la maletera de un auto rumbo a Colombia, para luego huir a los Estados Unidos.
Pisó tierra peruana y la policía, en compañía de los demás, lo rodearon y de un brinquito de nervios, el señor resbaló. Fueron a socorrerlo, y lo metieron en una camioneta. Pues Ami fue muy astuta: a su hermano ya lo había sacado ese mismo día con las facultades que tenía como presidente, aunque de facto. Tiempo más tarde, Luis Ángel Miller estaría con la compañía de Lozada y Chalco.
¡Viva la democracia! ¡Viva la hipotética democracia peruana! ¡Viva la pseudodemocracia!
FIN
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Voces del rencor
Historical Fiction¿Qué hechos acontecieron antes del destape de actos de corrupción que se conocieron gracias a una investigación? ¿Qué poder tuvo la mujer más influyente del Perú, por aquellos entonces, para perseguir a quienes se opusieron a ella, ocasionando su de...