La crisis por la cual estaba atravesando Venezuela era devastadora y no se podía, siquiera, desear: el presidente o, mejor dicho, el dictador, no tenía el control del gobierno —o tal vez sí lo tenía, solamente que no sabía cómo gobernar— y, producto de ello, muchos ciudadanos venezolanos emigraron al Perú para empezar una nueva vida, con la inocente idea de formar un mejor futuro en nueva tierra. Ante esto, el presidente Miller no se opuso; al contrario, se solidarizó con ellos. La Superintendencia Nacional de Migraciones informó que más de siete mil ciudadanos venezolanos habían ingresado con permisos temporales de permanencia, y, como si fuese esto poco, también el Estado peruano protegió y priorizó los derechos básicos, tanto así que algunos ciudadanos del país Bolivariano pudieron acceder a los servicios básicos de educación y salud de manera gratuita. Ami se compadeció sinceramente por aquellos ciudadanos, y felicitó expresamente al Presidente Miller pública, mas no personalmente, por el acto de solidaridad que estaba haciendo para con ellos. Semanas después a estos acontecimientos, Valeria, la líder de oposición izquierdista, salió a dar declaraciones, cuestionando al gobierno y exigiéndole una explicación convincente del porqué se estaba permitiendo la estadía de ciudadanos provenientes de una dictadura corrupta, manifestando, además, que lo primero que debe hacer el Estado peruano es "ayudar al peruano". Qué curioso, pues, sabiendo que es una gran amante del sistema comunista...
—Lamentable el comentario de Valeria, ¿no creen?
—Es una sonsonaza la Alienada esa...
—Modérate, Lourdes...—le topó con el hombro Camila.
—Cállate, porque sabes que es verdad.
—Lourdes, ya vamos a entrar. Será mejor que te moderes.
—Está bien, Ami. Disculpen todas ustedes.
Todos tenían respeto a Ami, hasta la más mayor de sus congresistas; y hay que diferenciar el respeto del miedo. La mayoría de sus integrantes de su partido y sus trabajadores sabían que, sí Ami, por azares momentáneos del destino, se enojaba, tendrían que salir silenciosamente de su presencia y esconderse por las barbaridades que ella podía, si no bien hacer, pero sí decir; se podría mencionar que Ami tenía la capacidad de matar, metafóricamente, hasta con tan solo hablar a quien tenga en frente.
Las tres mujeres caminaron hacía la sala de conferencia, donde se encontraba El Presidente Miller esperando a Ami para una reunión que ellos dos habían acordado con varios días de anticipación: pues estos dos personajes tenían otras cosas que hacer.
Las tres venían con abrigos largos: Ami con uno negro hasta las piernas, Camila con uno crema, y Lourdes con uno rojo. Vestían muy formal, muy elegante, que cualquiera habría creído que estaban en una pasarela de mujeres de mediana edad muy simpáticas y atractivas. Los pasadizos de Palacio de Gobierno eran enormes y muy amplios. Algunos guardias que estaban paseando por los alrededores de la Casa de Pizarro empezaron a murmuran al ver la presencia, no mucho por la de Camila y Lourdes, sino de la de Ami. Susurraron muy bajito. Sin embargo, Ami, al percibir aquel hecho, les concedió una mirada llena de seriedad y algo más que les hacían a ellos tener cierto temor más que el respeto que debían tener. Se podría decir que la respetaban y temían más a ella que al mismísimo Presidente Miller.
Llegó el trío de mujeres delante de la puerta, y dos guardias estaban a ambos costados, de pie, erguidos.
—Buenos días—saludó Ami con una sonrisa fugaz, sin expresión, esperando a que le abran la puerta.
Al no hacerlo, arrugó la frente, no de sorpresa, sino de confusión. Esperó unos segundos y, al no recibir respuesta alguna, les manifestó:
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Voces del rencor
Fiction Historique¿Qué hechos acontecieron antes del destape de actos de corrupción que se conocieron gracias a una investigación? ¿Qué poder tuvo la mujer más influyente del Perú, por aquellos entonces, para perseguir a quienes se opusieron a ella, ocasionando su de...