Capítulo 2

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El viaje había sido cansado o más bien agotador, un vuelo al otro lado del mundo no era broma; realmente podías sentirte exhausto y al llegar la noche estaba presente por lo que no había mucho por ver. Sam y yo sentíamos el corazón latiendonos a cada segundo y en los momento dónde nos teníamos que comunicar aún más.

Tomamos un taxi y al no saber comunicarme con el conductor le entregué un papel con la dirección de los apartamentos dónde nos quedaríamos. El transcurso fue entretenido aunque no podíamos dejar de sentirnos cansados, el jetlag estaba haciendo efecto en ambos.

—Muy bien, creo que es en ese edificio.— dijo Sam al tiempo que nos bajamos del taxi.

—¿Tan segura estás? ¿Cómo lo sabes?.— le cuestione dudoso.

—Porque un compañero de mi clase dijo que el edificio era de color rojo y tenía una cafetería abajo. Me dijo que me esperaría en la entrada.— explicó mientras miraba su celular.

—¡Sam!.— gritó alguien a lo lejos.

Al levantar la mirada vimos a un chico en la entrada del edificio, ella estaba en lo correcto. Llevamos nuestras maletas hasta la entrada donde pude notar bien al chico, era apuesto aunque lucia más grande de su edad.

—¿Dónde está Jess?.— cuestionó extrañado.

—Tuvo varicela así que no pudo venir. Pero en su lugar traje a mi amigo, se llama Noah y es muy amigable.— me tomó de los hombros.

—Mucho gusto, no estudio medicina pero estoy en el mismo colegio, solo que yo estoy en el departamento de escritura.— le extendí la mano.

—Hola Noah, me puedes decir Ray. Si eres escritor entonces podrás ayudarnos a escribir nuestros reportes.— sonrío.—  Es mentira, aunque si quisieras no me negaría.—

—Tranquilo Ray, Noah es mayor así que debes de comportarte.— le advirtió Sam.

En cuanto dijo esto el chico me volvió a mirar un poco apenado.

—Lo siento, no fue mi intención bromear contigo.— soltó secamente.

—No tengo problema, es solo un año de diferencia así que no le veo lo malo.— comenté.— Puedes hablar cómodamente conmigo.—

Aunque Ray pareció comprenderlo no volvió mirarme hasta que subimos a los departamentos. Nos mostró el nuestro y casi al instante los dos caímos a nuestras respectivas camas, quería dormir pero sabía que tenía que ordenar mi equipaje así que me contuve y volví a levantarme. No tardamos más de una hora cuando ambos ya habíamos terminado y con ello el hambre se hizo presente.

—Quiero comer algo.— le dije con un gesto dramático.

—Igual yo pero la cafetería del edificio ya cerró. No nos queda otra opción que ir a una tienda de conveniencia.— musitó mi amiga con disgusto.

—Seré mejor que la persona que nos atienda entienda inglés, no quiero ocupar mi celular.— dije mientras salía del cuarto.

Al momento de salir un aire helado nos golpeó el rostro, nos miramos con un gesto de congelación y frotamos nuestras manos rápidamente para entrar en calor.

—Jamas había sentido algo así.— le dije a Sam.

—Ni yo, debe de ser el invierno ma...—. alguien la había interrumpido, era Ray.

—Oye Sam, en un par de minutos habrá una junta con los demás estudiantes. Será mejor que subas.—

—Pero iba ir a la tienda.— le respondió.

—No te preocupes, ve. Compraré lo que se vea apetecible, si necesito algo te llamó a tu celular.— le hizo un ademán de que fuera.

—Si necesitas algo llámame, Ray me dijo que la tienda está a un par de calles de aquí, ten mucho cuidado.— comentó .

—Lo tendré, nos vemos en unos minutos.— le dije antes de partir, ella rápidamente subió con Ray.

Seguía sintiendo demasiado frío en mi rostro, poco a poco dejaba de sentir la nariz y orejas. No me había percatado de que las calles estaban solitarias, solo se escuchaba el ruido del aire y algunos perros ladrando a lo lejos.

—¿Qué hora es aquí en Corea?.— me dije a mi mismo mientras investigaba en el celular.

El reloj marcaba las 12:45 a.m , ese era el motivo por el que ya no había gente en las calles.

—Mierda, me voy a dar prisa.— caminé más rápido.

A lo lejos ya podía ver la tienda que aún seguía abierta, al ingresar la chica que no le calculaba más de 25 me miró con atención y nerviosismo. Comencé a mirar los productos que ahí vendían, desde papas fritas hasta helados llamativos; tomé lo que más había llamado mi atención y me dirigí al mostrador para pagar.

—Hola.— saludé en inglés y con una sonrisa, la chica parecía estar nerviosa. —¿Hablas inglés?—. Inquiri.

La chica sonrió un poco y con el gesto de su mano me dió a entender que lo hacía poco lo cual ya era un obstáculo para mí. Intento decirme el costo de todo pero la pantalla estaba en coreano y ella no se podía expresar muy bien. Alguien entró a la tienda en mi lucha por querer explicarme pero solo paso y fue a los refrigeradores.

—Tendré que usar el traductor...— susurré un poco molesto pues no quería hacerlo.

Mientras buscaba el traductor sentí la presencia de la persona que estaba esperando también lo cual me puso nervioso, le dijo unas palabras a la chica y ella le respondió de igual manera; sentía el sudor frío comenzando a originarse en mi frente por la tardanza pero una voz masculina me sacó de mi trance.

—Dice que son 5,400 wons.— me dijo cerca del odio.

Me gire para verlo mejor pues aquella acción me había sobresaltado un poco, el chico llevaba puesto un pantalón negro con una chaqueta un poco larga y abrigadora color azul marino, también en el rostro llevaba un cubrebocas negro que le cubría la mitad de la misma solo dejando al descubierto sus ojos y parte de su nariz.

—Oh muchas gracias.— hice una reverencia y saqué el dinero para entregárselo a la chica.

Después de pagar volví a agradecer y salí de la tienda mientras guardaba el cambio en mis bolsillos, el chico salió y pasó junto a mi sin más. Aunque no le tomé mucha importancia volví a escuchar su voz.

—Debe de ser difícil comunicarte en otro país ¿No?—. Dijo a un par de metros de mi.

—Si, era uno de mis inconvenientes cuando llegue aquí hoy.— respondí con normalidad.

—¿Intercambio o turista?.— cuestionó.

—Un poco de ambos diría yo.—

Ante mi comentario el chico rio un poco y miró su bebida rápidamente.

—Tengo que irme, nos vemos.— soltó con un gesto con la mano.

—Gracias de nuevo.— volví a hacer mi pseudo reverencia.

El chico caminó al lado contrario de dónde yo venía, dió unos cuantos pasos y se detuvo, yo seguía de pie afuera de la tienda revisando el contenido de la bolsa.

—Oye , soy Hangyul por cierto.— dijo casi en un grito, se había bajado su cubrebocas dejandome ver su cara unos segundos.

—Soy Noah.— de igual manera alcé un poco la voz.

—Cuidate Noah.— volvió a decir antes de girar e irse caminando con tranquilidad.

No tuve tiempo de decirle lo mismo, al retomar mi camino nuevamente recordé aquella charla breve. Por alguna razón sentí algo extraño por parte de ese chico de nombre Hangyul.



Un nuevo atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora