Capítulo 1

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Mi vida es un desastre

En una hermosa mañana me despierto con los rayos del sol. ¡No, espera! Despierto con los gritos de mi "queridísima" madre.

—¡Niña, levántate que tienes clases y llegas tarde! —grita la mujer que se hace llamar mi madre, antes de cerrar la puerta de un portazo. Por lo menos sé más amable, ¿no?

—Sí, qué linda mañana —exclamo con sarcasmo.

Suspiro, tomo el celular de la mesita de noche para mirar la hora. ¡Mierda, iba a llegar tarde! Me levanto como alma que lleva el diablo y entro al baño. Salgo y me visto rápidamente sin saber si me puse la ropa al revés.

Bajo a la cocina y encuentro a "mamá" preparando el desayuno.

—¡Buenos días! —saludo de forma seca.

Me llamo Adele Díaz y sí, soy mexicana, pero la mayor parte de mi vida me crié en República Dominicana. Y se estarán preguntando, ¿qué pasa aquí? Pues, bueno, no me llevo bien con mi mamá. Es la típica historia donde tu papá abandona a tu mamá, y ella tiene que cuidarme sola. Me culpa de que papá la haya dejado y toda esa tontería. Pero, como siempre, no se molesta en devolver el saludo, como si eso le costara la vida.

—Date prisa, desayuna, que se te hace tarde para ir a la escuela, y no quiero más quejas porque no prestas atención a las clases —espeta "mamá", que por cierto se llama Natasha.

—Si no lo hago, ¿qué? —le pregunto de forma retadora. Me encanta hacerla enojar, aunque a veces hay un límite.

—Si no lo haces, quemaré todos esos malditos libros de esa estúpida película que no paras de ver en vez de hacer la tarea —murmura con tranquilidad, pero a mí no me engaña, la conozco perfectamente y sé que es capaz de cumplir su amenaza.

—No... te atreverías —hablo con incredulidad. ¿Qué? Esos libros son mi vida. Trabajé día y noche para conseguirlos, eso no le da derecho a tocarlos. Esos libros son mi escape en estos 16 años de mierda.

—Prueba y verás que conmigo no se juega, Adele.

Respiro hondo, tratando de no soltar mil insultos.

—Sí, como digas —mascullo apretando mi lengua.

—Más te vale —dice con un gesto de triunfo.

Ni siquiera desayuno. Solo tomo el pan tostado en mi mano y salgo de manera rápida y en silencio por la puerta de atrás. Me trago las ganas de llorar; eso no vale nada. A ella le valen tres pepinos si lloro o no. Es como si una pared de hielo estuviera atravesada en su corazón. Cada día la soporto menos.

Cómo desearía estar en uno de mis libros y escapar de esta realidad, pero olvidé una frase: «Cuidado con lo que deseas».

Todo pasó tan rápido que lo último que recuerdo es que cruzaba la calle, un sonido de unas bocinas tocando varias veces, un dolor muy fuerte y después, oscuridad.

¿Reencarne en Harry Potter?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora