Capítulo 3

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Gringotts

Toda desorientada, me doy cuenta de que estoy tirada en el suelo de lo que parece ser un callejón descolorido, con muchas tiendas vendiendo lo que parece ser... ¡Puaj! ¿Eso es tripa de sapo?

—¡El Callejón Diagon! —me levanto rápidamente del suelo, muy emocionada. Siempre soñé con visitar el ficticio Callejón Diagon en mi otra vida, pero no tenía los recursos económicos para ir.

Me pregunto si mi apariencia no llamará la atención, pero es obvio que lo hará. No es normal parecerse a la difunta madre del niño que vivió.

—Ok... primera misión: ir a Gringotts. Espero no perderme. —Camino derecho según las películas y los libros; si caminas derecho llegas a Gringotts. Mientras camino, noto que hay muchas personas.

Me detengo en una de las tiendas donde hay periódicos con imágenes en movimiento. Tomo uno para leer la fecha: "28 de agosto de 1993". Entonces, estoy en la tercera película, "Harry Potter y el prisionero de Azkaban". Genial, mi película favorita.

Dejo el periódico en su lugar y sigo caminando. A unos pasos, puedo vislumbrar Gringotts, un imponente edificio blanco como la nieve que se alza sobre las pequeñas tiendas. Las puertas de bronce pulido y, en ellas, con un uniforme carmesí y dorado, hay un gnomo con cara de pocos amigos. En la puerta, leo la frase:

"Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia,
Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,
Deberán pagar en cambio mucho más,
Así que si buscas por debajo de nuestro suelo
Un tesoro que nunca fue tuyo,
Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado
De encontrar aquí algo más que un tesoro."

Como dijo Hagrid una vez, hay que estar loco para entrar ahí.

Entro y observo a mi alrededor, viendo muchas puertas dobles de plata, con unas palabras grabadas encima de ellas. Me paro frente a un duende arrugado, con nariz ganchuda, que escribe algo en un libro grande. No se molesta en mirarme, así que lo interrumpo.

—Que su oro fluya... —exclamo con respeto, recordando los libros que leía en Wattpad.

El duende deja de escribir y voltea a verme, sorprendido. Incluso los que están cerca se voltean igual de sorprendidos, pues no todos los días un humano, y mucho menos una niña, saluda de forma cordial a un duende.

El duende responde:
—Y que sus bóvedas se llenen, ¿en qué puedo ayudarla? —pregunta con una sonrisa que más bien parece espeluznante.

—Quiero hacerme una prueba de sangre para saber si tengo una herencia aquí. Viví toda mi vida en un orfanato Muggle y siempre supe que era bruja, porque una de las señoras del orfanato también lo era y me instruyó en todo hasta que falleció. Justo ayer llegó mi carta de Hogwarts —las palabras salen de mí de forma natural, como si fuera real. Hasta yo me sorprendo de mis palabras.

El duende me mira de forma desdeñosa, buscando algún indicio de mentira.
—¿Tienes con qué pagar? —pregunta el duende.

—¿Cuánto es? —pregunto, esperando un milagro, pues ando sin dinero.

—Un galeón.

Toco los bolsillos de mi pantalón por fuera y, ¡gracias a Dios!, saco la moneda y se la doy al duende.

Él la toma y llama a otro duende, le dice unas palabras que no entiendo, seguro es en su idioma.

—Sígueme —es lo que dice el otro duende. Lo sigo, tratando de mantenerle el paso. Se detiene frente a una puerta de oro puro que dice "Gringotts". Debe ser el gerente.

¿Reencarne en Harry Potter?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora