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"Felicidad"

La felicidad viene con un concepto diferente para cada persona

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La felicidad viene con un concepto diferente para cada persona.

Dinero. Comida. Ropa. Fama. Etc. Etc.

En el caso de Rindou, la felicidad vino con un par de ojos verdes, pecas poco visibles y cabello castaño largo.

Pero siendo más específicos, felicidad fue lo que Rindou sintió cuando, después de llegar al bar Heaven y encontrarse con la sangrienta escena de varios cuerpos regados ahí, escuchó una voz.

La voz de alguien que creía haber perdido para siempre.

—Rindou. —una figura salió del pasillo con una mirada completamente aterrada.

—Sumi. —suspiró con alivio. —Estás bien. —el más alto agradeció que eso fue una afirmación y no una pregunta. Caminó unos pasos hacia la fémina y la tomó en sus brazos para cargarla. Quería sostenerla y no soltarla por nada del mundo. Había pasado por el susto de su vida. Sus pensamientos pesimistas habían estado a punto de consumirlo. 

Y sonaba horrible, pero a Rindou no le importaba en lo más mínimo nadie más en ese bar a excepción de Sumire.

—Lo estoy. —ella dio una pequeña sonrisa que luego fue borrada al observar los cadáveres esparcidos por el lugar. Cerró los ojos con fuerza y se escondió en el pecho de su novio.

—¿Qué sucedió? —ese  cuestionamiento no pudo ser respondido por Sumi ya que alguien más se le adelantó.

—Tú sucediste, pedazo de mierda. —Yasu, el bartender, apareció frente a la pareja con semblante serio.

—¿A qué te refieres? —Rindou frunció el ceño y bajó delicadamente a Sumi, quien estaba igual de confundida que él.

—La mafia Rusa estaba buscando a Sumi. Qué casualidad que tu pandilla estaba en disputa con ellos, ¿no? —la mueca de Rindou cambió por completo. —Pudieron hacerle algo si no fuera porque la escondí en la bodega de vinos antes de que pudieran verla. Fue tu maldita culpa todo este jodido desastre. No estaban contentos yéndose sin derramar sangre. —señaló a su alrededor.

Todos se sumergieron en un profundo silencio. La única mujer ahí estaba consumida por sus propios pensamientos de culpa.

—Sumi, ve a tu habitación. Por favor. —pidió el menor de los Haitani. Ella solo sacudió la cabeza negando, lo último que quería era estar sola en ese lugar.

—¡Pudo haber muerto! —reclamó Yasu dándole un repentino puñetazo al rostro de Rindou. Sumi dio un grito ahogado, pero no se atrevió a meterse así que solo se limitó a pedirle inútilmente que parara. —¿¡Qué carajo te sucede?! —lo empujó. Rindou no se estaba defendiendo, solo evitaba sus ataques. A Ran, quien estaba detrás suyo, le extrañó tanto su comportamiento que estuvo a punto de interferir. —Eres un irresponsable. No pensaste ni un segundo en que ella...

una última canción ♩ rindou haitaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora