Capítulo 19

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—¿Por qué?

—¿Cómo que por qué?

—¿Por qué quieres bailar conmigo?

—Porque quiero.

Se dice que los ojos son las puertas del alma. A través de ellos puedes conocer tantas cosas que jamás podrían expresarse con palabras. Lillianne miró los hermosos ojos amarillos de Lucas adornados con su sonrisa. Ella lo entendió todo. Había cometido un grave error.

—Lo siento.

—¿Qué?

—Me retiro.

—¡Lili, espera!

A paso veloz, Lillianne salió de la terraza, huyendo de Lucas.

«Lo he hecho todo mal.»

La fiesta terminó y todos los invitados regresaron.

—¡Lili!

La relación de Lillianne y Lucas no era para nada buena. Cada vez que él la veía, ella era tragada por las sombras y desaparecía. Gallian, Elías y Abigail ya lo habían notado.

—Elías, iré al palacio. Te encargo la mansión Soleil en mi ausencia.

—No llevarás a tu escolta. ¿También debo encargarme de Lucas?

—Si.

—No inventes. ¡Tu fuiste la que lo cuidó, encárgate tú! ¡Parece un moco!

No importa lo mucho que se quejara Elías, Lillianne no le prestaría atención. Faltaba una semana para la fecha, así que todo terminaría allí.
Cuando Lillianne llegó al palacio del príncipe heredero, inmediatamente se cruzó con Elliot.

—¡Lillianne!

—Oh, Elliot. ¿Cómo has estado?

—Yo bien, aunque no puedo decir lo mismo de ti. ¿Por qué estás preocupada?

«Preocupada... Si, es exactamente eso.»

—Solo... tengo muchas cosas en las que pensar. Cometí errores y ahora vienen las consecuencias, así que trato de enmendarlas.

—¿Quieres un consejo? Olvida lo que es correcto. Solo haz lo que te haga más feliz a ti y a las personas involucradas.

«Algo como eso...»

—No puedo.

Se escucharon unos pasos por el corredor. Elliot inmediatamente huyó y fue una suerte que lo hiciera. Ronan apareció y a su lado tenía a una concubina.

—Li... llianne, esto es...

—Es normal tener convinas, ¿verdad? Aún no nos casamos y no puedes controlar tus deseos sexuales, ¿verdad? Eso es lo que ibas a decir, ¿verdad?

—¡Exacto! ¡Qué bueno que lo entiendes! ¡Serás una buena esposa! Así que ahora ven y...

—Suélteme, Alteza.

Ronan había sujetado el brazo de Lillianne, pero al ver el rechazo de la demonio la soltó.

—¿Por qué actúas así, Lillianne? Yo te amo demasiado. No merezco ser tratado así. ¡Ya se! Estás celosa, ¿verdad? Por eso...

«¿Qué le pasa a este? Creyéndose la última copa de vino en el desierto.»

—Su Alteza.

—¿Si?

—Tengo muchas cosas en la mente, así que no puedo permitirme prestarle atención a usted ahora. Me retiro.

Lillianne se alejó de la mierda Ronan sin mirar atrás. En su camino, logró escuchar los susurros de los sirvientes.

Alma CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora