EL FALSO PROFETA

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Al amanecer del siguiente día, desperté por el olor a café, Keila estaba preparando un poco, Leila seguía dormida, la tapé porque hacia un poco de frio y me dirigí a donde estaba Keila, me preparó una taza de café, vimos como amanecía por completo, un bello amanecer con destellos naranjas y amarillos, uno que otro rojo, al fin de cuentas seguíamos en el mar

-Papá- escuché un pequeño susurro de Leila

-Hey, deberías de seguir dormida- respondí

-¿Qué hacen despiertos tú y mamá?- preguntó aun somnolienta

-Solo vemos el amanecer ¿quieres acompañarnos?-preguntó Keila; Leila se levantó un poco, frotándose los ojos

-Está bien, tengo sed- respondió.

Me dispuse a darle algo de beber, Alfred nos había obsequiado algo de agua fresca la noche anterior, era un joven muy amable.

Notamos que en el campamento en donde se encontraba la creatura, había empezado un alboroto, todos los científicos corrían de un lado para otro, los agentes de policía habían empezado a sacar sus armas de fuego, empezó un caos, vimos a Alfred como salía del remolque con la camisa a medio abrochar y sin zapatos, siguiéndolo apareció Elizabeth, tenían los rostros desencajados, nosotros desde el risco no podíamos ver bien; el día anterior habían levantado una carpa en donde se estaba el cuerpo inerte de aquel molusco gigante, Alfred entró y no volvimos a verlo, Elizabeth se quedó atrás, volvió al remolque, salió tiempo después para entrar junto con Alfred a la carpa, ¿Qué estaba pasando? Tal vez era nuestra oportunidad para salir del pueblo y saber que estaba pasando allá afuera, recogí lo más rápido que pude nuestras cosas y las subí a la camioneta, Leila seguía observando lo que estaba pasando, al igual que Keila.

-Rápido, suban, vamos a ver si podemos salir- alcé un poco la voz para llamar su atención.

-No podemos marcharnos aun papi, él sigue ahí- reprochó Leila

-¿Quién sigue ahí hija?- Keila volteó a ver a Leila con preocupación.

-Ese joven, mama, él que está hablando desde la carpa ¿no lo vamos a ayudar a salir?- recriminó Leila.

Nosotros no sabíamos de quien estaba hablando, creíamos que era Alfred, porque igual que nosotros lo vio entrar a la carpa.

-Alfred estará bien hija, el sabrá que hacer en estas situaciones, por lo pronto vámonos de aquí, necesitamos salir de este lugar, vamos corre- respondió Keila con rapidez y tomándola de la mano.

Tomamos el camino directo hacía la salida del pueblo, esperando encontrar una salida, no tuvimos suerte, un poco antes de llegar un escuadrón de policías nos detuvo cerrándonos el paso.

-No pueden retirarse del lugar- nos dijo uno de ellos; no podíamos ver sus rostros, traían trajes negros de policía, muy bien armados, traían consigo cascos y escudos como los antimotines que habíamos visto muchas veces en películas.

-¿Qué está pasando? No pueden obligarnos a quedarnos, algo está pasando y no quiero que yo y mi familia estemos en la línea de fuego- mis gritos hicieron eco entre esos oficiales, uno de ellos se acercó a mí, Keila y Leila se quedaron atrás de mí, cuando se acercó el agente, saco un bastón metálico, lo extendió y amenazó con golpearme.

-¡Altooooo! ¿Qué creen que están haciendo?- una voz gruesa retumbo desde el fondo del escuadrón, era un oficial, ya de avanzada edad, algunos cincuenta y algo de años, rostro firme, no tan alto, tal vez por la avanzada edad había encogido un poco, su cabeza ya en su mayoría llena de canas, caminaba firme hacia nosotros con algo de dificultad, se dolía de la pierna derecha y de vez en cuando llevaba su mano izquierda a su hombro derecho, pensamos que algo le había pasado en sus años de cabo, ya que era un militar veterano, llevaba un cigarrillo en la boca, era raro ver a un militar fumar, en su traje se alcanzaban a presenciar un par de medallas, una dorada en forma de rombo con incrustaciones de color azul llamó mi atención, sabía que esa medalla solo se las daban a las personas de valor en el ejército, él había hecho algo inimaginable cuando era aún un cabo.

Darkness: el día que inicio y finalizo todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora