A la mañana siguiente, todos habíamos descansado como nunca, estábamos más relajados, en el fogón había unas cuantas brasas que irradiaban un poco de calor, despertamos antes de que saliera el sol, Keila preparaba algo de café, los abuelos ya se habían levantado, las viejas costumbres eran muy arraigadas, siempre había sido así, ya estaban acostumbrados a despertar a estas horas, el niño y Leila seguían durmiendo tan plácidamente que sentí pena al querer despertarlos y los deje dormir un poco más, Alfred abrazaba a Elizabeth aun dormidos, ayudé a Keila con el café, Selene al parecer aun no despertaba, el día anterior había sido pesado para ella.
-Buenos días- saludé a los abuelos con amabilidad.
-Buenos días- contestaron al unísono.
-¿Listos para partir?- pregunté tomando un sorbo a mi café.
-Desde muy temprano joven Robert- contestó la abuela.
-Ahora que lo pienso, no sabemos sus nombres, y no quiero seguir diciéndoles abuelos- mi pregunta era extraña, pero era la verdad, no sabíamos cómo se llamaban.
-Lo siento joven Robert, no nos hemos presentado formalmente, yo me llamo Alessandro y mi amada esposa se llama Adriana- respondió haciendo una reverencia -le agradecemos que nos ayudara a salir de ahí, teníamos mucho miedo y creímos que era nuestro final- en su voz se escuchaba agradecimiento.
-No se preocupen, además al que le deberían de dar las gracias es a Alfred, él fue quien les dio sus lugares- respondí.
-En verdad muchas gracias de todos modos- contestó Adriana llevándose su bebida a la boca y tomando un sorbo.
Keila solo escuchaba la conversación mientras preparaba algunos bocadillos para el viaje.
-Creo que es hora de irnos, antes de que las esporas lleguen hasta acá y tengamos que usar las incomodas mascaras de nuevo- agregó Keila.
Nos terminamos las bebidas y nos dirigimos al cuarto de Alfred para despertarlos y que se alistaran para salir, ya estaban despiertos, el niño y Leila al escuchar que hablaba afuera también se levantaron y nos dispusimos a salir.
Selene por otro lado, no se encontraba en su recamara, era algo extraño, no la habíamos escuchado salir en ningún momento y pensamos lo peor, sus padres estaban preocupados, pensaron que algo le había pasado, salimos a ver el convoy, el General estaba al lado revisando algunas cosas, me acerque a él para ayudarlo en lo que pudiera, teníamos que aparentar que no había pasado nada para que no sospechara e hiciera algo que nos pudiera comprometer.
-Buenos días General- saludé de forma amable.
-Buenos días Robert ¿Listos para partir? Hay que salir de aquí antes de que otra cosa pase y se nos dificulte más adelante- respondió sin dejar de revisar las llantas del convoy.
-General, de casualidad ¿no ha visto a la joven mesera?- le pregunté antes de que me cambiara el tema.
-No he visto a nadie, por lo menos no a estas horas de la mañana, más temprano vi que alguien salía hacia esa dirección- me respondió apuntando un claro con un lago no muy lejos del lugar- me parecía ver que llevaba unas cubetas, pero por la negrura de la noche no la reconocí y hay que admitir que ya estoy viejo, mi visión no es tan buena como cuando tenía tu edad muchacho- terminó de hablar y siguió en sus deberes, abrió la puerta del piloto, se subió y echo andar el motor.
-Gracias General, iré a buscarla en este mismo instante ahora vuelvo- me di media vuelta hacia el claro, para buscar alguna pista de donde se había ido Selene.
Al llegar al claro se divisaba aún más el lago, no muy grande, más bien parecía una laguna, pero en las orillas había unas pequeñas bancas de madera, para que las familias del lugar fueran a distraerse un momento después de un día de trabajo, ahí estaba Selene, sentada contemplando la laguna, llegue y me senté al lado de ella.
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Darkness: el día que inicio y finalizo todo
FantasíaEl planeta tierra por fin había tomado cartas en el asunto sobre la destrucción ocasionada por los humanos, desastres naturales estaban a punto de comenzar, no sin antes mandar un virus mortal, solo pocos podrían sobrevivir ¿A quienes les daría esa...